Recordando la faena que “El Zotoluco” le hizo en Tlaxcala a “Platillero”, un toro que era el mismísimo diablo

Después de escasez de contratos, de picar piedra en muchas plazas, llegó la suya. Al fin Lalo se hizo figura en la plaza México en los últimos años de la década de los noventa y prácticamente lo que llevamos del siglo actual.

 
No fue una solo faena como sucede con algunos diestros, fueron varias tardes de pisar fuerte el acelerador, el público de La México lo apoyaba, le jaleaba lo que hacía. Eso y que tuviera alternativa anterior a las figuras extranjeras, fue lo que le dio contratos para actuar en la plaza Más grande del mundo con todos los de ultramar. Como a toda figura que se precie de serlo, El Zotoluco tuvo sus detractores.

Conservó toda su carrera el título de torero poderoso. Sin embargo, como alternaba con los exquisitos europeos, le tocaba lidiar toros bobos, descastados, sin transmisión de peligro, de los que ahora cínicamente les dicen toros artistas, para disimular el comportamiento borreguno.

El público de la Plaza México, al menos en su época de figura, muy poca oportunidad tuvo de admirar al Zotoluco poderoso, lidiador.
 
Se fue a España una temporada para demostrar que lo era, en la plaza en que se anunciara un Miura, aparecía el mexicano; mató toda la camada de 2002, una hombrada que pocos diestros pueden poner en su carnet taurino. 
 
Eulalio López Díaz, quien cumplió 49 años de edad el pasado mes de enero, anunció a mediados de febrero de 2016 que iniciaba su campaña de despedida, un año después, sucedió la tal despedida nada menos que en la plaza México; sin embargo antes de la definitiva, toreó casi 60 festejos de despedidas.
 

 


“Platillero” de José Ma. Arturo Huerta, era el diablo

En una de ésas, en la plaza de Tlaxcala, se anunció con Reyes Huerta. Dada la fama del ganadero de enviar novillos en lugar de toros se auguraba una despedida más. Los Monosabios anunciaron al quinto de la tarde en el pizarrón: “Platillero”, No. 175. Salió de toriles paso a pasito un salinero de pinta, bien presentado, con el número 135 y con el hierro de José María Arturo Huerta.

 
Ese toro fue el diablo en cuatro patas.
 
Con malas ideas y mucho genio del astado el peligro se palpaba, todos los asistentes se dieron cuenta del riesgo, había emoción en el ruedo. La res tumbó al piquero y andaba cazando banderilleros. El Zotoluco tomó la muleta, la expectación a tope.
 

 


Tumbo al piquero en la querencia

Casi al inicio de la faena Platillero estaba enhilado a tablas, sintió a su presa y le pegó una arreón al diestro. El Zotoluco no llegaría a salvo al burladero, el toro casi lo alcanza. El Zotol mostró sus reflejos y la experiencia de tres décadas de alternativa, en plena carrera arrojó la muleta para hacerse el quite y se echó al suelo, el toro se fue al engaño y el torero quedó a salvo.

 
Era el toro de la despedida, se pensó que el coleta chintololo le espantaría las moscas al burel para salir del paso y ámonos; total, ya no necesitaba otro contrato en Tlaxcala.
 
No fue así. El diestro, literalmente, se jugó la vida, le sacó pases, hasta se dio el gusto de hacer algún desplante. El público estaba emocionado porque había peligro en el ruedo, en cualquier momento podría volar torero. El toro seguía en lo suyo, se defendía, tiraba gañafonazos, pero ahí estaba la muleta poderosa de Lalo. Al rematar una tanda, el toro lo sintió y sucedió lo inevitable, el diestro quedó en la arena a expensas del salinero que lo quería matar tirándole cornadas a diestra y siniestra. Al fin las cuadrillas se lo quitaron.
 
Si Eulalio hubiera decidido no regresar, todo mundo hubiera pensado que el torero estaba herido y nadie se lo hubiera echado en cara. No fue así. El Zotoluco regresó al ruedo. Sólo le va a meter la espada, ni modo que lo toree otra vez. ¡No! Embarrado de arena, despeinado, con el vestido rasgado, visiblemente maltrecho, El Zotoluco se portó como lo que es: una figura.
 

 


El paseíllo de la despedida en Tlaxcala, se la jugó como si buscara más

A pelear otra vez. Creo que fueron dos tandas más, eso no importa, el torero se la volvió a jugar. Se perfiló y le metió la espada a ese diablo. Al fin respiramos tranquilos.

 
Si alguien leyó que El Zotoluco cortó un rabo, habrá pensado que fue un regalo de esos que abundan en los cosos mexicanos que la desacreditada prensa difunde de los boletines que le llegan.
 
Los que estuvimos en La Ranchero Aguilar jamás olvidaremos esa faena, que bien merecería una placa, comprendimos que el mote de poderoso fue bien ganado: el poderoso Zotoluco.
 
Fotos: Jaime Oaxaca.

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