En el Templo Mayor se recrea el entierro de Tz’ak-b’u Ajaw, “La Reina Roja”, ataviada con la mayor parte del ajuar con que fue inhumada

En la inauguración de “La Reina Roja. El viaje al Xibalbá”, que permanecerá en el recinto capitalino hasta el 9 de septiembre, Diego Prieto Hernández, director general del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), manifestó que parte del misterio que envuelve a la antigua Lakam’ha —nombre original de la urbe y que significa “Lugar de las grandes aguas”— llega al recinto sagrado de los tenochcas, vinculando así dos universos simbólicos, el maya y el mexica.

La exhibición del ajuar funerario de la Reina Roja, para el cual se realizó una reproducción contemporánea de la cámara mortuoria del Templo XIII de Palenque, que  fue destinada hace mil 346 años a su reposo eterno, es un ejemplo de cómo esa tarea silenciosa y dilatada que suele ser la investigación, se convierte en una vía para acercar el pasado prehispánico a las nuevas generaciones, de una manera fidedigna y lúdica.

Expresó que desde que fuera descubierta en 1994, la Reina Roja y todos los elementos que le fueron dispuestos en sus exequias, han sido producto de una investigación interdisciplinaria encabezada por el INAH, una institución comprometida en hacer partícipe a la sociedad mexicana de estos trascendentes hallazgos. Una función que cumple a cabalidad gracias a los 850 profesionales que conforman su planta de investigadores y que es la más grande de Latinoamérica.

“El arqueólogo Arnoldo González Cruz y los miembros de su equipo realizaron hace 24 años, un descubrimiento singular que escribió un capítulo más, de la ya exitosa historia de la arqueología de nuestro país. En la investigación científica el azar ayuda, pero la formación es fundamental; el INAH no investiga en parcelas separadas y eso nos permite dar resultados como éste.

El titular del INAH puso énfasis en que “la abundancia de información que la tumba de Tz’ak-b’u Ajaw nos ha proporcionado, es innegable. Desde la procedencia de la malaquita y otros minerales que componen su máscara, tocado y ajuar funerario, hasta la vida, obra y muerte del personaje, permitiéndonos comprender el papel de la mujer dentro de la realeza maya”.

Al respecto, Patricia Ledesma, directora del Museo del Templo Mayor (MTM), comentó que el rojo profundo de las paredes en la Sala de Exposiciones Temporales,  pretende generar la impresión del exterior y el interior de la tumba, así como los restos óseos del personaje, que fueron cubiertos enteramente por cinabrio, lo que inspiró el nombre de Reina Roja.

A diferencia de su presentación en “Golden Kingdoms”, muestra que se presentó en los museos J. Paul Getty y Metropolitano de Arte de Nueva York, en Estados Unidos; en el montaje preparado por el MTM, el ajuar funerario de la Reina Roja es la obra estelar, y a su vez, el “leit motiv” para abordar la cosmovisión maya en torno al inframundo, la cual en más de un aspecto es similar a la mexica, pese a que ambas culturas no compartieron ni tiempo ni espacio.

“Más que el final, la muerte en la época prehispánica era un paso natural en la transformación de la existencia, el cuerpo se desintegra y el espíritu se dispone a recorrer un largo camino para llegar al Xibalbá, el inframundo maya. El trayecto es largo y lleno de pruebas, que se superan con la ayuda de los objetos que acompañan al difunto en su entierro como mantas y vasijas, además de sus enseres personales.

“La Reina Roja fue estudiada por años y los restauradores Alfonso Cruz y Constantino Armendáriz dedicaron cientos de horas —en distintos momentos— a la restauración de su lujoso ajuar funerario, con el fin de poder exhibir estas piezas con la mayor cantidad de información que la arqueología nos permite recuperar”.

Con la intención de mostrar la sacralidad que envolvió las exequias de esta alta dignataria maya del periodo Clásico, los equipos de museografía del MTM y de la Coordinación Nacional de Museos y Exposiciones del INAH, a cargo de Bianca Moreno Alarcón y Juan Garibay, respectivamente, se dieron a la tarea de reproducir con materiales modernos, las dimensiones del sarcófago en que fue depositado el cuerpo de Tz’ak-b’u Ajaw, el 13 de noviembre del 672 d.C.

Como refieren los informes arqueológicos, la osamenta de la Reina Roja ocupaba casi todo el espacio del sarcófago, de una longitud aproximada de 1.60 m, pues cabe mencionar que este personaje tenía una constitución de media a grácil, contaba con una estatura calculada de 1.54 m y se encontraba entre su quinta y sexta década de vida al momento de su fallecimiento.

El escultor César Cervera colaboró en la creación de un maniquí hecho en fibra de vidrio, que simula las características físicas de Tz’ak-b’u Ajaw, entre ellas su deformación craneal y su abultado peinado. Esto con base en los análisis antropométricos hechos por especialistas como Arturo Romano y Vera Tiesler, y también en la propia iconografía que existe sobre el personaje, por ejemplo, los tableros del Palacio en Palenque o los que se encuentran en la institución Dumbarton Oaks (Estados Unidos), donde aparece retratada.

Sobre el maniquí que reposa en la réplica del sarcófago, están dispuestos la mayor parte de los elementos que integraron el ajuar funerario: la máscara facial de malaquita y el collar de la Reina Roja, trabajados hace unos años por el restaurador Juan Alfonso Cruz. 

A estas piezas se suman otras restauradas recientemente por Constantino Armendáriz, miembro del Proyecto Arqueológico Palenque: el elaborado tocado que representa al dios Chaac (formado por 103 teselas de jadeíta, 14 piezas de concha y 37 pequeños fragmentos de caliza), el k’ub o pectoral de varias hiladas de cuentas de jadeíta y concha; una diadema doble frontal, un par de orejeras y una valva de Spondylus en cuyo interior se encuentra una figurilla de piedra caliza, posible retrato de la señora Tz’ak-b’u Ajaw.

El recorrido por la exposición empieza con una breve explicación sobre la ciudad maya de Lakam’ha, capital de una poderosa dinastía que gobernó un extenso territorio ubicado en los actuales estados de Chiapas y Tabasco. Después se aborda al personaje, cuyo papel fundamental era perpetuar el linaje real. La esposa de Pakal fue madre de dos gobernantes sucesivos: Kan B’alam y K’inich K’an Joy Chitam.  Los siguientes apartados son “El camino al Xibalbá” y “El ajuar de la Reina Roja”

Miguel Ángel Vázquez del Mercado, director del Museo de Sitio de Palenque, Alberto Ruz L’huillier,  dio a conocer que tras su estancia en el Museo del Templo Mayor, el ajuar de la Reina Roja retornará a su recinto original, donde contará con un nuevo montaje para su exhibición, retomando parte de los elementos museográficos presentados en el museo hermano del INAH.

Cabe mencionar que las tumbas de la Reina Roja y de Pakal son las más grandes y elaboradas de Palenque, ambos personajes fueron acompañados en su viaje al inframundo de individuos sacrificados. Asimismo, les fueron colocadas máscaras mortuorias, diademas, cuentas de jadeíta, perlas y hachuelas; a más de que sus sarcófagos estaban pintados de rojo cinabrio.

Dibujos reconstructivos de este contexto realizados por Constantino Armendáriz, así como fotografías de las piezas que integran el ajuar, una serie de imágenes capturadas por el artista Michel Zabé, recientemente fallecido y quien dejó un legado único en el registro del patrimonio cultural, complementan la exposición “La Reina Roja. El viaje al Xibalbá”, que puede visitarse de martes a domingo, de 9:00 a 17:00 horas.

Fuente: (INAH)

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