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MEMORIAS DE UN HUAPANGUERO: J. NATIVIDAD LEANDRO CHÁVEZ “EL PALILLO”, MÚSICO DE AJUCHITLÁN DEL PROGRESO, GUERRERO

Por Gregorio Martínez Moctezuma/El Axolote Ilustrado

Ciudad de México. 7 de enero de 2022. Se llega nuevamente el Día de Reyes. En mi corazón atribulado se mezclan indistintamente en este señalado día las imágenes de mi infancia, en que había discusiones bizantinas entre si existían estos seres aureolados de fantasía o eran los papás, y el recuerdo de un músico entrañable, un hombre que el Creador del Universo trajo a mi vida gracias a la música tradicional mexicana y a los hermanos Tavira: El Palillo. Pasados los años, el pragmatismo parece que va ganando terreno a la imaginación e ilusión infantiles y hoy casi ningún niño cree en la existencia de esos seres míticos venidos del Oriente. Al menos los que yo conozco, que ya no poseen ni ese bastión de esperanza en un mundo mejor.

También, conforme pasó el tiempo, El Palillo se fue convirtiendo en mi amigo. Muchas veces pude departir con él en varios lugares, sobre todo en Ajuchitlán, en la casa de la familia Cambrón Figueroa, a la que agradezco siempre su amistad y hospitalidad. Muy pocas veces en La Laja, donde tenía su casa El Palillo, y a la que fui por insistencia de doña Petra, su mujer, a quien recuerdo con grande afecto, pues le daba mucho gusto que fuera a ver a su viejito “a su pobre casa”. Se desvivía por atender a El Palillo. Agradezco infinitamente su cortesía y generosidad. Qué nobleza de personas.

Esto me hace evocar a don Pancho Cambrón, otro amigo entrañable, de los seres que ya no hay y se extraña mucho su presencia. Era, como lo somos todos, multifacético, pero conmigo se portó solamente como amigo, en toda la extensión de la palabra. Y así lo recuerdo hoy, que se abre el cofre de las remembranzas. Vaya un saludo y un abrazo hasta la otra dimensión a don Pancho, quien siempre me hizo sentir en su casa mejor que en mi casa. Todo esto viene a cuento porque Palillo murió un Día de Reyes, el 6 de enero de 2018. Me parece casi increíble que ya hayan transcurrido cuatro años.

Hace poco pedí ayuda en Facebook, pues nuevamente he sufrido la pérdida de un equipo y solicitaba que alguien me donara una PC o me la vendiera en buen precio y a facilidades. No obtuve respuesta. Esta pérdida, sumada a mi reciente mudanza de alcaldía, la cual me ocasionó muchas otras pérdidas, esta pérdida, decía, sale a colación porque implica perder material digital que guardaba en esa computadora. Así, buscaba una fotografía en particular, la cual ya me cansé de buscar y no encontré. Quizás se perdió en esa PC. Pero, bueno, encontré otra que no tenía presente en ese momento.

La que buscaba era una de El Palillo con doña Petra en su casa de La Laja. Es una mañana de noviembre, quizás 2011, 2012 o 2014, no recuerdo bien. Mientras almorzábamos, la señora Petra me contaba detalles y anécdotas de la juventud de El Palillo en tanto la bocina de la caseta Vergara (espero no cambiar este apellido), contigua a la casa, anunciaba llamadas telefónicas a otros lalajenses. Recuerdo esto porque en ocasiones ahí llamaba a El Palillo y ahora ya, supongo, es un negocio venido a menos por los celulares. El amor de esa bonita pareja era un amor impregnado por la música, un amor de toda la vida, de ésos que cada día escasean más. No hablo de un amor perfecto, porque precisamente la señora Petra me contaba cómo había sido de cabrón El Palillo, pero lo contaba sin resentimiento, más bien como en refrendo de su amor, del que sintió desde que conoció tocando a su Nativi, quien tocaba varios instrumentos, no sólo violín. También era interesante ver cómo El Palillo, “Nati”, como le decía su esposa, transformaba su habitual expresión de seriedad y rudeza de músico por la de un apacible hombre mayor, un tranquilo campesino, un dulce abuelito o un hombre cobijado por la calidez del hogar, que todas esas facetas convergían en él esa mañana.

No encontré la foto de El Palillo y doña Petra, quien falleció en 2015; deseo que aparezca en el otro equipo que ahora ocupa mi hijo. Yo desempolvé una vieja y maltrecha PC para seguir mis actividades de edición y escritura. Y aquí encontré, en un cedé, la foto que me sirve de catalizador para reanudar estas amadas memorias, las cuales, lo confieso, confío en reunir pronto en un volumen o varios. Y ahora otra digresión. Esta fotografía de tres músicos me hace recordar una de las que ocupé para ilustrar un artículo que escribí en 2018 para la revista “Generación Anáhuac”, de la Universidad Anáhuac, en la que aparecen El Palillo, Nicolás Santos Flores y Guadalupe Flores Severiano, en El Zacahuaje, tres músicos que fueron parte del Conjunto Regional Ajuchitlán en diferentes momentos. Sobreviven Nico y Lupe.

En la que ahora ilustra esta evocación están, de izquierda a derecha, El Palillo, Cástulo Benítez de la Paz y Santiago Leandro Chávez “Chago”, hermano menor de Palillo, quien apareció en estas “Memorias de un huapanguero” ¡hace 12 años! Chago también fue mi amigo y ya murió. Un gran guitarrista y tamborero, y también tocaba el violín. No recuerdo con precisión la fecha de su muerte, hará unos nueve u ocho años, más o menos, pero nació en 1942. De los tres, ninguno ya está con nosotros. Cástulo y los dos hermanos Leandro eran casi parientes; Cástulo y Chago tocaron, sobre todo el primero, varias ocasiones con don Juan Reynoso. Chago fue parte de un mariachi muchos años en la Ciudad de México y tocó con grandes artistas, como Amalia Mendoza, Irma Serrano, Paco Michel, Javier Solís y Vicente Fernández, entre otros.

La fotografía captura un momento inolvidable de inicios de noviembre de 2009, en Arcelia, Guerrero. Fue en un Son Raíz. Lo tengo bien presente pues en esos días murió otro gran violinista tradicional, don Leandro Corona Bedolla, a quien también hemos evocado en estas “Memorias…”. En uno de esos días de actividades, mientas en el teatro de El Tecolote se llevaba a cabo una reunión para tratar los muchos problemas de los músicos tradicionales, afuera, en la sombra, Palillo, Cástulo y Chago recordaban los tiempos de sus andanzas y así llegaron a evocar sones y gustos que ya no se tocaban. En un momento dado, Chago mencionó un gusto olvidado y Cástulo, una verdadera biblioteca de la música tradicional de Tierra Caliente, comenzó a tararearlo y los hermanos Leandro se emocionaron. Lo instaron a recordar la letra…

Yo me perdí esa mañana de actividades del Son Raíz, pues preferí pasármela bebiendo mezcal con esas leyendas de la música calentana. Más tarde se agregó un músico que también es un icono por sí mismo: Félix Feliciano Rayo, tamborero hasta la fecha del Conjunto Regional Ajuchitlán e hijo de otro violinista Juan Feliciano “El Puneche”, de quien deriva gran parte del repertorio fúnebre que aprendió Palillo y hoy es uno de sus más grandes legados a la música tradicional de México. Ojalá que sí aparezca el libro-disco del Conjunto Regional Ajuchitlán en la colección Testimonio Musical de México del INAH, que lleva años enlatado o en proceso de salir a la luz.

Sé que esa mañana de 2009 en Arcelia tomé algunas buenas fotografías, incluso ya he publicado alguna similar a la de ahora, no sé si grabé algo de audio o algún video, no sé si aún haya vestigio de esa inolvidable mañana arcelense. Lo que sé es que mi amigo Palillo hoy cumplió años de fallecido. Y quise recordarlo nuevamente por medio de estas memorias, ya que, no por mi voluntad, no pude concluir el libro que preparaba sobre él hace algunos años y cuyo material está disperso, perdido en el tiempo… Sin embargo, quizás junte las notas sueltas como ésta y publiqué un librito menos pretencioso con lo que he escrito sobre él y el Conjunto Regional Ajuchitlán.

En tanto, estimado Palillo, tu sonrisa y tus palabras me siguen acompañando con frecuencia, como las incontables tardes en que con don Pancho practicábamos el inocente e inefable deporte de ver pasar guachas bajo el tejado del restaurante Mike, tu violín sigue vibrando en mi corazón y el gusto por la música que cultivaste casi toda tu vida sigue siendo el paradigma que rige el mío, mi gusto. Así, pues, parafraseo lo que dijiste poco antes de morir y como se dice en la Huasteca, “Que siga la música, huapangueros” y añado: “Que viva El Palillo, ese gran músico de Ajuchitlán”, pues tu recuerdo, el de tu esposa, el de don Pancho, me hacen afirmar que sí existen los Reyes Magos y que aún creo en ellos y en la amistad, a pesar de los pesares, como cuando era un niño…

Fotografía: El Axolote Ilustrado/Azteca 21.

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