¿Chicharrones a Videgaray?

No creo que haya ciudadano alguno en cualesquiera de los 194 países que constituyen el puzzle del mundo que alcen el dedo para decir que alaban la gestión del respectivo titular de la secretaría de Hacienda que les corresponda.
De entrada es antipático tener que exprimirle el tuétano a los ciudadanos para volverlos de cautivos a activos visibles a fin de que tributen a favor de de la tesorería de la Nación.
Cobrar impuestos no es precisamente una actividad generosa, no al menos para quienes tienen que pagarlos y además de no hacerlo ser perseguidos judicialmente, candidatos a embargos o en el menor de los casos a pagar una multa sobre multa más un porcentaje por morosidad.
Además cada cambio de gobierno  en vez de mejorar el tema relacionado con los impuestos vía su relajamiento acontece todo lo contrario: surgen nuevas ideas, verdaderos “frankestein fiscales” en los que inclusive, hasta el sushi puede llegar a considerarse un bien de lujo y taxarse como tal.
Al menos así aconteció en México, durante el sexenio del presidente Vicente Fox, alguna lumbrera dijo  que el sushi era un “bien suntuario” y había como tal que gravarlo.
Tan descabellada idea no duró mucho luego de arrastrar a la quiebra a micro  pequeñas empresas, muchas franquicias de comida japonesa.
Así es que ser el encargado de gestionar las finanzas públicas es lo más impopular dentro de la conversión por regla aplicada a  cada gobierno y el ejercicio de su gestión.
No sé si a estas alturas, se salvaría de ser quemado en la hoguera del descrédito a figuras como Jean-Baptiste Colbert, para muchos todo un personaje bastante respetable dentro de lo que se considera el arte de administrar los ingresos pecuniarios de forma aceptable.
Como ministro de Finanzas, Colbert se convirtió en la mano derecha del Rey Luis XIV, de estilo pragmático y metódico, salvó a Francia de la ruina al implementar con estilo un sistema que investigó primordialmente a las clases más pudientes que habían obtenido sendos beneficios sin aportar lo suficiente a las arcas galas.
La nobleza y el clero fueron observados con lupa y obligados “gentilmente” a devolver parte de lo que le correspondía al Estado por cuestión de las exenciones.
También reorganizó toda la administración pública y sin recurrir a exprimir más a los pobres logró con el tiempo fortalecer la contabilidad. Su imponente personalidad impuso sello también a la creación de diversas instituciones y a  la modernización de Francia.
A COLACIÓN
Del siglo XVII al XXI, la quebradera de cabeza de todos los países tiene que ver con sus finanzas públicas, su nivel de endeudamiento, la imposibilidad de sostenerlas únicamente vía los tributos.
Nadie ha encontrado aún la pócima mágica y las políticas fiscales tienden no a la laxitud más bien a mantenerse de corte restrictivo a través de ejercer un menor gasto público.
El meollo radica en que la ciudadanía siente sobre de sus hombros la pesada carga de los impuesto directos e indirectos y además cada día ve peor los hospitales públicos, el bacheado de las calles, la falta de alumbrado público; el incremento de la inseguridad ante la imberbe participación policial y las dificultades para lograr que sus hijos accedan a la escuela y universidades públicas.
Y en cada crisis económica, todos temblamos porque la fórmula es menos gasto, más recorte, más impuestos en pos de mayor sufrimiento económico de la población.
¿Por quién doblan las campanas? No recuerdo en México un ministro de Hacienda que recibiera el agradecimiento franco  de la gente por tan loables decisiones.
Como de todo en la viña del Señor, José Ángel Gurría intentó  la modernización de las finanzas;  de su paso gris curiosamente es ahora un lúcido líder de la OCDE.
Para mí los peores son aquellos que ni siquiera salen a patear la calle, que se ubican en el escalafón de la tecnocracia y  entonces ven la oportunidad de gravar todo aquello que pase por su mente en una noche de insomnio.
A Luis Videgaray Caso, actual titular de la cartera, los rumores lo vienen cesando desde hace varios meses atrás y eso que apenas lleva dos años. El economista es muy cercano al círculo de confianza del presidente Enrique Peña Nieto, para algunos eso basta para que termine el sexenio.
Aunque, no contaban con la astucia de la caída de los petroprecios, de que las finanzas no logran cortar la dependencia fiscal del crudo y la economía es una lapa pegada a  Estados Unidos, su principal socio.
Colbert logró sacar a Francia del marasmo con visión, determinación e inteligencia, ¿podrá Videgaray con el enorme desafío que se le presenta este año?

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