Cogito ergo sum

Jornada de reflexión: les invito a liberarse del Grinch, perdonar es cerrar heridas. Este año ha sido especialmente difícil para muchos de nosotros que hemos debido tomar decisiones delicadas, nada fáciles y después de meditarlo como debe hacerse, pasando de la reacción en caliente a largos días de cavilación con el corazón frío y la cabeza helada.  
El futuro se puede intuir si uno logra  en el presente una jugada con una carambola a tres bandas. Así es que sea cual sea la decisión pendiente de tomarse, rezagada en el estertor de este 2014, no implica  por ende su abandono.
Adiós annus horribilis. Los estudios demoscópicos deberían reflejar cómo cambia el estado de ánimo de las personas cada vez que se llega a diciembre aunque, precisamente comentaba con Pepe Bárcena, amigo del Café Gijón, la terrible prisa con la que vivimos por culpa de la mercadotecnia y el marketing consumista que siendo septiembre ya te venden lo del Día de Muertos; y aún no inicia diciembre colocan en las vitrinas los roscones de Reyes.
Avuelapluma, así es como nos están haciendo gastar nuestro tiempo, no digamos nuestro dinero. Hay quien vive únicamente pendiente de la llegada de las facturas por pagar, de las letras adeudadas, del inicio del mes y el cobro de la hipoteca.
Estas personas resumen su vida en plazos dispuestos en cómodas mensualidades  y casi siempre llegar a fin de mes les implica un estrés impresionante dado que lo terminan arañando las paredes. Suelen hablar de lo que pagaron el mes pasado y suman y multiplican todas las horas, días, semanas y meses que les falta por liberarse de yugos a crédito tales como la adquisición de un coche, terreno o propiedad inmobiliaria.
También están las personas que gestionan su vida conforme sus compromisos profesionales, la apretadísima agenda no deja sitio para nada más mucho menos para la improvisación.
Su calendario anual consiste en una adicción al trabajo, no saben hacer otra cosa. Pensar en el vacio de una agenda sin citas les hace enfrentarse consigo mismos, nada como mantener la cabeza ocupada, en tertulias, reuniones, comidas y largos convites.
El cronograma individual consiste en desayunos, comidas, cenas de trabajo. En un pis-pas ven pasar los días, semanas y meses. El workaholic ha logrado ya un apartado relevante en los estudios psicosociales y cada día surgen nuevas tesis del por qué de su comportamiento.
Ni qué decir de las personas que administran su tiempo bajo la máxima de time is money. Una vez un corredor neoyorkino de esos engominados de Wall Street calculó en dólares el tiempo que había demorado tomándose un café y un croissant conmigo en unas calle aledañas al New York Stock Exchange (NYSE).
Recuerdo su cálculo con precisión de cirujano: 46 mil dólares a partir de lo que en ese lapso habían subido y bajado las acciones a las que él solía darle seguimiento en los fondos para sus clientes.
Curioso pero veía a la gente de arriba a abajo e igualmente hacía un cálculo aproximado de cuánto habían gastado o invertido en la ropa que vestían. La diferencia entre uno y otro, estribaba en que ropa sin marca es ropa desechable, con una fecha de caducidad intrínseca a la calidad de la ropa y su uso; no obstante, lo refería como una inversión, al señalar un bolso, zapatos, accesorios y ropa en general de grandes marcas. Claro,  no es lo mismo un Carolina Herrera que un Louis Vouitton.
Para la gente que vive inmersa en este tipo de recuento, deja ir la vida en cada incremento de su cuenta bancaria, en verdad, cada minuto es una oportunidad para hacerse con más.
A COLACIÓN
Habría que tomar con más sensibilidad el paso del tiempo, sin niñerías, pero con una conciencia de que nos somos eternos. Ni el más rico, ni el más pobre se llevarán nada del plano terrenal.
Este año la partida de gente querida, cercana o conocida, no puede faltar en el recuento que haremos en la próxima columna. Pero no dejo de pensar en la ida de Emilio Botín, presidente finado del BSCH,  me gustaría entrevistarle en el otro plano existencial y decirle si cree que fue lo suficientemente feliz. O gastó mucho de su tiempo en pro de sus inversiones.
Y es que subrayo vivimos en tiempos adelantados, de correcaminos, un statuto quo adoctrinado digitalmente, de espejismos de mercadotecnia y marketing. De consumismo de masas.
En fin no trato de deconstruir el comportamiento de la sociedad, pero sí intento, amigo lector, que esta noche de sensibilidad a flor de piel medite acerca del ritmo de su vida. Recuerde, la jugada de carambola.

 

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