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“Memorias de un huapanguero”: - December 22, 2021

MEMORIAS DE UN HUAPANGUERO: HUGO REYNOSO AGUIRRE (4/12/1957-20/12/2021)

Por Gregorio Martínez Moctezuma

Fotografía: #ElAxoloteIlustrado

Ciudad de México, 21 de diciembre de 2021. El tiempo es un remolino que nos hace girar y nos permite ver de manera parcial lo que llamamos realidad. Ese constante movimiento y esa parcialidad que percibimos es lo que va conformando nuestra vida, nuestra memoria, nuestros recuerdos. Momentos que vuelven a girar y a veces se nos quedan fijados para siempre. De manera aleatoria, arbitraria. Tiempo somos; en recuerdos y olvidos nos transformamos.

Tiempo, un túnel en el que nos sumergimos sin saber el final de nuestro recorrido vital. Casi como la música, que sólo existe en el tiempo, aunque permanece en la memoria, en nuestros recuerdos. Conforma, moldea e integra muchos de nuestros actos, a veces hasta nuestra vida. Hoy quiero lanzar unas piedras contra el tiempo, a ver si logro desterrar el olvido, aunque sea por unos breves minutos, que bien vistos son como pepitas de oro. Valiosos. Dignos de aglomerarlos, fundirlos.

Hoy quiero entonar una elegía por un amigo. Si la amistad es un tesoro, este amigo es una de mis más valiosas joyas. Hugo Reynoso Aguirre tuvo un destino que afrontó lo mejor que pudo: ser hijo de una leyenda. Esto no es nada sencillo, sobre todo si aclaramos que nos referimos a una leyenda viva y eterna, como es el caso de su padre. Quizás, transcurrido el tiempo, admitamos que fue el hijo que continuó la leyenda e incluso la amplió. Labró su propia leyenda, aun a costa de su propia vida. Esa leyenda nace de ser un músico que pasó por múltiples géneros y agrupaciones musicales, de haber tocado y conocido a todas las leyendas que hoy forman parte del panteón musical calentano, y a las que no trató de manera personal, las conoció de viva voz por su padre.

Que yo sepa, no había nadie como él para dar referencias de músicos, incluso de dinastías musicales de la región. O tal vez sólo Ángel Huipio Santibáñez, por quien antes hemos tirado lágrimas y piedras ante el frío y gris olvido. Debe de haber otras personas más que sepan mucho del tema, pero no las conozco. Sólo por Hugo pude escuchar de leyendas como José Corona o Pancho Alvarado. De las virtudes extraordinarias de Bardomiano Flores, a quien evocaba como el Bravito y como un violinista excepcional. Hugo era mesurado para emitir juicios, muy respetuoso, pero sabía el lugar que ocupaba cada músico que sostenía la tradición de la música regional o tradicional, a la que algunos llaman de arrastre. La de tamborita. Pero también la que no la incluía.

Además, algo poco común en cualquier parte, era un buen lector. Poca gente comprendía, pienso, el papel que desempeñaba el maestro Hugo Reynoso en la conservación del patrimonio musical tradicional de Michoacán y Guerrero. Muchos sólo veían soberbia en su grandeza. Muchos más, quiero pensar, veíamos el baluarte de una tradición que, sin su presencia y sabiduría, vuelve a sacudirse. Seguirá, sin duda, pues la tradición es un río que suena colectivamente, sin embargo, cuando se pierde uno de sus elementos distintivos ocurre como dice del agua derramada una canción emblemática de la región. Y hay más agua, pero ya no es igual, aunque es la misma en apariencia. Si no, que me desmienta el gran padre de la región: el Balsas.

Yo sólo soy un huapanguero, alegre por definición, y hoy triste por las verdaderas pérdidas irreparables de nuestro patrimonio. Tu muerte me hace retomar mis memorias, estimado amigo. Triste también por las circunstancias. Digo huapanguero porque me gusta el huapango, o el fandango, que en este caso me refiero a lo mismo. Ojalá que los recuerdos del maestro Hugo se recuperen pronto en forma de libros o discos, más que de homenajes o eventos, pues me aseguraba que tenía muchas libretas con apuntes y grabaciones caseras o piratas de esas leyendas que sólo viven en el corazón de los que amamos ser huapangueros, simples aficionados a la música tradicional de México. Y que algún beneficio llegue a sus deudos.

También deseo que los pocos o muchos alumnos que tuvo lo emulen. Fue conocido como músico, y de los buenos. Una vez en Zirándaro un amigo que toca muy bien la guitarra le dijo que era un honor tocar al lado de tan gran guitarrista. “El mejor de la Tierra Caliente”. Hugo, apenado, negó serlo. No sé si lo era, pues es sabido que en cada pueblo de Guerrero hay unos muy buenos. Lo que sí sé es que, como pocos, llevó a muchos lados su talento, en México y el extranjero. Y alumbró agrupaciones, les dio parte de su brillo. Seguro no fue el mejor maestro, pues él mismo me llegó a confiar que a veces no tenía toda la paciencia requerida, pero de que tuvo alumnos, los tuvo, y no pocos.

Como amigo, a mí me prodigó horas de charlas, anécdotas y vivencias, que sólo interrumpimos por el hilo cada vez más delgado de su voz. Tuvo alegrías inmensas. Hondas penas, familiares y pecuniarias. Hace años llevo pidiendo a las autoridades correspondientes que músicos como él sean recordados y estimulados económicamente por su labor. Son tesoros patrimoniales. Se están acabando y la Nación, esa entelequia, como si nada.

Sigo tirando piedras contra el silencio, contra el olvido. Arando en el agua, en el tiempo. Querido maestro y amigo Hugo Reynoso Aguirre, descansa en paz, tu obra permanecerá, pues escribiste tu nombre por méritos propios en las páginas del tiempo de la música de Michoacán y Guerrero, de México. Hasta siempre, que la Luz te acompañe e ilumine a todos tus seres queridos que padecen tu ausencia.

Comentarios: elaxoloteilustrado@gmail.com

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