2018: cita con el destino

El decidir, elegir u optar tiene siempre ese pequeño inconveniente adherido e intrínseco: no saber si el voto emitido en las urnas, ese sufragio de confianza hacia un candidato terminará siendo del todo acertado porque la experiencia nos enseña que no siempre ser un gran candidato se traduce en un gran gobernante. 

La mayoría de las veces pasa todo lo contrario, una persona puede ser muy buena para la perorata, para inflamarle los oídos a los potenciales electores con dulces cantos de sirena; y después, ser un pésimo gobernante, lleno de dudas e incapacidades para lo toma de decisiones –muchas delicadas- que demanda el ejercicio del poder. 

Amigo lectores se acordarán del voto del miedo, cuando el terrible asesinato del candidato del PRI Luis Donaldo Colosio, nos instaló desde entonces en la misma maraña circunstancial de Colombia.  Un país al que desde hace años atestiguamos su lamentable violencia, narcotráfico y descomposición social, como simples espectadores, a través de los medios de comunicación. 

Mientras en México la opinión pública abordaba el tema de Colombia como el de un Estado fallido, atenazado por el terrorismo perpetrado por los grupos insurgentes y por los paramilitares, de momento nos sentíamos indemnes, pero la verdad sea dicha de paso, el asesinato del candidato Colosio marcó un punto de inflexión en la vida política del país azteca.

Desde entonces todo ha cambiado, política y económicamente hablando, y el Estado no es mucho más fuerte que antes ni mucho más transparente ni  mucho menos corrupto; y hoy por hoy en ese México de jóvenes millennials de espíritu de oro y arrojo de plomo, ya ni siquiera la pobreza es el principal problema que más nos preocupa, lo es la terrible inseguridad y la falta de un Estado de derecho, duele la lacerante impunidad que cobija a tantos malhechores. 

A COLACIÓN

Después del voto del miedo en 1994 que metió a Ernesto Zedillo Ponce de León en la Presidencia y favoreció desde luego al PRI, en el año 2000 la ciudadanía se atrevió a dar ese gran salto. 

Como candidato del PAN Vicente Fox encendió muchos corazones, abrió una enorme ventana para todos aquellos que deseamos ver un México más próspero y sobre todo con menos inequidades. 

¿Qué recuerda de las elecciones de julio de 2000? Yo, a mucha gente arriba de 55 años de edad, llorando emocionada porque creyó que “morirían sin ver a otro partido que no fuera el PRI gobernando el país”.

Desde luego que Fox como presidente enfrentó toda la terrible inercia que lastra y ata al país en todos y cada uno de sus canales, no se diga desde luego el económico. 

El poder económico manda, gobierna y pone las reglas del juego casi siempre: lo vemos en la globalización primordialmente con el presidente Donald Trump que como empresario llegó  a la cúspide del poder político para defender los intereses de sus amigos; y ha preferido renegar del cambio climático que dejar de engrosar las arcas  de la industria del carbón y de la propia industria automotriz. 

En 2018 hay un nuevo choque de fuerzas políticas, así como de profundos intereses económicos, la llegada de Trump con su equidistancia ideológica y su chocante personalidad están de alguna forma obrando a favor de Andrés Manuel López Obrador y su grupo de MORENA. 

Esto sucederá en la medida que AMLO sepa capitalizar para sí mismo el resentimiento y el rechazo de Trump a los lazos preestablecidos con México en  las últimas décadas.

El sentimiento nacionalista y patriótico exaltado por el magnate inmobiliario, su “America first” puede ser un revulsivo en la campaña política de México el próximo año.  

Y llegará a la Presidencia quien mejor de todos los candidatos utilice dicho argumento nacionalista y patriótico, quien logre cristalizar en votos el rechazo de Trump y la oportunidad de decir que es tiempo para México y para los mexicanos. 

El  dilema moral es que nuevamente acontecerá un rosario de promesas (incumplidas) y el país honestamente no está para perder más el tiempo ni para continuar con ese enorme desbalance social producto de una sociedad donde hay más pobres que ricos. Ya lo hemos visto el NAFTA-TLCAN no ha servido para corregirlo. 

Directora de Conexión Hispanoamérica, economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales 

 

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