Los lobos de Wall Street

Quedaba la incógnita de quién se quedaría al frente de la Casa Blanca porque las diferencias –equidistantes- entre los programas de Hillary y Donald son muy marcadas en aristas altamente sensibles no es nada más cómo atajar el terrorismo, el programa espacial, la recuperación nuclear; a quién darle o no sanidad, sino algo más controvertido todavía como el reconocimiento del cambio climático y su compromiso con él.

Y ello significa, en la forma y en el fondo,  su posición ante el carbón, las energías fósiles y las energías alternativas lo que en dinero contante y sonante implica que las multinacionales del sector facturen más o menos dinero con muchos ceros en el futuro inmediato. 

Muy posiblemente suceda así en los próximos cuatro años (aunque Trump ya está pensando en quedarse otros cuatro más) de allí la euforia que estos días las  multinacionales del sector están dejando sentir en el Dow Jones.

Que Wall Street ascienda hacia los 20 mil puntos  no es más que la expresión de varios sectores claves que se sienten ganadores con las nuevas políticas expansionistas en lo monetario y financiero, proteccionistas en lo comercial y supremacistas por imponer el miedo con más armas y nuevas guerras además de restituir una impronta tatuada en el águila americana: la autosuficiencia energética. 

Con la escasez de recursos naturales que nos aguarda así como energéticos no renovables, el país o países que antes de 2030 logren garantizar su abasto, son los que impondrán las nuevas normas y condiciones del mercado y de la sobrevivencia para el resto de los mortales de otros países. 

En la Segunda Guerra Mundial a los judíos poderosos les quitaron el oro y la riqueza inmobiliaria,  oro necesario para garantizar la solvencia de los Estados, sus arcas valían su peso en el metal dorado tan es así que Bretton Woods ancló el dólar al patrón oro. 

En la guerras del siglo XXI le quitarán el petróleo  y las aguas,  los recursos naturales a los árabes y el mundo en su geopolítica y su geoeconomía volverá a reconstituirse y rediseñarse como ha sucedido desde que el ser humano dejó de ser nómada. 

Un personaje como Trump arriba a la Casa Blanca no por el voto de descontento de la clase media baja, lo hace catapultado  por poderosos intereses económicos nacionales y externos mermados,  por la indefinición del expresidente Barack Obama para hacer la guerra o  la paz; para dragar más  o menos pozos petroleros; para contaminar más o menos en el planeta usando o no carbón.

Más allá de si este señor es o no populista o una especie de nuevo Hitler (algunos políticos en Europa le encuentran el guiño) a ciencia cierta él, su pensamiento y sus intereses son supremacistas. 

Desde esta visión de “Make America great again” Estados Unidos no reconocerá el cambio climático lo que  da argumentos para seguir expandiendo su poderío produciendo y contaminando más; y le ahorra la diatriba moral de descarbonizarse además de abrir pozos por aquí y por allá buscando en el subsuelo los barriles que le garanticen su jerarquía como la máxima potencia en hidrocarburos. Nada de molinos de viento mucho mejor con barriles de petróleo… el nuevo oro negro. 

A COLACIÓN

            Tal parece que los lobos de Wall Street tienen de su parte el destino, si tomamos como una señal el descubrimiento “del yacimiento de petróleo de esquisto  más grande de la historia de Estados Unidos” ubicado en la formación de Wolfcamp localizada en la cuenca de Midland, al suroeste de la Unión Americana. 

Lo de la señal, lo digo con cierta sorna, dado que el hallazgo aconteció a escasos días de la toma de protesta de Trump como presidente; en obvias circunstancias el notición le cayó como anillo al dedo. 

Trump quiere para su país la autosuficiencia energética y que sea la potencia con mayores reservas del mundo en petróleo pero también colocarlo en la carrera de los grandes en gas y no va a dudar en permitir que el carbón se use allá donde sea necesario para contribuir a la expansión de la actividad productiva. 

Y si hasta la naturaleza se pone de su lado pues, ¡albricias! En  Wolfcamp los ingenieros estiman que el nuevo yacimiento les proveerá de 20 mil millones de barriles de crudo y 16 mil millones de pies cúbicos de gas. Con razón aúllan en el bajo Manhattan. 

            

 

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