“96 grados Bucareli”, literatura urbana de los bajos fondos del Distrito Federal

Bucareli, sitios que poco a poco cedieron su territorio a la imparable arquitectura de lujosos departamentos y tiendas de conveniencia. Casi todos los congales pecaminosos en esta parte de la ciudad desaparecieron para dar paso a un rostro nuevo, moderno, pesadamente uniforme.

Los cabarés y cantinas que hoy sólo existen en las páginas de “96 grados Bucareli” otrora fueron un intenso modus vivendi de los hombres y mujeres que tal vez sin saberlo personificaron sus propias historias en el día a día, en la borrachera, las peleas, en las mujeres manoseadas, en la comunión de los alcohólicos, en los amores y desamores de cabaré, en sus seres anónimos noctámbulos, personajes de los bajos fondos chilangos, trashumantes del bar en cantina y viceversa, sobreviviendo como tristes perros de esquina a los embates del alcohol corriente, los infortunios, las derrotas y las esperanzas; repito, sin proponérselo, se convirtieron en los auténticos dueños del universo “bucareliano”.

Avenida, hombres y mujeres que se entrelazan y se recrean en la prosa de Montañez, un mundo que el autor conoció y ahora nos muestra con toda su crudeza bajo la revelación que sólo puede darse en la creación literaria. Revelación-creación distingue al trabajo narrativo de “96 grados…” donde esta histórica avenida es en sí misma materia para la literatura; sombríos lugares donde se comprueba que todo puede ser narrado y alcanza la dimensión de “literario” bajo el sentir del escritor.

“96 grados Bucareli” se conforma de 14 historias cortas ligadas a esta arteria vehicular, y en ellas el autor logra una auténtica desvelación de un mundo dentro de otro, desvela una de las miles de caras de la ciudad de México, con sus propios personajes, que pertenecen a esta urbe, y no obstante, están desentendidos de ella, pues la vida cabaretera de “96 grados…” es introspectiva, con lo mejor y lo peor del ser humano, de este modo lo que ocurre afuera no tiene menor importancia, incluso para el autor, no porque lo menosprecie, sino porque no es oportuno para sus propósitos literarios. La narrativa de Montañez no quiere descubrir o mostrar el sentir de la ciudad a través de una parte de ella, al contrario, se aleja de ésta en su monumentalidad para entrar en uno de sus mundos más denostados por las buenas conciencias, pero desconocido para muchos habitantes del Distrito Federal.

La ciudad y la literatura

Es cierto que la ciudad es un tema literario, el cual es abordado según los intereses del cronista o narrador, pero ¿es literatura urbana sólo porque se escribe sobre la ciudad o alguien se convierte en un escritor “urbano” (término tan en boga hoy) porque escribió una novela que se desarrolla en la metrópoli? Creo que no, el asunto es bastante más complejo, y es que ante estas preguntas “el sentir” urbano no se recrea sólo porque se escriba sobre la ciudad (así como a mí no me convierte en neoyorquino el sólo hecho de mudarme a ese lugar). Narrativamente, el escritor puede ubicarse en la ciudad y no saber cómo referirse a ella, pues puede caer en el error de escribir sobre formas de ser y pensar no propias de la urbe, sino expresarse con un lenguaje y pensamiento totalmente ajenos, por ejemplo el campo, y viceversa, fuera del vasto y complejísimo universo citadino.

En el caso de la ciudad de México, un escritor puede ubicar, con todo derecho, su obra narrativa en esta capital, pero, al mismo tiempo, estar desprovista de lo que ello implica. El mérito de “96 grados…” es que es un libro que tiene sus propias maneras de expresión, no sólo descriptiva sino más allá, en su lenguaje, en la psicología de sus personajes, sus vivencias, en definitiva, un libro que es capaz de asomarse al universo de la cantina y el cabaret, una prosa que halla ese estado conformado a partir del desarrollo de lo que entendemos, nuevamente, como “urbano”, con sus formas de ser y sentir peculiar de una parte de esta gran urbe. Esto nos reafirma la idea de que “lo urbano” tiene sus maneras específicas de manifestarse, aun en la literatura, es sin lugar a dudas un cosmos particular no sólo de la urbe, sino del que posee cualquier ciudad.

“96 grados Bucareli” (editorial Praxis, México, D.F., 2009).

Foto: Enrique Montañez, feliz en la cárcel creativa en la que actualmente desvive.
Azteca 21/Benjamín Solís S.

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