¿Crees que soy digno de lástima?

¡Mírame!, mírame en el campo. Toda mi vida desde pequeño corriendo a mis anchas, recorriendo mi Ganadería, esa que me quieres quitar sin razón alguna; y el amor de mi criador el Ganadero, quien con tanto cariño recorre las tierras con las cuales me provee y alimenta a diario. Esos grandiosos hombres que siguen creyendo en mi Ser, en el sentido de mi existir, esos varones que con valor luchan por mi vida y buscan siempre mejorar mi raza, seleccionando las mejores y más fuertes hembras para que yo las fecunde y mi estirpe sagrada se expanda sobre la tierra.

Tú, ser ignorante de mi vida, ¡déjame en paz! Aprende de mi existencia y de los que me crían y me rodean. Aprende de la ley natural que existe en el Planeta. Aprende a ser tolerante, y sobre todo, a dejar ser libres a los demás.

¿Acaso no te enteras de que tu falsa defensa de mi ser es mi propia tumba? ¿Acaso no ves que con el ataque a mi Fiesta, destinas mi estirpe divina a la extinción y a la verdadera muerte? ¿Por qué no piensas? ¿Qué te he hecho para que me odies y odies mi entorno, y al ritual glorioso del que por siglos y siglos me mantiene vivo y en las mejores condiciones de vida? ¿Qué no te das cuenta que soy el único animal al que se adora y cría para un fin espectacular? ¿Qué no ves cómo vive el resto de animales que no son como yo?

¿Te has dado cuenta de la vida de mis primas las vacas lecheras? La vida de ellas se ha vuelto tan monótona y dolorosa. Las pobres son obligadas a producir cuarenta litros diarios de leche, mientras sus glándulas mamarias eran aptas para alimentar a sus hijitos, dando los litros al día, suficientes para criarlo. En cambio, las ordeñan tus semejantes hasta el cansancio, hasta que sus pobres pechos hinchados no pueden más. Esto les ocurre dos veces al día, con máquinas succionadoras que les conectan en las tetas. ¿Y quién se entera de cuándo y cómo mueren?… Simplemente son enviadas al oscuro rastro, al dejar de producir dinero para ustedes.

¿Y mis hermanitas las cluecas gallinas? Todo el tiempo encerradas en sus pequeñas jaulillas, que no les permiten ni ponerse en pie. Ya ni me pregunto para qué tendrán sus alitas, si no pueden ni siquiera caminar.

Y los pobres compadres míos, los puercos, tan inteligentes, casi como perros y nomás se la pasan en las zahúrdas comiendo y comiendo, hasta que son transportados con gran vileza hacia el matadero… El matadero en que, formados en serie, esperan la triste muerte sin pena ni gloria, la fatalidad, mientras escuchan los chillidos penetrantes del dolor de sus hermanos.

Tú que te atreves a auto llamarte mi defensor… ¿Te has asomado a un rastro? ¿Sabes cómo mueren esos mis hermanos los animales de granja? ¿Te enteraste ya de su pobrísima calidad de vida?… Viven solamente unos meses o un par de años engordando para morir en el rastro, nada más.

En cambio, mi vida, ¡Cuánto la desearía cualquiera de ellos! Vivo cuatro años en plena libertad, o puede ser que toda mi existencia, si no me eligen para mi Fiesta… Pero eso no me ilusiona, porque entonces, muero solo. Sin gloria a mi alrededor.

Por otra parte, la caza es ancestralmente natural. Desde que el hombre tiene la necesidad de comer debe matar. Todos los animales cazan y esta ley natural no excluye al Homo Sapiens.

Conforme el ser humano se ha industrializado y supuestamente “evolucionó”, lo cual siempre pondré entre comillas, porque soy uno de los que piensan que la evolución llegó hasta cierto punto del siglo pasado, y de ahí en adelante, han comenzado a involucionar. Ustedes han perdido habilidades en la crianza de animales y en la caza, lo cual no implica que hayan dejado de comer.

Dicha inutilidad, les ha alejado de su naturaleza, y peor aún, algunos de ustedes osan ver con rareza y gran horror lo que les debería ser cotidiano e innato. Basta ver que sus bisabuelas, si querían comer pollo, le jalaban el pescuezo. Ellas mismas eran quienes los bien alimentaban y criaban para tal fin, lo cual, daba mejor calidad de vida a todos mis hermanitos los animalitos de granja y a ustedes por ende.

Volviendo a mi Vida Taurina, te cuento que también amigos míos me han narrado su maravillosa historia. Un semental me platicó que se lo llevaron a la Fiesta, y salió en un recinto tan hermoso…

“Era imponente, lleno de colorido, con hermosas mujeres y galantes caballeros observándome. Ellas llenas de claveles rojos, vistiendo sus mejores galas, alegres y tan guapas. Todos en el tendido, conocedores de mi raza, comentando lo guapo que salía yo a esa Plaza Monumental. 

De pronto, vi un hermoso destello rosa. Una tela que con devaneo dulce me llevaba de un lado a otro, como bailando en suave vals que me emocionaba. Luego vi al galante caballero que lo portaba, destellante, en dorados que brillaba. Me llevó con sutileza hacia un caballo que me esperaba. Yo, sumamente excitado y haciendo gala de mi imponente fuerza, casi tumbé esa cabalgadura y recibí un buen piquete por ello, como que me retaba el atrevido jinete. Pero no sabe, que yo apenas empiezo cuando me pican. Tengo una fuerza suprema que demostrarle a todas esas masas. ¡Qué alegre y buen mozo me sentía! ¡Con qué ganas salía allí a darle pelea a ese chaval ataviado de dorada luz! Después a tres muchachos embestí, éstos que con ágiles saltos me clavaron los punzantes adornos en mi lomo. Como el desafío fue mayor, me arranqué con toda la fuerza por el hombre de luces que ya traía un adorno carmesí, con la que jugamos juntos un buen rato, de pronto le pegué tal embestida que lo hice volar por los aires. Él, al igual que yo, valiente se levantó como si nada, para seguir jugando mutuamente, juego de arte y valor, de entrega, pasión y fuerza; misterio de vida y muerte que solo entendemos los dos.

La gente en el tendido estaba tan asombrada con ver nuestra danza, que cantaban algo que yo escuché como ¡Olé!, yo no había escuchado eso en el campo, esa palabra bonita me llegaba al corazón, ¡Olé!, ¡Olé! y ¡Olé! y al mismo tiempo se pintaba de blanco todo a mi alrededor, después de ver tan albo resplandor, el muchacho me devolvió por donde salí, y es así como volví a mis campos, a estar con mis hermosas hembras. ¡Aún no olvido aquella tarde gloriosa! ¡Vi llorar de alegría a mi dueño, quien se deshacía en elogios para mí!”

Y es así como sé lo que es la Fiesta Brava, a la cual deseo asistir sin duda alguna. Vistiendo de etiqueta el traje imponente que Dios me regaló: Bravura en mi presencia, y la estampa del amor.

Tú, que aseguras que no es Arte mi elegante Fiesta, me he visto plasmado en los mejores lienzos. Retratado en las profundas letras que destila el escritor. En el teatro y en el cine como actor. En la danza y en la ópera… ¿Y dices que mi Fiesta no es digna de llamarse Arte? ¡Qué ignorancia la tuya, ser humano, que no entiendes de mi vida ni de mi muerte!

Con cariño te escribo a Ti, que no me comprendes. ¡Ojalá me conocieras!

El Toro de Lidia

¡AL TORO CON ALEGRÍA!

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