El año de la locura tránsfuga

Un maremágnum de 365 días que ha provocado tal revoltijo de acontecimientos y sensaciones encontradas que de repente el rancio establishment británico nos parece trescientos años arcaico. 

            Lo único certero es que en estos últimos meses, la UE se ha afanado en curarse las heridas, ha puesto sobre de la mesa su Libro Blanco para redefinir su futuro de mediano plazo y de alguna forma ha lanzado un grito catártico para decir a los cuatro vientos que está más viva que nunca;  mientras, del otro lado,  el Reino Unido parece herido de muerte. 

Definitivamente existen dos posturas irrefutables y yuxtapuestas: el eje franco-germano con el presidente de Francia, Emannuel Macron y Angela Merkel, la canciller de Alemania, dispuestos a relanzar al cónclave europeo revitalizándolo y poniéndolo al día con propuestas tales como las de  crear un Tesoro común,  un presupuesto unitario y hasta una defensa militar única. 

Por el otro lado,  el resultado estrepitoso de Theresa May, la premier británica araña las paredes del poder y busca sostenerse hasta pactando de ser necesario con el mismísimo diablo, esto es, con diez diputados norirlandeses del Partido Demócrata Unionista (DUP).

Además se palpa fácilmente: un editorial del destacado historiador inglés Henry Kamen titulado “El abismo británico” anticipa otras elecciones “para otoño” porque la situación de ingobernabilidad llevará a la debilitada primera ministra a estrellarse con lo inevitable.

            Hace dos días el flemático diario británico Financial Times publicó una caricatura dramática pero bastante real, en ésta se ve a May intentando navegar mientras su barquita se hunde, ella eleva el remo hacia DUP pero ni así logra evitar la debacle para ahogarse con todo y  su lustrosa banderita inglesa. 

            El Brexit es la punta del iceberg, del odio contenido al multiculturalismo, a la cara polifacética de la globalización que plaga las calles emblemáticas con rostros venidos de todas partes. 

            El irse, cerrarse y apostar por el unilateralismo es precisamente la respuesta ante esta fenomenología, que además es imparable en Londres, París, Madrid, Berlín, Copenhague o el mismísimo corazón de Manhattan del otro lado del Atlántico. 

A COLACIÓN

            Ha sido en esta semana epiléptica que me reuní en el Museo Reina Sofía, en Madrid, con  Félix de Azúa, uno de los más destacados intelectuales y escritores españoles;  él curiosamente  venía regresando de una estancia en Londres, había vivido (lamentablemente) los ataques terroristas en Gran Bretaña en plena efervescencia electoral e inclusive se quedó parado en uno de los aeropuertos de la City debido a la caída en el sistema de British Airways.

            La percepción de Azúa es la de muchos de nosotros que nos hemos convertido en esporas sensibles de la globalización “las calles de Oxford Street desvelan un fenómeno imparable ni con el Brexit ni con todos los muros”. 

            Se llama multiculturalidad  y seguirá extendiéndose a pesar de la ministra May o del propio presidente Donald Trump, el argumento ahora  es que es una batalla abierta entre el unilateralismo y el multilateralismo; entre el proteccionismo y el libre comercio.

            En especial en Reino Unido la debacle es siniestra ahora mismo no sabe bien a bien hacia qué puerto los está conduciendo May y su terquedad por el Brexit duro, lo único a ciencia cierta es que después de la ineptitud de los servicios de Inteligencia británicos para prevenir sendos atentados terroristas aunado a la catástrofe reciente de un edificio de 24 plantas ardiendo como una auténtica pira, además casualmente habitado por familias de todas partes del mundo, todo esto sumado ha sacado a los británicos a las calles enconados, arrebatados, contra lo que ella representa.

            El hashtag #Justice4Grenfell tiene el tufillo de una chamusquina que huele a xenofobia, las familias que murieron en el dramático incendio eran todas inmigrantes. ¿Qué hay allí adentro? ¿Qué fuerzas están lubricando tanto encono y odio? 

            Además  contra viento y marea, May convertida en la madrastra de todos los británicos  ha decidido seguir con el calendario previsto, lo que significa que hoy lunes 19 de junio dará inicio el proceso de ruptura de la Unión Europea; uno que será agrio, severo, ácido y corrosivo con una duración incierta hasta 2019 o quizá antes de 2022. Salvo que, finalmente, un milagro detenga al tránsfuga. 

*Puedes opinar en http://claudialunapalencia.blogspot.com.es economista y  escritora, experta en periodismo económico, geoeconomía y análisis internacional

 

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