Susana López Aranda, hija del actor Ignacio López Tarso, reune una serie de entrevistas con su padre en el libro “Hablemos de Teatro”

Crítica de cine y autora de un libro anterior sobre la carrera de su padre en este arte, López Aranda visitó la FIL para presentar, junto con su padre, la biografía teatral que ha escrito sobre el trabajo de Ignacio López Tarso: “Hablemos de teatro” (editorial Trilce), un libro en el que recorre con él sus memorias sobre el escenario.

Planteado a manera de conversatorio, el libro —lleno de fotografías de la vida del actor y de numerosos ejemplos de las producciones en las que participó— da cabida a entrevistas en donde López Tarso no sólo repasa su biografía, sino que sobre todo revisa algunos de sus mecanismos de actor y recuerda el privilegiado teatro en el que le tocó vivir: el del desarrollo de este arte como una manifestación cultural esencial para la nación mexicana.

“Creo que a él le tocó vivir una época muy peculiar, en el que un actor podía hacer tantas obras clásicas; ahora es imposible para cualquier actor; la suya fue una época muy peculiar y habla de cómo ha sido la evolución en México”.

Por eso es tan importante que, a mes y medio de cumplir 90 años de edad, López Tarso no sólo tenga ganas de hablar, sino también una muy lúcida memoria. “La suya es una memoria activa”, define López Aranda, mientras presume la disciplina teatral de su padre. “Hacíamos apuestas con mi hermano, que también es actor, acerca de si mi padre se aprendería sus diálogos; siempre era el primero, así que siempre ganaba las apuestas yo”.

Ignacio López Tarso, cuenta su hija Susana López Aranda, encontró un teatro en transformación y fue su contemporáneo; le tocó experimentar, por ejemplo, el desarrollo de los teatros del Seguro Social.

“Cuando él empezó, ya había terminado la Revolución; entonces, le tocó toda la transformación del teatro. Él habla mucho sobre eso de una manera muy fluida y cuenta a toda la gente que conoció, pero además habla de cómo es su técnica para prepararse, cómo prepara un personaje y lo caracteriza”.

También era un teatro, admite López Aranda, con mucho más público que el de hoy en día. “Él cuenta que antes las funciones eran de martes a domingo, sólo se descansaba en lunes, y eso pasa en Guadalajara y también en la Ciudad de México, que ya sólo hay funciones los fines de semana. Y mira, él siempre está pensando en qué sigue, en la siguiente obra; a veces, cuando yo pienso que estoy cansada, hasta me da vergüenza de ver que él sí está trabajando o de gira todo el tiempo”.

Fuente: (informador.com.mx)

 

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