Monedas virtuales, ¿riesgosa realidad?

Si como todo apunta será el Banco de Rusia el que de alguna forma las “legitime” aprobando  su uso en  territorio ruso, con este  parteaguas puede abrirse definitivamente una nueva Era -hasta ahora desconocida- para  miles de millones de seres humanos.

            Se trata del paso largo, del gran salto en la historia del dinero, al menos así como le conocemos que llevará a romper con todos los cánones establecidos: de lo tangible a lo intangible y de la realidad a depender de lo virtual. 

            Otro hito en los mecanismos económicos de interrelacionarse entre los seres humanos y una nueva forma de hacer Banca; podría inclusive convertirse en un revulsivo equiparable a la evolución del trueque  al cheque… del cheque al Bitcoin. 

Un resumen didáctico de toda una transformación de siglos del ser humano en sus expresiones mercantiles y en su posición como homo economicus: del primitivo intercambio entre tribus y pobladores que cambiaban entre sí medios de subsistencia, con el trueque el principio base derivó de cierto acopio de excedentes. 

Después fueron utilizados los materiales preciosos así como el cuero, la lana, la seda, el algodón  y los  telares como medida para fijar términos de valor de referencia para  adquirir otros bienes; luego vendría el surgimiento primario de formas de ahorro y financiación informal en poblaciones de mercaderes desde la antigua Babilonia, los sumerios, los fenicios, los caldeos hasta los mercantes venecianos. 

Las monedas de oro y de plata  iban acuñándose en los grandes Imperios como el Romano (el áureo y el denario) para luego,  en el siglo XIV, atestiguar el surgimiento del término de la Banca moderna en Italia.

Trescientos años después el papel moneda se puso en marcha en Suecia, el billete fue generalizándose en la medida que ganaba credulidad entre la gente  y sus pagos cotidianos.

En el  siglo XX la novedad consistió en el dinero plástico con las tarjetas de crédito y  de débito así como el acceso a los cajeros automáticos y, en la actualidad  rumbo al 2020,  la banca digital, la utilización de la biométrica y las criptomonedas avizoran un futuro en el que los billetes y el dinero contante y sonante podrían ser jubilados definitivamente. 

Toda innovación provoca incertidumbre, abre otras expectativas y provoca desconfianza, máxime cuando se trata de dinero; en su momento la introducción del papel moneda despertó también suspicacias y temores al respecto de su fiabilidad. Porque tanto el oro como la plata han jugado siempre  un  rol significativo en todas las culturas y en todos los países como bienes de atesoramiento  primero, y también después, como medios para adquirir u obtener otras mercancías.

           ¿Llegará el día en que no existan más los billetes y las monedas? ¿En que éstos sean unas meras reliquias, un recuerdo del pasado que no volverá? 

A COLACIÓN

            Actualmente predomina un enorme desconocimiento –y desconcierto- en torno a las criptomonedas,  a determinadas generaciones les ha costado muchísimo no sucumbir ante la transformación digital; por ende, hablar de los bitcoins implica entrar en una nube gris. 

De acuerdo con información de XTB Trading, las criptomonedas o criptodivisas, son monedas virtuales que nacieron como un medio de intercambio digital. El bitcoin es una criptomoneda o moneda virtual surgida en 2009.

“Desde su nacimiento, su utilización se ha ido extendiendo, provocando la creación de innumerables tipos. Las características y protocolos varían de unas a otras”.

En este preciso momento nadie las regula, ni están reconocidas por la Reserva Federal, el Banco Central Europeo, el Fondo Monetario Internacional  ni  el Banco Mundial; llama poderosamente la atención que ha sido la Federación Rusa la primera en manifestarse abiertamente a favor de los bitcoins.

            Además los millennials son los que más están metiéndose con el tema, de primera instancia lo asimilan como una forma de especulación virtual creyendo que se lucrarán por siempre… una visión demasiado riesgosa.

Directora de Conexión Hispanoamérica, economista 

 

Leave a Reply