Derroche de dinero

Sabrá usted, amigo lector, que hay un punto que  repetimos consuetudinariamente hasta el cansancio: gastar por encima de nuestras posibilidades.

Hay psicólogos que interrelacionan cierto grado de felicidad al gastar, al consumir y hasta a un falso bienestar que curiosamente atrapa a la clase media en la falsedad de un espejismo como el de poseer  el árbol de Navidad más grande y los  maxiregalos como sinónimo de bienestar.

Empero, la felicidad real no radica en la diatriba del poder económico  aunque el devenir de la sociedad actual insista en inocularnos dicho pensamiento manipulable  y predetederminista. 

Amigo lector, ¿ha pensado bien a bien qué hará con su aguinaldo?; no repita los errores seculares de cada año en los que sale en masa a adquirir todo cuanto encuentra en los anaqueles nada más para llenar un vacío interno porque, discúlpeme, la felicidad no la proporciona un carro del supermercado a tope.

Sabía usted que como consumidores erramos más veces que acertamos y  todavía más en épocas del año en  las que un extra de alegría se cuela  a través del bolsillo.

Pero también supongo que está consciente que año con año que recibe su aguinaldo usted toma decisiones inacertadas acerca de cómo gastarse esa paga extra.

Sí, en efecto, la mayoría de las personas que reciben su aguinaldo lo despilfarran en bienes de consumo, en regalos, en fiestas, cosas vanas e  inclusive  inútiles de las que después se arrepentirán.

Diciembre es  la fiesta de la aparente holgura y alegría artificial, no obstante, enero es el sepelio: significa la ardua cuesta del primer mes del año y por ese delicado y repetitivo motivo  usted debería ser previsor.

A COLACIÓN

¿Cuando le dan la paga extra, el aguinaldo, en qué piensa? Lo primero, nos dice la experiencia es en gastarlo y disfrutarlo; segundo, en amortizar deudas y tercero, muy arrinconado posiblemente a alguien se le ocurriría ahorrarlo.

La realidad debería ser todo lo contrario: usarlo para pagar deudas, después para ahorrar lo que reste  y una pequeña porción destinarlo a algún gasto extra. En efecto, el doceavo mes del año nos demuestra que no sabemos ser homo econimicus ni consumidores racionales.

Pero es también en esa recta final en la que más nos equivocamos a la hora de realizar nuestros cálculos porque caemos en la tentación de la holgura, las fiestas, el brindis, el relax y… compramos por comprar.

Quizá no sepa  que son diciembre, enero y agosto los meses que más facturamos en nuestra tarjeta; en los que más nos endeudamos por vacaciones,  regalos,  cenas, festividades, compras de aparatos eléctricos y en agosto, previo al regreso al colegio en el que hay que adquirir uniformes, chorrocientos libros y útiles, pago de inscripción, etc.

Lo que debemos hacer al recibir el aguinaldo o lo paga extra de fin de año es todo lo contrario a lo que habitualmente se hace, es decir, no gastarlo, al contrario utilizarlo para pagar deudas o bien para sustentar una base de ahorro.

Todavía no aprendemos a calibrar bien a bien la base del ahorro, hay quien  argumenta que se requiere  de un basamento engrosado para iniciarlo aunque  la realidad dicte todo lo contrario: se puede iniciar con ahorros pequeños, así se construye la pirámide.

No es momento tampoco de arriesgarlo ni en acciones ni en fondos  de inversión mi consejo como economista es que esa paga extra, ese aguinaldo,  lo metan en un depósito a plazo fijo. Y es que más vale pájaro en  mano que ciento volando. Esa es la realidad.  En todo caso amigo lector, no se lo gaste todo. 

 

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