Porfirio Gutiérrez, artista zapoteco residente en California recorrerá varios museos del mundo con sus tejidos de técnicas ancestrales

“Cuando pude exhibir mi trabajo en un museo solo es cuando empecé a darme cuenta de que sí, de que lo que hacemos es arte”, dijo a Efe el artista zapoteco.

Su colorido trabajo llegó en diciembre pasado al Smithsonian, uno de los museos más importantes de Estados Unidos, que le seleccionó para el programa “Artist Leadership Program” para realizar una investigación sobre la cultura zapoteca y la dedicación de su localidad natal, Teotitlán del Valle (Oaxaca), a la elaboración de tapices y alfombras de lana. 

Con este programa, Gutiérrez viajará a México con directivos de Smithsonian para conocer la región como parte de un trabajo de campo sobre el trabajo de este artista. 

Este año, con su proyecto artístico “Fragmentos”, el artista además recorrerá varios museos del mundo. Este fin de semana estará en Tucson (Arizona) y desde varias ciudades europeas como Londres le han extendido una invitación para que muestre su trabajo. 

Pero, como suele pasar, los inicios no fueron fáciles y, como la mayoría de los indígenas mexicanos que deciden emigrar a Estados Unidos, la pobreza y falta de oportunidades obligó a Gutiérrez a dejar a sus padres y once hermanos. 

Su destino, California, estado que alberga a más de 200 mil migrantes de tribus del sur de México, según datos del Censo. 

El migrante consiguió trabajo en un restaurante y comenzó una nueva vida alejada de los telares que le dieron el sustento por miles de años a sus ancestros. 

Diez años después, Gutiérrez logró regresar a Teotitlán del Valle y encontró una realidad que siempre estuvo allí. 

“Es cuando tuve el renacer de ese amor que le tengo al arte y es cuando en realidad lo tomé en serio”, aseguró. 

En el trabajo de sus padres, Amado Gutiérrez y Andrea Contreras, el zapoteco encontró la riqueza cultural que lo llevaría a convertirse en el artista que es hoy, aunque su familia lleva más de dos siglos tejiendo con productos cien por ciento naturales. 

Según Amado Gutiérrez, sólo media docena de familias de la región aún trabajan con lanas procesadas a mano, colores naturales extraídos de plantas, minerales y animales como la grana cochinilla.

Todos los procesos son realizados a mano y sus tejidos pueden durar intactos más de cien años. A pesar de la calidad de estas obras, la familia apenas sobrevive de su trabajo. 

“Mis papás no saben hablar español, entonces no tenían esa oportunidad de un mercado que ellos pudieran vender sus piezas al turismo, entonces siempre tenían que revenderlas a los comerciantes del pueblo”, explicó Gutiérrez. 

Ante esta cruda realidad, Gutiérrez decidió luchar por cambiar el futuro que enfrentaban su familia y su comunidad. El migrante regresó al sur de California dispuesto a instalar su taller de tejidos. Sus inicios no fueron fáciles, con esposa y dos hijos que mantener, el artista no podía dejar su trabajo regular, sólo le quedaban unas horas para echar adelante su proyecto. 

Pero el migrante no estaba solo, el poder de su etnia lo respaldaba. En Oaxaca construyeron el telar y la rueca, que fue enviada al Sur de California. “Somos un equipo, somos como doce personas entre mis papas mis hermanos allá en México y yo”, dijo con orgullo. 

Junto al telar llegaron las lanas y la inspiración para tejer piezas únicas y coloridas que representan el espíritu de una comunidad que lucha por no desaparecer. 

Gutiérrez comenzó como artesano, pero después de tocar tantas puertas, encontró en la ciudad californiana de Thousand Oaks su primera oportunidad para que sus piezas fueran expuestas como una obra de arte. 

Pero más allá del orgullo del reconocimiento, con su trabajo, el artista zapoteco quiere que se valore el aporte de su cultura y lograr que ésta no desaparezca. 

“No es solo vivir el sueño, no mas mostrar tu trabajo en otros países, pero también la responsabilidad que conlleva decir: ‘Yo soy zapoteco, yo vengo de raíces milenarias'”, concluyó.

Fuente: (Agencias)

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