Arqueólogo Carlos Javier González González dicta en el Museo del Templo Mayor la conferencia “Xipe Tótec y la regeneración de la vida”

Al dictar la conferencia inaugural del ciclo dedicado a la exposición Xipe Tótec y la regeneración de la vida, que se presenta actualmente en el Museo del Templo Mayor, el arqueólogo expuso que la fiesta de Tlacaxipehualiztli, dedicada a esta deidad, tenía lugar del 5 al 24 de marzo, siendo los últimos dos días los más intensos en cuanto a la realización de los sacrificios humanos y una serie de rituales, que casi coincidían con el equinoccio de primavera.

En su ponencia, Xipe Tótec y el maíz, el curador de la muestra organizada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), puntualizó que en el Tlacaxipehualiztli, que significa “desollamiento de personas”, los mexicas celebraban sus victorias militares recientes con el sacrificio, fundamentalmente, de cautivos de guerra. En ésta se reactualizaban mitos, entre ellos el de la creación del Quinto Sol, en la cual tanto Quetzalcóatl como Xipe Tótec estaban estrechamente vinculados.

“En la cosmovisión mesoamericana, la guerra lejos de ser una actividad destructora o destructiva, contribuía a la renovación de la vida, por paradójico que pueda parecer a la mentalidad occidental. A través de la dotación de sangre se contribuía a alimentar al sol y a la tierra”, afirmó.

Así, la fiesta dedicada a Xipe Tótec se ubicaba entre el momento de la cosecha del maíz de temporal (octubre-noviembre) y la siguiente siembra, cuyas actividades iniciaban en marzo-abril, cuando se preparaban los campos para esta actividad.

“Era precisamente la época en la que había un mayor número de hombres disponibles para la guerra y en la que ya se había levantado la cosecha; era el momento de mayor actividad militar”, manifestó.

De las 18 veintenas (periodos de 20 días) en los que estaba divido del calendario ritual mexica, la fiesta Tlacaxipehualiztli estaba colocada en segundo lugar en la secuencia, le antecedía Atlcahualo, cuyo nombre significa “el agua es dejada”,  que se celebraba en febrero y marzo en honor a Tláloc y las deidades de la lluvia.

Atlcahualo era probablemente la más importante que se dedicaba a dicha deidad y a los tlaloques, quienes le ayudaban a esparcir la lluvia sobre la tierra. Y algo común en estas veintenas, o en casi todas, es que se reactualizaban acontecimientos míticos”, comentó.

En la veintena de Atlcahualo, se conmemoraba cómo los mexicas obtuvieron y heredaron el maíz de los toltecas. Se sacrificaban varios niños en cerros o montes de la Cuenca de México, que rodeaban la zona lacustre y, precisamente, en el Peñón de Tepetzingo, cerca de Pantitlán, se ofrendaban niñas con el nombre de Quetzalxochitl, aludiendo a la hija de Tozcuecuex, que fue inmolada para obtener la llegada del maíz de los toltecas, acontecimiento que tenía lugar antes de la celebración del Tlacaxipehualiztli.

González González, presidente del Consejo de Arqueología del INAH, mencionó que su investigación se basa en textos de Diego Durán, quien en su libro Calendario antiguo, dedicó un capítulo a la Tlacaxipehualiztli. Describe que al realizarse la cosecha algunas mazorcas levantadas en el techo eran ofrendadas a Xipe Tótec, y sus semillas sembradas.

En la ceremonia del sacrificio gladiatorio en honor a dicho dios, las víctimas —que personificaban a los 400 mimixcoa, quienes recibieron la encomienda de alimentar al sol y a la tierra, obligación que incumplieron y por la que fueron condenados a morir—, eran atadas de un pie al temalacatl (plataforma redonda), y se les proporcionaba un macuahuitl (garrote) sin navajillas, con el que tenían que enfrentar a guerreros armados.

Los vencedores custodiaban la piel del sacrificado, la cual prestaban a hombres (xipeme) que vestían las pieles de la víctimas y visitaban casas donde la gente les ofrecía los manojos de mazorcas seleccionados para la siembra.

Posteriormente, detalló el arqueólogo, una vez sacrificados y desollados los gladiadores, los cuerpos eran desmembrados y cocinados con maíz. “Con esta comida ritual llamada tlacatlaolli (maíz cocido de los hombres), se consumía el cuerpo y la fuerza divina de Xipe Tótec”.

En documentos escritos por Motolinía o Durán, se hace referencia al pozole, un platillo ritual que se ofrecía con tal fin exclusivamente, para el cual los granos de maíz se cocían en agua con cal para poder retirarle la piel a la semilla y ‘desollarla’; antes y durante la festividad estaba prohibido cocer el maíz de esta forma.

 “Desde esa perspectiva, el desollamiento de las víctimas sacrificadas tenía una relación con el deshoje de las mazorcas de maíz; el verbo que se usaba para esta actividad era xipehua, que significa desollar”.

Carlos Javier González también refirió la relación de la fiesta de Tlacaxipehualiztli con la de Ochpaniztli, otra igualmente importante dentro del calendario ritual mexica, que estaba dedicada a la diosa madre y que se relacionaba con la de Xipe Tótec, pero en este caso las víctimas desolladas eran mujeres que representaban advocaciones de tal deidad femenina.

El ciclo de conferencias Xipe Tótec y la regeneración de la vida continuará el próximo 18 de febrero con la ponencia La práctica ritual del desollamiento humano en honor a Xipe Tótec, a cargo de Juan Carlos Román Berrelleza, a las 10:00 horas en el Auditorio Eduardo Matos del Museo del Templo Mayor. Entrada libre.

Fuente: (INAH)

Leave a Reply