Todos los periodistas

La UE se sacude preocupada porque las violentas muertes de periodistas suceden en sus huestes, y no debería, y entonces le parece que es momento de manifestarse vía el Parlamento Europeo, para buscar a través de la legislación –de la mano de las leyes- un paraguas de protección tanto para la libertad de expresión como para aquellos profesionales que la defienden con honor.

            Con honor y con verdad, porque hay un abismo de diferencia entre el comunicador servil que usa el gatillo informativo para defender tanto su posición ideológica como la marca de su casa editorial sea radio, televisión o prensa escrita.   

            La jauría sólo sirve para descalificar, insultar, crear confusión, hacer alharaca sin contribuir un ápice al periodismo; la jauría que se sirve del carné de periodista sin merecerlo; simplemente se convierte en asesino a sueldo de su empresas “porque o haces lo que te digo o te recorto el sueldo o te despido o sin mí, el corporativo, tú no eres nadie”.

            Después del lado oscuro está el lado que cree en la verdad por encima de todas las cosas, que se traga su posición ideológica y desmarca sus notas, despolitiza sus comentarios y no editorializa nada más deja que la noticia por sí sola flote… se eleve y tome su forma. Ningún lector, oyente o televidente sería si quiera capaz de adivinar la posición ontológica, metafísica, política o ideológica del periodista que hay detrás de esa información.

            Lograrlo es dificilísimo pocos son los agraciados que pueden hacer de su propio nombre, su mayor activo de credibilidad, y en tiempos confusos y amenazantes, lo es aún más.

            Que la UE se pronuncie esta semana a favor de buscar una forma de blindar el periodismo y la libertad de expresión contra los nubarrones me parece que llega tarde.

            Muy tarde porque así como el cielo es de todos, esto es, no está parcelado por países sino que compartimos sus efectos positivos o negativos en todas partes; así acontece con el periodismo: allá dónde es perseguido, cercenado, asesinado o coartado un periodista, el detrimento  va en contra de toda la Humanidad. Nos lacera a todos.

A COLACIÓN

            El periodismo es necesario para evitar atrocidades, para lubricar la democracia, para evitar que únicamente se cuente la versión oficial de las cosas; para darle a la gente  opciones informativas.

            Por eso no debe haber ley mordaza, mucho menos en tiempos en que las #FakeNews han surgido precisamente para crear confusión entre la gente; para diluir la verdad y porque debemos evitar que una mentira contada miles de veces termine siendo una verdad.

            En Europa llevan cuatro asesinatos de periodistas en menos de un año: en Turquía, Jamal Khashoggi, entró en el consulado saudita en Estambul  (el pasado 2 de octubre)  para recoger unos papeles que necesitaba para casarse en Turquía… y no volvió  a salir.

            Antes, la  comunicadora Victoria Marinova, su cadáver fue hallado violado y con un gran golpe en la cabeza, cerca del Danubio en la ciudad búlgara de Ruse.

            La joven Marinova conducía un programa de periodismo de investigación para el canal TVN, y el pasado 30 de septiembre denunció en él un caso de corrupción por parte de una empresa privada del sector de la construcción sospechosa por estafar con fondos europeos.

            Pero hay más muertos: en febrero de este año, asesinaron a Jan Kuciak, el periodista eslovaco, investigaba los nexos de la mafia calabresa con la política de Eslovaquia. Lo batieron a tiros. 

            Y hace un año, Daphne Caruana, periodista de Malta, murió por una bomba en su auto, ella indagaba en los papeles de Panamá y en sus nexos con los empresarios de Malta.

            Un  periodista asesinado –no importa el sitio- atenta contra la democracia y la salud cívica e informativa del mundo… porque la libertad de expresión como el cielo, no está parcelado.

Directora de Conexión Hispanoamérica, economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales

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