Rinden homenaje a Ignacio López Tarso previo a su presentación en el Cervantino con la obra “El de la triste figura”

En sus 68 años de histrión, “no hay que exagerar hasta 70”, ríe, ha sido una experiencia “muy grata y divertida, en la que he interpretado a los grandes, grandes de la literatura universal: desde los papás, los griegos, con Edipo Rey, o La Orestiada, los clásicos españoles que son maravillosos, Lope de Vega y Calderón de la Barca, hasta una lista enorme que ha ido de Shakespeare a Moliere, Arthur Miller y los mexicanos Vicente Leñero, Sergio Magaña, Rodolfo Usigli o Emilio Carballido. Todos ellos exigen un esfuerzo monumental, no sólo físico sino emocional e intelectual”.

“Hay pocos espíritus tan cervantinos, como el de López Tarso”, lo describe Jorge Volpi, director del FIC, previo a que reciba el reconocimiento, “Orgullo Guanajuato FIC 2016” que le otorga el gobierno guanajuatense, y le entrega el doctor Juan Alcocer Flores, director estatal de Cultura, “por su trayectoria tan brillante: usted es historia viva”, le dice.

En una sala de prensa atestada de reporteros que acuden al XLIV Festival Internacional Cervantino, el inolvidable intérprete de “Macario”, cuenta que venir a Guanajuato “es un contento” porque es una ciudad maravillosa hecha “por un escenógrafo que no existe” y augura que esta tarde la gozará mucho en el Teatro Cervantes, con el divertimento “El de la triste figura”, que interpretará bajo la dirección de Eduardo Ruiz Saviñón, en compañía de los actores Gabriela Pérez Negrete y su hijo Juan Ignacio Aranda, y Guillermo González Phillips, en la guitarra.

No es la primera vez que acude al Cervantino, recuerda. La inicial fue cuando Dolores del Río lo dirigía. “Hice “Las coplas de Jorge Manrique”, con Ofelia Guilmáin, luego traje los corridos con un estupendo músico, un gran guitarrista, Roberto Rojas que ya murió y ‘El conejito’, un gran acordeonista, y he estado en el Teatro Juárez con “Doce hombres en pugna” y siempre ha acudido el público como espero que lo haga hoy”.

Su pequeña figura de pelo blanquísimo y rostro sonriente acapara toda la atención. Le preguntan por todo, incluida su salud. “¿Qué cómo estoy? Me paro y doy una vueltecita”, se ríe y confiesa que se siente bien, “cumpliré 92 años el 15 de enero, y aún tengo capacidad de memoria para aprender lo que me urge y olvidar lo que ya hice”.

A pesar de su larguísimo historial en teatro, cine y televisión, considera que aún le faltaría hacer un “montón de obras de los griegos y otro montón” de los españoles, de Ionesco, de Moliere. “Hay mucho que hacer, pero con el paso del tiempo, la edad, hay menos capacidad de hacer cosas y ojalá pueda seguir como hasta ahora, con las facultades completas. Lo que me gustaría es hacer una obra con mi hijo, sólo dos actores como hice con Dolores del Río. Ando buscando una obra y si saben de alguna, me avisan”.

Habla de los personajes que ha interpretado, “la mayoría me gustan, es difícil escoger, pero tengo 12, 15 que recuerdo más que otros y me han marcado: los de Shakespeare, los griegos; los que he hecho fuera porque tuve la suerte de que invitaran a España a hacer “La Orestiada”, hice “Agamenón”, también “Tirano Banderas”, invitado por Pepe Tamayo y durante la temporada comí tanto los chorizos y embutidos deliciosos que allá hay que regresé gordo”, se carcajea.

Imposible que no se le pregunte de sus incursiones cinematográficas. “He hecho sólo 50 películas, son pocas”, sonríe ante la incredulidad de la concurrencia y agrega que Julio Alemán hizo más de 100 y David Reynoso, 180. De la totalidad de las suyas “20 me gustan, 20 son regulares y 10 ni mencionarlas” pero la hizo porque “a veces se ve uno comprometido y el cine no se hace sólo cuando se filma”, la postproducción es otra parte “y ahí se hace o se deshace la película. El proyecto del director puede ser bueno, terminar uno satisfecho, pero al verla, es un fracaso total”, explica.

Evoca a los buenos directores con los que trabajó: John Huston, Carlos Saura, Ismael Rodríguez, Luis Buñuel, quien lo maltrató cuando lo conoció, “casi me insulta”, pero al que convenció en su pequeño papel en Nazarín, y Roberto Gavaldón, “para mí el mejor director del cine mexicano, quien empezó como chinchihuilla y terminó sabiendo todo lo que había que saber del cine. Con él hice “Macario”, “El gallo de oro”, con Lucha Villa que cantaba como un clarín de guerra”.

Detalla la sorpresa de llegar al set de “La cucaracha”, que dirigió Ismael Rodríguez, y encontrarse ahí a Dolores del Río, María Félix, Pedro Arméndariz, Emilio, “El Indio” Fernández, “estaba ahí el cine de oro. De ahí partió mi amistad con María, con quien hice siete películas, y con Dolores” con quien subió a la escena teatral en dos ocasiones.

“Dolores era mujer bellísima, extraordinaria, de gran calidad humana e increíble delicadeza. Era como un pétalo de rosa, como los que ella comía. Yo le decía, ‘dame una probadita’ y sí me la dio”, cuenta con una mirada pícara que se repite cuando evoca los “besos deliciosos” que le dio a su queridísima Elsa Aguirre, quien “sigue bellísima” aunque ya está retirada de la escena. Menciona a Marga López, a Silvia Pinal “con quien hice una comedia musical muy divertida, ¡Hello Dolly!, me enseñó mucho, la disfruté. He trabajado con las más guapas”.

De todos ellos aprendió, dice con humildad, no sólo de sus maestros en la Academia de Bellas Artes: Salvador Novo, Clementina Otero, Fernando Wagner y, por supuesto Xavier Villaurrutia “un gran poeta que murió en plenitud a los 47 años”, y luego con los que trabajó: Seki Sano, Ignacio Retes y más recientemente con Salvador Garcini, Pepe Solé, José Luis Ibáñez y Ruiz Saviñón quien ahora lo acompaña en El Quijote que encarnará en el Cervantino.

“Los textos son una delicia”, se relame y cuenta que ha visto muchos Quijotes muy bien hechos, pero el que más le gustó fue un ruso, Nikolai Chervchevsko, quien le dio un consejo cuando habló con él: “no digas que eres de la escuela de Stanislavski, di que tu sistema es López Tarso, que ése sea tu estilo de moverte, de hablar, de caminar”.

Y sin duda así ha sido por más de 60 años y le ha ganado la admiración y el amor de quien lo ve y, como ayer, el asedio para la selfie o el autógrafo.

– ¿No se cansa de que los persigan?, se le pregunta cuando después de casi una hora de fotos con la prensa y colados logra zafarse para irse a descansar previo a la función y da una respuesta contundente:

– ¡Nunca!

Fuente: (festivalcervantino.gob.mx)

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