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¿Qué sucede? Simple que no logramos dejar totalmente atrás la crisis que nos atrapó en su vorágine desde 2008 con las subprime en Estados Unidos cuando las economías más industrializadas hicieron su cisma particular; y ahora lo  padecen las economías menos desarrolladas… las emergentes.

Así es no salimos, no hay indicios claros de una recuperación sostenida en unos países, mientras que en otros, les está afectando seriamente la virulencia en los commodities, fundamentalmente el petróleo.

Por ende será mejor que como ciudadanos de a pie comencemos a educar nuestro bolsillo para vivir en curvas más pronunciadas en su parte baja y menos en la  alcista. 

Nadie vendrá a decirnos que no gastemos por encima de nuestras posibilidades, que no tomemos créditos  con un horizonte de elevada incertidumbre y probabilidades de perder la fuente principal de ingreso. Es decir, es tiempo de ser consumidores racionales y austeros en vísperas de un invierno económico larguinegro.

Además es un hecho que la palabra crisis está en el lenguaje popular: todos los días alguien habla de ésta, lo hace con la zozobra misma de su significado  porque desconoce hasta cuándo, cuánto más y en qué medida seguirá manifestándose.

Hay un pesimismo palpable, ahora mismo la pregunta es hasta cuándo terminará la volatilidad en los mercados bursátiles y también en buena parte de los mercados cambiarios que traen en jaque a los exportadores e importadores.

El efecto yuxtapuesto en economía es también cismático si algo cae implica por otro lado una subida de algo y si hay una expansión de determinada actividad producirá el efecto contracción en alguna otra. 

Si sube el dólar habrá que dar más pesos para comprar una unidad y ello implica una pérdida de poder adquisitivo para la persona que está en  pesos dentro de una economía en pesos pero con un tejido empresarial e industrial entretejido en dólares con insumos que asimismo paga en dólares.  Eso implica productos  y servicios finales  más caros para el consumidor.

A COLACIÓN

La magnitud de la ralentización de la economía golpea en distinta forma a los sectores claves dentro del Producto Interno Bruto (PIB) de ahí que los primeros efectos pasen por la industria de la construcción, industria automotriz e  industria manufacturera. 

Buena parte del desempleo generado en las  primeras etapas de la crisis  suelen estar  ubicados en dichos sectores y quizá en menor proporción suceda en aquellos  ligados a la industria turística, telecomunicaciones y en general  el sector servicios.

La magnitud  depende entonces de la posición en la que una persona se encuentra desde el punto de vista laboral y  de obtención de sus ingresos, esto hará que unos resientan el fenómeno de forma directa como mayores afectados y otros podrán resistirla en mejor situación.

La posición de una persona, familia y empresa en toda crisis hace que para una sea de mayor magnitud y para otra mucho más manejable, aunque en todos los casos la  gente tiende a recortar sus gastos buscando precaver.   “Más vale prevenir que lamentar”, afirma el argot popular.

Por esa razón es muy importante que el trabajador esté siempre  atento a percibir el entorno interno donde todos los días  vive jornadas de ocho a 10 horas diarias, aspecto por sí solo fundamental para estar familiarizado con los movimientos de la empresa.

Muchos olvidan que una empresa es un organismo vibrante, dinámico, sensible cuyo estado de ánimo es un catalizador de los buenos o malos tiempos presentes e inmediatos a los que se enfrentará ese organismo llamado empresa.  El ambiente interno sirve para anticipar augurios buenos o malos.

¿Cuántos empleados prestan atención a los reportes trimestrales publicados por su empresa, a las noticias del sector donde ésta se desempeña y a la lectura de las noticias internacionales?

 

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