Evitar otro Ferguson

La Opinión y otros periódicos nacionales documentaron el tremendo dispar que existe en la sociedad de este pequeño pueblo de un poco más de 21.000 personas.  69% de su población pertenece a los grupos minoritarios de afroamericanos, mientras que el gobierno municipal, el distrito escolar y otras instancias de poder están plenamente acaparados por el grupo dominante.  De un total de 53 policías en Ferguson, solo tres son afroamericanos; los demás son americanos de ascendencia europea.
Por eso no es ninguna sorpresa que 82% de los detenidos por la policía son afrodescendientes y 92% de los que son arrestados pertenecen también a este grupo étnico.
En este momento no sabemos exactamente los hechos reales que precedieron a la matanza del joven afroamericano de 18 años por parte del policía Darren Wilson, quien utilizó su pistola seis veces para dar fin con su vida.
Sabemos que Michael Brown, el joven que terminó balaceado, tuvo un incidente en una tienda de Ferguson.  A través de las cámaras de seguridad de la tienda, se ve claramente que Brown está en medio de una riña, increpa bruscamente al trabajador del local y luego sale de la tienda.
El robo de unos pequeños artículos no le da ningún argumento a cualquier policía a utilizar su arma letal para terminar con la vida una persona, incluyendo delincuentes –a no ser que la vida del policía esté peligro inminente.
Un policía no es juez, y nunca debe hacer justicia por su propia cuenta.  Para eso tenemos un sistema jurídico competente que nos obliga a respetar los derechos del acusado para que sea procesado, enjuiciado y castigado.
Algo preocupante del caso Ferguson es que esa misma experiencia de Brown pueda ocurrir en una ciudad donde la población latina es mayoría o por lo menos tiene más del 30% de la población.  La Ciudad de Los Ángeles, de acuerdo a un estimado del Censo de 2013, tiene 3,884.307 habitantes.  De ese total, 28.7% pertenecen a los grupos étnicos blancos.   Sin embargo, casi 70% de los 10.000 policías pertenecen a este grupo, mientras que 3.200 puestos; es decir un poquito más del 30%, pertenecen a los grupos minoritarios.
Lo anterior no quiere decir que los policías latinos no arrestarán a gente delincuente de su propio grupo, sino que estos policías son más conocedores de la cultura y algunos rasgos costumbristas que, a la hora de hacer su trabajo, les permite obrar con mayor cautela.
En las ciudades más pequeñas se nota con mayor nitidez las discrepancias entre la población numéricamente mayoritaria y los eslabones de poder.  De acuerdo al Censo de 2010, la ciudad de Costa Mesa en California tiene 109,960 habitantes.  De ese total, 38.5% pertenece al grupo de latinos.  Sin embargo, desde que se fundó está ciudad, no ha existido un representante latino en el consejo municipal.  Los policías son mayormente del grupo étnico dominante.
En Fullerton, otra ciudad mediana de California, la población es de 126,003 habitantes.  38.014 son latinos; es decir 30.8% del total.  Al igual que Costa Mesa y la mayoría de los pueblos medianos de Orange County, los puestos de poder están colmados por gente que pertenece a las etnias blancas, incluyendo en los establecimientos universitarios, distritos escolares y el departamento de policías.
¿Qué significa lo anterior?  Los datos demográficos nos dicen que la población latina ha ido incrementando en número pero no en términos de poder.  Lo acontecido en Ferguson puede servir para que los grupos dominantes se den cuenta que la monopolización total del poder produce consecuencias impredecibles y negativas.  Por otra parte, la comunidad latina debe reconocer y concientizarse de que es tiempo de emprender una marcha positiva hacia una mejor representatividad en el gobierno local.  El voto es la mejor arma contra la monopolización del poder.

Humberto Caspa, Ph.D., es profesor e investigador de Economics On The Move.          E-mail: hcletters@yahoo.com

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