Una tercia de sabias palabras: Insistir, persistir, resistir

La noticia fue cierta. A las 6:40 de la tarde de aquel jueves falleció el singular diestro a consecuencia de un infarto fulminante. El torero se encontraba internado en el Hospital Civil en el ciudad de Guadalajara.

Se trasladó por tierra de Guadalajara a su natal Apizaco, su cuerpo se esperaba a las 8:00 de la noche del viernes. Llegó hasta la madrugada del sábado. Se veló en un auditorio cercano a la plaza de toros “Rodolfo Rodríguez El Pana”.

Con motivo de la tardanza en la llegada del cuerpo, un grupo de toreros me comentaba, fiel a su estilo ya nos hizo la primera gitanada y hay una más, hoy es ley seca (era víspera de elecciones en Tlaxcala), uno de ellos reviró, a mí no, yo traje mi anforita. Sonriendo la mostró.

Un año ha transcurrido desde el fallecimiento de “El Brujo de Apizaco”. Crece su recuerdo, está más vivo que nunca.

Ya hay un boulevard en la ciudad ferrocarrilera que lleva su nombre. En la presente feria de San Isidro, en Madrid, le dedicaron la portada del 24 de mayo. Le han rendido varios homenajes, por cierto uno de ellos vergonzoso en la pasada feria de Tlaxcala, coletas de la tierra lidiaron novillitos -también de la tierra- en un simulacro de corrida de toros.

El Calafia, último mozo de espadas del irrepetible Pana, ahora forma parte del equipo profesional de la matadora Hilda Tenorio. Entre otras cosas, le ha platicado de un lema de Rodolfo: Insistir, persistir, resistir.

Esa tercia de palabras las puede usar cualquier persona en la actividad que le dé la gana. “El Pana” la aplicó perfectamente a su carrera. Jamás quitó el dedo del renglón. Desde 1979, año que tomó la alternativa, hasta 2007, fue ninguneado, vetado, olvidado por las empresas. Toreaba poco y apechugaba con los encierros fuertes, ésos que las figuras no querían ver ni en foto. Sobre todo aquéllos a los que el apizaquense les decía: son sota, caballo, rey y uno que se dice el as.

Fueron 28 años de maltrato, a partir de 2003 pedía una oportunidad en la plaza México para despedirse, el diestro se metía al ruedo con una manta, invariablemente iba a parar a la cárcel. Ya me dan calendario, decía el Brujo Apizaquense.

El domingo 22 de diciembre de 2002, en un restaurante aledaño a la plaza México, “El Pana” me entregó en mano propia un cartel en el que anunciaba su despedida para la siguiente semana en el coso más grande del mundo. Sin embargo, el cartel se cayó, confirmó la alternativa “El Dandy”.

Aunque la empresa le dijo al tlaxcalteca que el 7 de enero de 2007 sería la corrida del adiós, en realidad “El Pana” jamás se despediría de la fiesta, ni en La México ni en ninguna parte. Aquella corrida de enero se convirtió en el domingo de resurrección de Rodolfo.

Una tarde que marcó el toreo mexicano, se habló de toros en todo el país, se supo de la existencia de “El Pana”, un torero único, impredecible, que tuvo lo arrestos para llegar al embudo de Insurgentes en una calesa tirada por un jamelgo.

La insistencia, persistencia, resistencia, dieron frutos durante nueve años “El Pana” paladeó las mieles del triunfo. Llegaron contratos de empresas que nunca lo habían tomado en cuenta, por fin se le reconoció como figura del toreo. Actuó en España, Francia, Sudamérica.

Hasta que un pan acabo con el panadero.

“Pan Francés” le propinó aquella maldita maroma que terminó con la vida del torero mexicano, el de los brindis diferentes, que con un trincherazo le alcanzó para que le construyeran un monumento, que en una tarde se convirtió en uno de los toreros mexicanos más importante, ese diestro que jamás se arrastró ni lamió botas de los empresarios, ése que siempre se fue fiel, que predicó con el ejemplo: Insistir, persistir, resistir.

Imagen de “El Pana”: Las Ventas.

Fotos: (Jaime Oaxaca e Internet)

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