Los demonios andan sueltos

Pero Cameron la ofreció y además la vinculó de forma pragmática a su permanencia en Downing Street “si la mayoría decide permanecer en la UE me quedo,  pero si es lo contrario, me voy” defendió al frente  de los micrófonos de los medios de comunicación en la City.

Ese es el riesgo que quien ofrece algo está sujeto al lance de que le tomen la palabra: de 46.5 millones de británicos inscritos para votar en el referéndum el 51.9% se manifestaron a favor de irse (leave) y 48.1% de quedarse (remain).

La mítica cadena de la BBC,  la misma desde la que sir Winston Churchill anunció el fin de la guerra en Europa en mayo de 1945, interrumpió su programación a las 4.39 de la madrugada del viernes 24 de junio para sentenciar “we are out”.

Reino Unido está fuera de la Unión Europea abandona de forma decidida  la supraestructura  a la que intentó pertenecer denodadamente desde 1961, pero que Charles de Gaulle, presidente de Francia, vetó varias veces impidiendo su ingreso en la  entonces Comunidad Económica Europea. Finalmente en 1973 obtuvo el acceso; sin embargo, por decisión propia no adoptó al euro como moneda común.

Ni siquiera ha durado cincuenta años adentro,  renuncia a sus bodas de oro con un inesperado y agrio divorcio con el resto de los europeos a los que devuelve en la cara hasta el pasaporte en común.

De visita en Escocia, Donald Trump, precandidato republicano para las elecciones presidenciales de Estados Unidos,  recién ventilados los resultados manifestó su algarabía “porque el Brexit es una gran cosa” y  les felicitó por “haber recuperado su país”.

A COLACIÓN

Y es que los eurófobos y euroescépticos están felicísimos tanto que al suceso histórico le han catalogado clamorosamente como “Independence day” y las extremas derechas tanto de Francia como de Holanda en voz de sus respectivos portavoces, Marine Le Pen y Geert Wilders, están pidiendo secundar los pasos de los británicos.

Todavía los analistas más sesudos se preguntan por qué el primer ministro Cameron se convirtió en el cancerbero del Diablo y metió a toda Europa en la barcaza de Dante rumbo a puerto desconocido.

Mientras Cameron difunde que dejará  su puesto en octubre próximo, las primeras reacciones en medio de la peor de las incertidumbres y de un auténtico pánico, se han cobrado las operaciones financieras con una granizada en rojo.

El Ibex 35, principal indicador de la bolsa española, cayó estrepitosamente un 12.35% nunca en ninguna sesión había llegado a sufrir tamaño castigo arrastrada por las pérdidas de empresas expuestas al riesgo británico como aquellas ubicadas en sectores como la energía, las renovables y la banca.  Banco Santander se dejó casi el 20 por ciento.

La bolsa de Atenas retrocedió  un 13.42%, en la bolsa de París el Cac-40 perdió 8.04%; el Dax referencia de la  bolsa germana bajó  6.82% mientras que irónicamente en Gran Bretaña -el epicentro del problema- el FTSE 100 descendió 2.76 por ciento.

Por su parte, el atribulado mercado cambiario con ese subibaja que trae desde hace varios meses afectando negativamente a las divisas de los países emergentes nuevamente la pauta estuvo marcada por el comportamiento de la  libra, el euro y el dólar.

Si hace unos días la libra se revaluaba a niveles no vistos en los últimos ocho años, tras el resultado del referéndum  sufrió una devaluación del 8% respecto al dólar en tanto que el euro se depreciaba 2.9% versus la divisa americana.

 

Vamos a la mitad del año y desde luego no nos equivocamos en afirmar y anticipar que 2016 sería muy complicado tanto en geopolítica como geoeconomía. Y después de consumado el Brexit todo puede pasar…

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