Los chupasangre y la Dodd-Frank Act

En un editorial que el economista escribió para El País les llamaba “vampiros” a todos esos intermediarios financieros que durante años se han lucrado de la némesis de su propia actividad y que en buena medida han sido culpables también de la gran crisis de 2008 que terminó arrastrando a los países más industrializados del orbe. 

            Esos chupasangres gritan jubilosos, por las más recientes medidas implementadas por el presidente Donald Trump, que ha depositado en el secretario del Tesoro la responsabilidad de revisar la ley votada durante la administración de Barack Obama (firmada por él en 2010) para reevaluarla y sobre todo relajarla. 

            Suavizarla es el término light porque no todos avizoran que Trump llegue al exceso de echarla totalmente para abajo, pero sí se anticipan modificaciones lo que tiene en vilo hasta al propio Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Comité de Basilea. 

            El Banco Central Europeo (BCE) también ha reaccionado estos días criticando la medida, en palabras de Mario Draghi, presidente del BCE, se puede dar una desregulación financiera muy preocupante: “Francamente, no veo ninguna razón para relajar la regulación actual que ha propiciado que la industria bancaria y el sector financiero sean más fuertes que antes”.

Pero Trump no piensa así y él mismo ha llegado para defender todos los intereses capitalistas que se vieron tocados por la Administración Obama ya lo hemos dicho en esta columna, el magnate inmobiliario reforzará el negocio de las petroleras, de la industria del carbón, de la industria bélica y desde luego Wall Street lo celebra igualmente en la medida que  los bancos y otros intermediarios financieros dejen de estar metidos en un corsé de regulaciones y supervisiones que los chupasangre tachan de estacazo.  

Aunque después del tamaño del cisma producto de la crisis de las subprime y de conocerse tantas operaciones tóxicas y riesgosas en los grandes bancos (recordemos el colapso de Lehman Brothers como prolegómeno del cataclismo) cualquier precaución es necesaria para evitar darle manga ancha a las instituciones financieras.

Trump que es enemigo del multilateralismo y cuyo lema de actuación es romper con lo establecido, en sus provocaciones cotidianas no podía faltar regalarle nuevas alas a Drácula.

            Precisamente el viernes pasado, en Casa de América, Javier Solana exrepresentante de  la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad de la Unión Europea así como exsecretario general de la OTAN refirió en un coloquio acerca de la figura de Trump dos aspectos de elevada sensibilidad con un fuerte impacto en el escenario internacional: 1) Modificaciones en la ley Dodd-Frank. 2) Las demandas desde Washington para que los miembros europeos aporten más dinero a la OTAN y a su propia defensa así como emplazarlos a una serie de acciones conjuntas para acabar con el ISIS en un frente bélico abierto. 

Solana tampoco dejó de lado y bien claro lo que muchos también pensamos en voz alta, esto es, que Estados Unidos con Trump irá a una guerra con Irán (ampliando todavía más el espectro de inestabilidad).

A COLACIÓN

Esperar lo inesperado así de gratificante es el escenario actual. Por lo pronto, Daniel Tarullo, gobernador de la Reserva Federal, anunció su dimisión  de forma repentina aunque su  gestión debería concluir en 2022. 

Tarullo es uno de los artífices de la Dodd-Frank Act,  la propia Janet Yellen, presidenta de la FED y cuyo puesto también pende de un hilo le ha externado palabras de agradecimiento por su contribución al reequilibrio del sistema financiero estadounidense.

Que se vaya es una especie de acto de dignidad, una forma elegante de protesta ante lo que parece una burla, un choque de trenes de un equipo que considera que para evitar otra crisis subprime y otro Lehman Brothers los bancos deben tener más pruebas de estrés, deben reforzar su capitalización, elevar sus provisiones contra riesgos crediticios y los supervisores en consecuencia vigilar  todo intento de una doble contabilidad, de disfrazar los riesgo; de seguir con lupa en la medida de lo posible, que el dinero de los ahorradores, no vaya a parar en derivados que sean una bomba de tiempo. 

Con el  presidente Obama se creó una Oficina de Protección Financiera de los Consumidores a fin de evitar que el cliente firme la apertura de un producto desconociendo totalmente las letras chiquitas y también las grandotas porque hoy en día hay más productos con operaciones sofisticadas. 

¿Qué es lo que está implementado y que  Wall Street celebra el fin de sus días? Refuerzo de la protección de los inversores,  responsabilidad, consistencia y transparencia; en materia de riesgo  sistémico fuerte supervisión y regulación de las firmas financieras.

            Otro punto muy relevante es que la ley “tiene como objetivo que los mercados financieros sean lo suficientemente fuertes para soportar tanto problemas que afecten a todo el mercado así como la quiebra de una o más grandes entidades”.  Pero hay más, el traslado de responsabilidades a los dueños y accionistas es precisamente lo que ahora Trump quiere echar para atrás entre otros puntos…

 

 

 

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