Stop desahucios

El huracán de la crisis económica, su lado más deshumanizado, ha dejado una pista urbana con víctimas visibles: gente endeudada incapaz de hacer frente  a los pagos ante la noticia de haber perdido el empleo, que de repente se ve viviendo de forma austera e inclusive en la calle.
A Jorge, Yolanda y sus tres  pequeños hijos -el menor tiene un año de edad- la vida les dio un vuelco dantesco aquella  mañana que fueron expulsados de su vivienda  tras agotar, largos dos años, todas las posibilidades legales y de mediación municipal con el Kutxabank.
No es una serie de ficción, simplemente los echaron a  pesar de la resistencia civil de un grupo de personas congregadas en la calle Diamante del madrileño barrio de Usera. Los activistas se apostaron en el portal tratando de evitar a toda costa el desalojo final.
No hay cifras oficiales de cuanta gente como Jorge y Yolanda han perdido su vivienda en los últimos años de la magna crisis económica española, algunos datos extraoficiales ubican  30 mil 034 desahucios consumados en el año 2012.
Aunque el Instituto Nacional de Estadística (INE) recientemente actualizó el número de vivienda vacías en territorio español: 3.44 millones de un universo de 25.2 millones de viviendas.
Que el 13.7% del parqué inmobiliario habitacional se encuentre sin moradores abre un abanico de especulaciones porque de haber sido construido en la última década casi coincidiendo con la burbuja inmobiliaria y su posterior pinchazo, habría entonces un porcentaje de pisos que no lograron venderse, y otros desocupados a fuerza de desalojos legales.
A COLACIÓN
La palabra desahucio ha perseguido en los últimos años ha muchas familias españolas y también de inmigrantes; extranjeros que se creyeron el sueño de prosperidad ibérico, de las facilidades para ser cliente bancario y por supuesto recibir créditos como si fueran naipes de una misma baraja. Nada más que nunca vieron el truco.
Desde el año 2000 se fue gestando el caldo de cultivo para creer que la bonanza sería sempiterna había un contagio de felicidad que motivó a la gente a ser propietarios más que huéspedes.
Además los bancos lo ponían muy fácil, tanto a españoles como a inmigrantes, es más los propios ejecutivos de cuenta siempre cercanos para conocer a su cliente  y sus necesidades potenciales, explicaban afanosamente las ventajas de contratar un crédito hipotecario, de ser propietario “en vez de tirar el dinero por el váter”. Les daban alas.
En todos los sitios los requerimientos eran los mismos: la fidelidad absoluta del cliente para con la institución de crédito que pasaba por abrir una cuenta bancaria, domiciliar la nómina, todos los recibos de gas, agua, luz, teléfono; poner el fondo de pensiones  y contar con un aval.
Cumpliendo con los baremos había que elegir la vivienda y el tasador del banco hacía lo demás, corrían los trámites y una vez entregados todos los papeles, comenzaba así el sueño de contar con un patrimonio aunque para ello se hipotecara el cliente por 25, 30 o 40 años.
Nadie leía las cláusulas pequeñas, afirma Mar Rodríguez, de  la Plataforma Afectados por la Hipoteca de Getafe (PAH) una de las microorganizaciones ciudadanas que han proliferado por toda España para evitar los desahucios y buscar sobre todo la renegociación de la situación de las personas que han dejado de pagar su hipoteca.
Eran tiempos de baile de cifras, alegría en el cuerpo y sueños de algodón de azúcar todo era posible, tanto como tener una hipoteca, un crédito automotriz, varias tarjetas de crédito; mucho consumo realizado en cómodas mensualidades y hasta viajes apalancados.
Hubo quienes fueron más avezados viendo las facilidades bancarias adquirieron una hipoteca para luego obtener una segunda, lo hacían alquilando la primera y dejando que con la renta sufragada por el inquilino se amortizara mensualmente esa deuda.
Hay otros que  solicitaron una segunda hipoteca para comprar un piso en la playa o en la montaña, lo hacían de común acuerdo con la pareja, entonces si ella trabajaba, tocaba que aportara su avalista y nómina para hipotecarse por el piso en la zona de ocio.
Nadie vio las consecuencias se creyó entonces que el boyante panorama económico en la España de la democracia no tendría fin, pero hizo ¡cataplum!. En 2006, un informe trimestral de la Comisión Europea alertó del  endeudamiento de las familias en varios países europeos, subrayó la necesidad de que los bancos revisaran su comportamiento para conceder hipotecas, con niveles de consumo elevado y  familias sobreexpuestas  a alteraciones en los patrones de ingreso.

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