Estragos de la guerra comercial

En México, por ejemplo, el acero y el aluminio que con el Tratado de Libre Comercio (TLCAN) gozaban de cero impuestos, pasaron a gravarse con aranceles.

            Para Guillermo Vogel, líder de Canacero, hay una “grave situación que afecta a nuestro sector industrial creada por la aplicación de aranceles del 25% bajo la medida 232 impuesta por los EU”.

México, reiteró Vogel, no representa riesgo alguno de seguridad nacional para Estados Unidos, “dicha medida artificial es francamente incongruente con los principios de libre comercio y es un precedente lesivo que vulnera el libre mercado de la región”.

Como resultado del proteccionismo norteamericano, las exportaciones de acero de México hacia Estados Unidos, han caído en un promedio del 30%, mientras que las de Estados Unidos  a México se han mantenido y en algunos productos han crecido, incrementando el déficit de dos billones de dólares que México tiene con el país vecino.

En España, las padecimientos acontecen en el sector olivarero, desde hace meses atrás sus productores traen una pugna con las autoridades comerciales estadounidenses debido a que les elevaron los aranceles para la aceituna de mesa que pasaron del 21.6% al 34.79 por ciento.

Prácticamente, me explicó Rafael Sánchez de Puerta, subdirector de Dcoop, con ello quedan “fuera del mercado americano” y les deja la opción de pelear a través de la Unión Europea (UE) para conseguir una defensa ante la OMC y en segunda instancia, buscar otros mercados.

Además les ha creado distorsiones internas porque los productores traen un excedente de producción que seguramente afectará a la recogida de la oliva en la campaña de 2018/2019.

Dcoop es el mayor grupo productor mundial de aceite de oliva virgen extra y de aceitunas de mesa, varias de sus cooperativas empiezan a resentirlo en sus balances contables, y es que “50 millones de kilos de aceituna negra se han quedado sin salir este año”.

 

“Las políticas arancelarias de Trump contradicen todo lo que se había conseguido hasta ahora no sólo en Estados Unidos sino a nivel mundial; todos hemos padecido problemas con otros  países por diferencias con los costos de mano de obra, sin embargo, no contribuye a la globalización imponer aranceles y sanciones”, me dijo el empresario.

Entrevistado en su oficina de Córdoba, Sánchez de Puerta, manifestó su temor porque pueda desencadenarse a nivel mundial una espiral de acción y reacción: “Lo que hay que hacer es ser más competitivos, más eficientes y productivos”.

De la guerra comercial, refirió que en la UE  la sensación es de  “amenaza  constante” y en especial hay cierto “pánico” cuando Trump merodea la idea de subir los gravámenes a las importaciones de automóviles.

A COLACIÓN

Ni Estados Unidos se libra del efecto boomerang en una economía altamente interrelacionada, vertebrada con cadenas de valor en diferentes países, con procesos deslocalizados geográficamente:  los productores de soja estadunidenses no ven aquello de “ganar, ganar y ganar”,  las exportaciones de soja a China han bajado un 1.2% en septiembre.

El Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA por sus siglas en inglés) advirtió de un efecto en los inventarios de los productores locales “que serán un 51% mayores de lo estimado un mes antes”.

En un editorial, Bloomberg, reveló que la factura del proteccionismo estadounidense “ya afecta el valor de la producción agrícola de este país, tan sólo los productores de soja perderán al menos 3 mil 200 millones de dólares durante la próxima temporada agrícola”. 

Existen  muchos más casos de  cómo el proteccionismo no será nunca la mejor decisión,  la Casa Blanca pretende ignorarlo obviando igualmente las lecciones del pasado, lo hace con cierto aire de superioridad arrojando a la aldea global sus primeros cubitos de hielo.

Directora de Conexión Hispanoamérica, economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales 

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