Más comercio, menos guerras y más PIB

De acuerdo con información  de la Organización Mundial del Comercio (OMC) a la fecha imperan 24 grandes acuerdos multilaterales; nada más en el período de 1948 a 1994 el GATT recibió 124 notificaciones de acuerdos regionales  de comercio.

            La mayor dinámica al respecto se ha detonado  a partir de la mutación del GATT en la OMC en  1995 porque, desde entonces a la fecha, perviven  más de 400 acuerdos bilaterales y trilaterales en la gran aldea global.

            Las pedradas de Estados Unidos, con su nuevo viraje proteccionista, y las de Reino Unido -con el Brexit- no serán suficientes para destruir décadas de avance progresivo de reducción arancelaria, de desregulación impositiva en materia del comercio internacional y de construcción de un andamiaje de voluntades para llevar a cabo intercambios comerciales dinámicos y lo menos distorsionadores posibles.

            La realidad es que la historia económica desdibuja episodios de rispideces y tensiones cuando dos o más países (entre ellos) comienzan a ponerse trabas para comerciar; los impedimentos y las sanciones terminan en guerra.

            El libre comercio es, por ende, el mejor armisticio en pro de la paz: más comercio, menos armas, mayor pacificación y más desarrollo. Si en el alba del siglo XXI vivieran David Ricardo y Adam Smith muy seguramente quedarían sorprendidos de los artificios al alcance de una economía para alterar el cauce natural del intercambio comercial; sobre todo para pertrecharse y entorpecerlo.

            Lo que una economía produce mejor que otra se traduce en una ventaja comercial que le permitirá además obtener más bienes de otro bien en el que sea menos competitivo; y lo hará utilizando  un menor volumen de mercancías producidas.

            David Ricardo desmenuzó  las ventajas de la especialización en la producción de determinados artículos, bienes y mercancías; en tanto que Adam Smith decidió deconstruir las ventajas comparativas y competitivas.

            Una teoría más vigente que nunca, de la que reniega el propio presidente de Estados Unidos, Donald Trump, con su dedo acusador contra China señalándolo como culpable de buena parte de su déficit comercial que al cierre del año pasado escaló a los 375 mil millones de dólares en su posición de intercambio con el gigante asiático.

            Desde que arrancó el año, Washington presiona a Beijing, buscando que el presidente Xi Jinping establezca controles internos para reducir en 100 mil millones de dólares el déficit comercial de la Unión Americana. La respuesta china ha sido clara “que trabajen más los norteamericanos” esto es, que sean más productivos.

            Para Trump, al no hacerle caso China a su “amable petición”, la estrategia pasa por recurrir a políticas internas para proteger a su industria y a sus productores ante el embate comercial.

A COLACIÓN

            Hace unos días, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), en la clausura de los trabajos de las Reuniones de Primavera de 2018 emitieron un comunicado conjunto subrayando la necesidad de acabar con “las desigualdades del comercio mundial”.

            El FMI aprovechó para anunciar un aliento en las expectativas del PIB de América Latina y el Caribe en 2018 ajustándolo a la alza al 2%, empero, omitió  hacer clara alusión a la palabra proteccionismo, si bien destacó que todos los países concuerdan que “el objetivo final es tratar de aprovechar las ventajas del comercio libre y justo”.

            El fantasma del  proteccionismo tampoco, en su momento, mostraba  atisbos de ser total protagonista cuando también la OMC realizó sus previsiones para el crecimiento del comercio global este año: una estimación de entre el 2.1% y en el baremo más optimista hasta del 4 por ciento.

            ¿Qué puede acontecer con el incremento en las barreras arancelarias llevadas a cabo por la Unión Americana y contestadas con la misma severidad por China? Una guerra comercial en ciernes, nada benéfica para la generación de la riqueza ni mucho menos para mejorar la productividad y la eficiencia.

            Fe de erratas: en respeto a los lectores de mi columna muchos son investigadores, estudiantes, analistas que como yo trabajan y analizan datos y se basan en números, en la pasada columna, señalé que la UE  exporta servicios a México por valor de 10 billones de dólares; el dato correcto son 10 billones de euros. Lo siento por el duende…

Directora de Conexión Hispanoamérica, economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales

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