INAH ratifica al Códice Maya de México, antes llamado Grolier, como el manuscrito auténtico más antiguo de América

De acuerdo con estudios se  ha definido que el códice es prehispánico y tiene una antigüedad calculada por radiocarbono entre los años 1021 y 1154 de nuestra era (periodo Posclásico Temprano), a la vez que debió tener una vida útil de aproximadamente 104 años. Todo ello lo convierte en el códice prehispánico más antiguo conocido.

Con sede en el auditorio Fray Bernardino de Sahagún del Museo Nacional de Antropología (MNA), el simposio tiene el objetivo de resumir y presentar los resultados de un proyecto multidisciplinar e interinstitucional que, desarrollado entre 2017 y 2018, dirigió la Coordinación Nacional de Museos y Exposiciones del instituto (CNME).

El antropólogo Diego Prieto refirió que, liderado por Baltazar Brito Guadarrama y Sofía Martínez del Campo, de la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia (BNAH) y la CNME del INAH, respectivamente, tal proyecto convocó a expertos de la UNAM, el Cinvestav Querétaro y la Universidad de Colorado, en Boulder, para indagar en el texto, cuya autenticidad se ponía en duda por dos cuestiones principales: que se obtuvo a partir de un saqueo, por lo que no existen registros arqueológicos de su contexto original; y que su estilo difiere de otros códices mayas conocidos y probados auténticos.

Así, expuso Sofía Martínez del Campo, se hizo un registro fotográfico detallado, además de que se practicaron exámenes de datación, materiales, entomología, iconografía, microscopía electrónica, caracterización químico-mineralógica, morfometría, cronología, estilo y simbolismo, entre otros, “privilegiando en todo momento la conservación”.

Baltazar Brito aseveró que, en virtud de estos resultados y de su comprobación ante órganos internacionales como el laboratorio Beta Analytic, el documento debe en adelante cumplir con tres mandatos: uno, que se trata de un documento original; dos, que en adelante debe ser nombrado Códice Maya de México; y tres, que debe reconocerse como bien arqueológico y permanecer en resguardo de la BNAH, cuya Colección de Códices cuenta con el nombramiento de Memoria del Mundo, otorgado por la UNESCO en 1997.

Añadió que los 10 pliegos del códice —que miden, en promedio, 12.5 centímetros de largo y se teoriza debieron pertenecer a un conjunto de por lo menos 20 pliegos— tienen como soporte tres capas de corteza de papel amate.

Los especialistas, apoyados en estudios previos que habían identificado la presencia de colores como el negro y el rojo, encontraron también la presencia de colores azul maya y pigmentos basados en grana cochinilla, además de restos de gotas de una resina de chapopote con la que, mencionó Martínez del Campo, se rociaba a los objetos de carácter ritual en el pasado.

Acotó que el estudio hecho por la antropóloga física del INAH, Josefina Bautista, concluyó que los rasgos de las figuras humanas del códice pertenecen al estilo maya-tolteca del Posclásico Temprano, y no guardan similitudes con el naturalismo maya del Clásico Tardío que se observa en, por ejemplo, el Códice de Dresde, con el que se le ha comparado.

Esto, dijo, es comprensible dado que el Posclásico Temprano fue una época de crisis en Mesoamérica originada por la caída de Teotihuacan hacia el 650 d.C., en la que sobresalieron las pequeñas comunidades lideradas por guerreros y que llevó al área maya el estilo tolteca del centro del actual México.

“Por mucho tiempo, los detractores del códice destacaron que el estilo no era maya y que era ‘el más feo’ en cuanto a trazos y color, pero tal austeridad se explica por la época, es decir, si uno vive con carencias, echa mano de lo que tiene para producir obras”; resaltó al hablar también del contenido del texto, un calendario adivinatorio sobre el ciclo de Venus, tema relacionado por sí mismo con los augurios de buenas cosechas y la predicción climática, fundamentales para los antiguos en tiempos de escasez.

Historia reconstruida

El 1 de abril de 1974, el entonces director del MNA, Ignacio Bernal, recibió una carta que narraba: “si no mal recuerdo, a mediados de 1964 me telefoneó un individuo quien dijo haber heredado de su abuelo un libro con dibujos de los antiguos, y que como había sabido que me gustaban las cosas viejas, pensó que podría interesarme”.

La misiva era del economista y coleccionista de antigüedades Josué Sáenz, cuyas peripecias para adquirir lo que ahora se conoce como Códice Maya de México —mismas que habrían incluido un viaje a Villahermosa, Tabasco, y un traslado cuasi novelesco en una avioneta Cessna—, fueron compartidas por el etnohistoriador Baltazar Brito Guadarrama en la conferencia inaugural del mencionado simposio.

El también director de la BNAH hizo un recuento de los numerosos estudios y las encontradas opiniones, entre ellas las de José Luis Franco, Eusebio Ruvalcaba, Erik Thompson, Michael Coe y Mercedes de la Garza, entre muchos otros académicos, que estudiaron e impartieron juicios de autenticidad en torno al texto desde su anuncio al público en la exhibición Ancient Maya Calligraphy, realizada en el Club Grolier de Nueva York, y dada a conocer por el New York Times el 21 de abril de 1971

En 1974, Sáenz entregó el códice al MNA con la finalidad de que se le practicasen pruebas de autenticidad y, si éstas resultaban favorables, donarlo a la nación a nombre suyo y de su esposa.

Brito detalló que desde entonces se resguarda en la BNAH, donde en la actualidad permanece y puede ser consultado con fines académicos si se cumple con los requerimientos de la biblioteca y, ahora como bien arqueológico, si la visita se dictamina positivamente por el Consejo de Arqueología del INAH.

Tener la certeza de que es el documento prehispánico más antiguo de América —pues acotó que únicamente en el área mesoamericana se produjeron libros o pliegos de papel con diversos fines— resalta porque son pocas las obras de este tipo que han sobrevivido al paso del tiempo. Muchas de ellas fueron destruidas en el siglo XVI por un auto de fe encabezado por fray Diego de Landa, quien las consideraba heréticas o incluso se perdieron en épocas prehispánicas dentro de las guerras de antaño, mencionó sobre este particular que se sabe que huestes tlaxcaltecas quemaron numerosos archivos texcocanos.

 

Al día de hoy, agregó, solo se conocen tres códices prehispánicos más, denominados Madrid, Dresde y París, por las ciudades donde se resguardan. “El Códice Maya de México es el cuarto códice, pero dada su antigüedad bien podríamos reconocerlo como el primero”.

En septiembre, exposición al público del códice

El coordinador nacional de Museos y Exposiciones del INAH, José Enrique Ortiz Lanz, anunció que el Códice Maya de México será mostrado al público durante un mes, del 27 de septiembre hasta fines de octubre, en el marco de la Feria Internacional del Libro de Antropología e Historia (FILAH).

La muestra temporal El Códice Maya de México. Eslabón, fuente y testigo, se inscribirá en el ciclo “Una pieza, una cultura”, el cual ofrece al visitante la posibilidad de adentrarse a una cosmovisión entera mediante la contemplación de un solo objeto, apoyado por herramientas multimedia.

Agregó que para observación directa en la Sala Introductoria del MNA, el elemento se colocará en una vitrina a la que se le extraerá el oxígeno y se le inyectará nitrógeno, ello a fin de evitar daños por oxidación y exposición a la luz, además de que tendrá niveles controlados de temperatura y humedad. El acceso será con el boleto de entrada al museo.

También dentro de la FILAH se dará a conocer el libro El Códice Maya de México, antes Grolier, publicación que además de reunir los artículos académico-científicos comentados, incluirá una edición facsimilar del texto prehispánico.

Cabe añadir que el simposio homónimo continuará este 31 de agosto con la participación de especialistas de la BNAH, la UNAM y la Universidad de Colorado, quienes abordarán los múltiples análisis que se practicaron al documento. El acceso es libre.

A la presentación asistieron también Aída Castilleja González, secretaria técnica del INAH; Pedro Francisco Sánchez Nava, coordinador nacional de Arqueología; Antonio Saborit, director del MNA; y Adriana Konzevik, coordinadora nacional de Difusión del instituto.

Fuente: (INAH)

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