La cascada verde

Al respecto, hay un libro de  cabecera que se llama “Inteligencia ecológica” de Daniel Goleman, una invitación para que el ser humano entienda el impacto en el medio ambiente de todo lo que compramos.

Es muy básico es un quid pro quo si uno cuida el planeta eso derrama en bienestar para nosotros los seres humanos que le poblamos y ya va siendo hora de que todos cooperemos.

Debemos reconsiderar nuevas premisas para mitigar el cambio climático partiendo de modificar radicalmente hábitos y costumbres, la mayoría estimulados a raíz de la Revolución Industrial.

Primero sucedió la inclusión del carbón y el petróleo como insumos energéticos aunado a la introducción de los avances tecnológicos a favor de la innovación en la producción y luego desde la década de 1970 la pirámide demográfica ha impulsado una sociedad consumista cuyos efectos llegan hasta nuestros días.

Esa sociedad es de masas: compra tecnología, cada día demanda más novedades que le faciliten la vida, sus hábitos de consumo van decantándose por la comida rápida, precocinada; por el uso de ropa sintética y una serie de fibras que son durables pero no siempre amigables con el medio ambiente.

Muchas veces sucede una errónea interpretación del binomio bienestar y poder adquisitivo con consumir y a este espejismo contribuyen precisamente las facilidades para incluir a la población en el acceso al financiamiento y la toma del crédito ofrecido por las instituciones financieras.

Ello ha contribuido a que esta sociedad consumista mida sus éxitos o fracasos en relación con su poder adquisitivo vía el ingreso complementado con el crédito. Tanto vales en la medida en que tanto tienes, lo que implica que la gente vaya en masa a ejercer su derecho a consumir, aunque obvie aspectos esenciales como tomar decisiones racionales y olvide su nueva obligación para ayudar a mitigar los efectos derivados del cambio climático.

Lo que está en juego es romper con los hábitos, usos y costumbres ejercidos hasta ahora por una sociedad consumista, dejar de actuar en masa para funcionar como consumidores racionales y sustentables.

Diversas acciones pequeñas aplicadas en la vida cotidiana y en el hogar pueden provocar grandes transformaciones, por ejemplo, el uso de una sola bombilla de bajo consumo a lo largo de su vida útil nos hace ahorrar una media de 140 litros de petróleo.

A COLACIÓN

Aprender para elegir. Goleman remarca la relevancia de que cada una de las personas se involucre en la creación de un mundo ecológico. No tenemos demasiadas alternativas.

Somos principio y fin, alfa y omega, los impulsores de una transformación necesaria donde producción, hábitos de consumo y respeto al medio ambiente puedan ser amigables.

El cuestionamiento de qué comprar debe llevar implícita una serie de reflexiones: ¿es verdaderamente necesario? ¿Pueden adquirirse otros bienes sustitutos o complementarios? ¿Cuál es la vida útil esperada del bien? ¿Es fácil de revender, reutilizar, reciclar, remodelar? 

Por tanto comprenderemos que casi todos los bienes desechables, con un escaso margen de duración debido a su calidad y a los insumos que le conforman, son nocivos para el medio ambiente.

Aceptémoslo,  una inmensa mayoría de personas no tienen ni la menor idea de cómo separar los residuos generados desde el seno del hogar, a la par que ninguna campaña pública o privada estimula el compromiso ciudadano para hacerlo.

¿Cómo queremos ganarle la batalla al cambio climático sin la educación pertinente para lograrlo? Reciclar, reutilizar, reinventar e incluso remodelar deben ser acciones añadidas como valor cotidiano.

 

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