Eduardo Matos Moctezuma y Ximena Chávez Balderas deliberan en la FIL del Zócalo sobre el libro “Sacrificio humano y tratamientos postsacrificiales en el Templo Mayor”

El motivo de esta conversación fue la reciente publicación del libro Sacrificio humano y tratamientos postsacrificiales en el Templo Mayor, autoría de Ximena Chávez, que parte del análisis de 99 cráneos hallados en el lado dedicado al dios Huitzilopochtli del principal edificio sagrado de los mexicas, en su mayoría de individuos cuya edad oscilaba entre los 15 y los 40 años, además de los restos de un par de infantes.

El investigador emérito del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Eduardo Matos Moctezuma, explicó que las víctimas no sólo eran hombres, mujeres y niños —lo cual rompe con la idea preestablecida de que las víctimas eran guerreros—, sino también animales. Así lo confirma la autora en su libro, al abundar en el caso de un par de felinos a los que les fue extraído el corazón.

El arqueólogo planteó que quizás el famoso Zoológico de Moctezuma, espacio que debió existir desde periodos anteriores al gobierno de este tlatoani, pudo proveer las plantas y animales requeridos para las ofrendas en el Templo Mayor.

El autor de Muerte a filo de obsidiana anotó que “es muy importante comprender cómo esa aparente práctica necrófila, en realidad tenía relación con una búsqueda de la continuidad de la vida, de la marcha del universo y la aparición del sol en el horizonte. Por eso se inmolaba lo más precioso que se tenía: la vida del individuo”.

Matos Moctezuma conminó a Chávez Balderas a compartir con el público congregado en el Foro Roberto Bolaño, lo que representó para ella analizar tanto la colección osteológica procedente de Templo Mayor, como “experimentar” en cadáveres recientes algunos de los tratamientos post mórtem que debieron ejecutar los sacerdotes mexicas.

No sin antes aclarar que esto se da en el marco de las prácticas de anatomía que realiza dentro del posgrado, el cual cursa en la Universidad de Tulane (Estados Unidos), y que estos procedimientos tienen la finalidad de conformar colecciones de referencia, la maestra especializada en Antropología Física señaló los conocimientos que se obtienen a partir de esta contrastación.

“En este sentido, lo que van a encontrar en el libro es una aproximación con la anatomía, la antropología y la arqueología forense, por eso tiene este toque de ir y contrastar con los restos. Es una manera de comprender, a veces, la distancia que separa el relato histórico, muchas veces exagerado por los españoles para justificar la encomienda, de la evidencia científica.

“Lo que podemos afirmar a partir del análisis osteológico, es que la decapitación se hacía de manera póstuma, porque es un proceso muy lento si se realiza con materiales líticos, recordemos que los mexicas carecían de herramientas metálicas que permitieran una decapitación de tajo. Por eso encontramos vértebras cervicales con 20 o hasta 30 huellas de corte”, señaló la investigadora del Proyecto Templo Mayor.

La carencia de esta tecnología —abundó—, requería por parte de los sacerdotes mexicas un amplio conocimiento de la anatomía humana, de manera que solían recurrir al corte de los discos intervertebrales en sentido antero-posterior (70% de las huellas registradas corresponden a esta técnica); mientras en el caso del sacrificio mediante extracción de corazón, reconocían que el acceso más viable a la cavidad torácica era desde el abdomen.

Al respecto, adelantó que su próximo libro cotejará información sobre la gran cantidad de animales sacrificados hallados en ofrendas, entre ellas las dedicadas al monolito de la diosa Tlaltecuhtli. Junto con su colega, el arqueólogo Israel Elizalde, quien está preparando colecciones de referencia, en este caso en cadáveres de lobos.

En Sacrificio humano y tratamientos postsacrificiales en el Templo Mayor, editado bajo el sello editorial del INAH, da cuenta cómo las cabezas de algunos individuos fueron depositadas inmediatamente en las ofrendas de consagración del Templo Mayor sin más tratamientos póstumos; en cambio, la mayoría fueron descarnadas para conseguir su aspecto esquelético, “estos cráneos podían ser exhibidos e incluso portados como atavíos o pectorales, según lo sugieren los monolitos de las diosas Coyolxauhqui y Coatlicue, entre otros.

“Ahora sabemos, gracias a las investigaciones del Programa de Arqueología Urbana, que muchos debieron provenir del tzompantli, de ahí fueron retirados para colocarlos en torres construidas con cráneos en lugar de ladrillos. Otros tantos eran transformados en las llamadas máscaras-cráneo que después de haber sido usados en otros contextos, terminaron fungiendo como efigies de deidades en las ofrendas de Templo Mayor, junto con otros cráneos”.

Ximena Chávez concluyó que su obra no ataca ni reivindica el sacrificio, sino que busca entenderlo desde una perspectiva antropológica: “El sacrificio sucedió, pero no en los números que los españoles narraron en algunas fuentes. Habla sí, de esa violencia inherente al humano, que en el pasado estaba ritualizada y ahora no lo está. Actualmente es importante conocer las formas de violencia humana y preocuparnos por la crisis de derechos humanos que nos aqueja”.

Fuente: (INAH)

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