Corrupción, ¿deslucida?

El año pasado, la Comisión Europea, puso énfasis en el tema de la penetración de la corrupción en los países  europeos  debilitados por el largo ciclo de estancamiento económico, de 2008 a 2015, la primera gran prueba de fuego para el conglomerado europeo y de la eurozona.
La herencia de la debacle además de los costos socioeconómicos y el adelgazamiento en el Estado de Bienestar en el universo europeo también ha traído consigo una nata de putrefacción que va salpicando diversos ámbitos públicos y privados.
No es un fenómeno trivial. Las circunstancias desnudan diligencias encaminadas a evadir al fisco, trasladar dinero al extranjero a paraísos fiscales para sacarlo de la órbita tributaria local; pago de dádivas y sobornos para obtener licencias públicas -sobre todo empresarios que ven en los contratos gubernamentales una forma de compensar el golpe de la crisis-;  y también la participación en el financiamiento directo del voto y de las campañas políticas como un esquema para asegurar el futuro mediato e inmediato de contratos y otros beneficios.
El engranaje de la deshonestidad entre el sector público y la empresa privada es difícil de detectar salvo que la delación sea utilizada como una forma de venganza entre los distintos adversarios de los variopintos partidos políticos.
Sin esos “chivatazos” muy probablemente muchos casos pasarían inadvertidos tanto para la justicia como para la ciudadanía. Y es que hay que atreverse a denunciarlo.
De acuerdo con información de la Comisión Europea vertida en un banco de datos denominado Corruption widespread across Europe el país más corrupto de Europa es España (63%); seguido de Grecia  (63%) y Chipre (57).
En tanto que los países valorados como los menos corruptos o al menos donde menos ha avanzado este sarcoma son: Francia (6%); Alemania (6%) y Dinamarca (3%).
¿Cuál es el factor de correlación detectable en países como España para que se ubique a la cabeza de los sobornos en el entramado europeo? ¿El elevado desempleo? ¿Los trabajos en negro? ¿Fallos en el sistema de inspección fiscal? ¿Hoyos en el sistema financiero  usados de coladera?.
La variable que más  correlaciona con el incremento en los niveles de corrupción tiene que ver con la destrucción del tejido empresarial durante la crisis, allí se anida el foco, en empresas dispuestas a  todo tipo de componendas con tal de sobrevivir al vendaval económico.
A partir de la  Seguridad Social en España sabemos que “desde el año 2007 el país ibérico no había reportado un saldo positivo en cuanto al número de empresas registradas un total de 1 millón 246 mil 381, luego de siete años de destrucción del tejido empresarial.”
¿Hasta dónde se puede llegar por salvar  a la empresa de la ruina, de la bancarrota por la falta de negocio? Al respecto, el más reciente análisis de Ernest & Young es demoledor: “Siete de cada diez directivos aceptan  que sobornos y  corrupción son el modus operandi habitual en los negocios en España”.
Es digno de debate dado que las cifras duplican incluso a las registradas en la media de los países de Europa Occidental,  donde el 35% confirma  su frecuencia.
A COLACIÓN
Con base al Informe sobre Fraude y Corrupción elaborado por EY en 38 países, se desvela que la mayoría de los ejecutivos y directivos involucrados en áreas de toma de decisiones, aceptaron un empeoramiento  en la transparencia.
Al menos un 46% justificó pagar con regalos personales, o bien de ocio, así como dinero en efectivo si éstos ayudan a la supervivencia y continuidad del negocio.
Además la consultoría advierte que no todo podría circunscribirse únicamente al contexto de lo local. Para  EY conseguir más fuentes de ingresos o la expansión hacia otros mercados son  nuevos riesgos en materia de fraude y corrupción. Son el talón de Aquiles de la urdimbre empresarial ibérica.
Para EY lo que puede estar aconteciendo es una generalización del soborno y de la corrupción en los negocios, como una vía para encontrar el camino “más corto” para obtener contratos y al mismo tiempo dinero que se convierte en ingresos. Un oxígeno financiero que a lo largo de los últimos años ha faltado en muchas empresas que finalmente terminaron asfixiadas.
Se trata de salir de la vorágine en pleno proceso de recuperación económica pero con unos mercados muy volátiles y crecientes requisitos de cumplimiento normativo, transparencia o endurecimiento de sanciones. Así es que brilla como chapa de oro.

   

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