Espionaje desestabilizador

Buena parte de la administración del mandatario Barack Obama (20 de enero de 2009 a 20 de enero de 2017) se vio marcada por sendos reproches de líderes de varios países que acusaron a Washington de estar detrás de las escuchas y grabaciones telefónicas a multitud de políticos.

            La filtración a la prensa mundial del famoso caso Wikeleaks, la dio Edward Snowden, un especialista que formaba parte de la Agencia Nacional de Seguridad estadounidense (NSA, por sus siglas en inglés) y que en un acto de venganza contra sus empleadores difundió  20 mil documentos de Global SIGINT (dedicado a la inteligencia de señales) revelando  “un espionaje masivo” a millones de ciudadanos europeos y a una docena de líderes de primer nivel político.

            La sensación de vulnerabilidad corrió por las rúas  del viejo continente, en Alemania, la propia canciller Angela Merkel llevaba largo tiempo con las comunicaciones intervenidas tanto en su teléfono fijo como en su celular… y no solo ella, también sus antecesores: Helmut Kohl y Gerhard Schroder.

Ya no es únicamente obtener información exclusiva, íntima, delicada y altamente clasificada como “confidencial”, los mercaderes de secretos pretenden provocar una desestabilización del sistema democrático; al menos eso es lo que los políticos de la Comisión Europea argumentan al respecto de la hipotética injerencia rusa, hoy por hoy, su mayor obsesión.

            En opinión de Javier Jiménez Olmos hay demasiados intereses en juego por todas las partes implicadas “como para creer todo lo que se dice, incluso las informaciones provenientes de fuentes oficiales”.

            A juicio del doctor en paz y seguridad internacional, algunos ciberataques que autoridades occidentales han achacado a Rusia, siempre han sido  negados:

“La autoría de estos ataques es difícil de demostrar, y si esta guerra se está librando puede que no sea en una sola dirección, como también ha quedado demostrado por el espionaje a que ha sometido Estados Unidos incluso a sus propios aliados franceses y alemanes”.

            Para el también miembro del Seminario de Investigación para la Paz de Zaragoza, lo que acontece en el espectro europeo no es prueba de un relajamiento en la seguridad europea.

            “Si en algún tiempo hubo relajación ha desaparecido. A la vista de todas las posibles amenazas, todos los países han incrementado sus defensas cibernéticas. Se han dotado de más medios a los servicios de contrainteligencia y se están comenzando a coordinar mucho mejor entre los europeos y la OTAN las medidas para combatir este fenómeno”, afirmó.

A COLACIÓN

            Hace unos días atrás hablé con Jiménez Olmos, él me comentó que las campañas electorales son muy complejas y que los candidatos usan cada vez más las redes sociales para influir en sus votantes.

 “El problema es detectar de donde proviene la manipulación y a qué intereses obedece. Así la cuestión es saber hasta qué punto Rusia o cualquier otro Estado puede influir en las decisiones electorales. No hay que olvidar tampoco los poderes económicos, con grandes negocios en diferentes países que también pueden la tentación y la acción de actuar en el espectro cibernético a favor de sus intereses”, me dijo.

            Respecto del espionaje ruso en territorio europeo, añadió reflexivo que: “La historia nos demuestra que ni los buenos son tan buenos ni los malos tan malos. Por tanto, la versión canónica occidental debe ser contrastada con la proveniente de Rusia. El espionaje ruso, como todos los espionajes pretende tener información de todos los posibles enemigos, entre los que a veces se incluyen los propios aliados, por si acaso. No se ha demostrado que Rusia quiera desestabilizar Europa, aunque en el juego de las relaciones internacionales no se descarta, como tampoco se descarta que lo que llamamos Occidente también quieran hacer lo propio con las zonas de influencia rusa. Así que no se descarta esa llamada Guerra Fría 2.0, que de haberla sería en todas direcciones”.

            Y no bastará con las expulsiones de diplomáticos, esgrimió Jiménez Olmos, dado que suceden y sucederán por ambos “bandos como ocurrió en la histórica Guerra Fría”.

“Cruces de acusaciones y represalias recíprocas. Habrá que acostumbrarse y desde luego no serán suficientes para detener la escalada de espionaje cibernético. Por otra parte esta “guerra” será más complicada porque no se necesita en la mayoría de los casos traspasar fronteras geográficas para ejecutar acciones de espionaje”, añadió.

Las guerras híbridas en acción, no hay bombas de racimo pero sí artillería digital y es tan efectiva que sus principales objetivos pasan por atacar a los grandes organismos internacionales,  las instituciones más relevantes y las organizaciones políticas. Crear desconfianza ciudadana para, en la conmoción, minar la fe en su propio sistema, y sembrar el caos  que una vez liberado vuela con alas propias.

Directora de Conexión Hispanoamérica, economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales

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