Pensar antes de comprar

Primero sucedió la inclusión del carbón y el petróleo como insumos energéticos aunado a la introducción de los avances tecnológicos  a favor de la innovación en la producción y  luego desde la década de 1970 la pirámide demográfica ha impulsado una sociedad consumista cuyos efectos llegan hasta nuestros días.

Esa sociedad es de masas: compra tecnología, cada día demanda más novedades que le faciliten la vida, sus hábitos de consumo van decantándose por la comida rápida, precocinada;  por el uso de  ropa sintética y una serie de fibras que son durables pero no siempre amigables con el medio ambiente.

Lo que está en juego es romper con los hábitos, usos y costumbres ejercidos hasta ahora por una sociedad consumista, dejar de actuar en masa para funcionar como consumidores racionales  y sustentables.

Diversas acciones pequeñas aplicadas en la vida cotidiana y en el hogar  pueden provocar grandes transformaciones,  por ejemplo, el uso de una sola bombilla de bajo consumo a lo largo de su vida útil nos hace ahorrar una media de 140 litros de petróleo.

Por ello creo que debe conjugarse una amplia ecuación formada por diversas variables para obrar a favor de esa transformación esperada: educación financiera, educación sustentable, elección razonada, optimización de los recursos, reutilización y reciclamiento de los mismos.

La meta es formar seres consumidores racionales y sustentables con decisiones  que tengan el menor impacto ambiental posible y el fomento en su entorno de actitudes para reducir la huella ecológica.

Así como a la gente hay que enseñarle el valor del ahorro o la mejor utilización de una tarjeta de crédito, debe alfabetizarse en torno a reciclar y reutilizar, dos actitudes favorables para mitigar el cambio climático.

Aceptémoslo: una inmensa mayoría de personas no tienen  ni la menor idea de cómo separar los residuos generados desde el seno del hogar, a la par que ninguna campaña pública o privada estimula el compromiso ciudadano para hacerlo.

¿Cómo queremos ganarle la batalla al cambio climático sin la educación pertinente para lograrlo? Reciclar, reutilizar, reinventar e incluso remodelar deben ser acciones añadidas como valor cotidiano.

A COLACIÓN

Aprender a elegir. Mitigar la contaminación y tratar de aminorar los estragos del cambio climático no es únicamente responsabilidad gubernamental, es de absolutamente todos nosotros, quienes debemos involucrarnos en  concebir un nuevo mundo ecológico. Y es que además tampoco tenemos muchas opciones porque o empeora o lo controlamos. 

Somos principio y fin, alfa y omega, los impulsores de una metamorfosis necesaria donde producción, hábitos de consumo y respeto al medio ambiente puedan ser amigables.

El cuestionamiento de qué comprar  debe llevar implícita una serie de reflexiones: ¿es verdaderamente necesario? ¿Pueden adquirirse otros bienes sustitutos o complementarios? ¿Cuál es la vida útil esperada del bien? ¿Es fácil de revender, reutilizar, reciclar, remodelar? 

¿Qué facilidades existen para  ser reciclado? ¿Su utilidad me dará más satisfacción en vez de provocar un mayor perjuicio para el medio ambiente? ¿Controlo mis impulsos como homo economicus?

Por tanto comprenderemos que casi todos los bienes desechables, con escaso margen de duración debido a su calidad y a los insumos que le conforman, son nocivos para la ecología.

Basta por ejemplo ver los productos made in China altamente tirables, criticados por utilizar fibras difíciles de biodegradar e insumos tóxicos  que en corto tiempo pasan al contenedor de la basura y se convierten en material contaminante.

En casi todos los mercadillos, tianguis y zonas comerciales hay millones de productos chinos muy asequibles por su precio para la mayor parte de la población, en contraste, demasiado nocivos para el medio ambiente.

El consumidor detenta un gran poder de decisión, así es que debe  valorar (por su propio bien) más la calidad que la cantidad y  privilegiar la relación precio-calidad. Debe hacerlo pensando en pro de reducir su huella ecológica.

 

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