La fiesta de San Antonio de Padua que se lleva a cabo en Santa Cruz de Acaponeta, Nayarit, fortalece la identidad étnica de los mexicaneros

La conmemoración ha sido ampliamente analizada por el etnólogo Eugeni Porras, quien explicó que su origen se dio “durante el encuentro colonial entre los antiguos indígenas y los misioneros franciscanos españoles que, en un principio, evangelizaron la zona del Gran Nayar, a la vez que fundaron los pueblos en donde concentraron a los indios”.

El investigador del Centro INAH-Nayarit, estudioso de los grupos étnicos más desconocidos del país, “aquellos que tienen mayores dificultades para reproducirse culturalmente y preservar sus tradiciones”,  recordó que cuando fue investigador-docente en la ENAH-Chihuahua profundizó en el estudio de los pimas y warijós, y consiguió que fraguara un proyecto de agua potable para los primeros, así como la elaboración de una etnografía mínima y un video documental para los segundos.

Junto con el arqueólogo Francisco Samaniega, hace unos años, Eugeni Porras dedicó una temporada a visitar las comunidades mexicaneras (nahuat) y tepehuanas (ódami) de Nayarit, observando sobre todo sus ciclos festivos, como parte de las actividades de investigación del Centro INAH. Fruto de ello fue un texto fundamentalmente fotográfico, Pueblos olvidados de Nayarit: etnografía visual de mexicaneros y tepehuanes, editado por el INAH-Nayarit y la Universidad Autónoma de Nayarit, obra actualmente agotada, y el video Ceremonialidad e identidad entre mexicaneros y tepehuanes.

El autor de Políticas indigenistas en la Sierra Tarahumara (2002), entre otras obras,  busca constantemente difundir sus trabajos en congresos y conferencias para que estos grupos estén presentes en la sociedad.

Respecto al valor e importancia que las comunidades indígenas de Nayarit dan a la fiesta patronal dedicada a San Antonio de Padua, comentó que frente al momento que viven los pueblos originarios de todo el mundo y, en este caso, del Gran Nayar, las celebraciones encierran las potencialidades de resistencia de muchos de esos grupos. En esas actividades festivas se expresan aquellos elementos identitarios y fragmentos, al menos, de las cosmovisiones y formas de hacer particulares y específicas, sobre todo a los grupos menos favorecidos.

“Estas manifestaciones contribuyen a mantener su identidad como pueblos diferenciados, aunque esto sea cada vez más difícil. Una de las vías para lograrlo es la difusión por parte de quienes creemos en la riqueza que representa contar con un país realmente diverso y multicultural, en el que las etnias puedan gestionar con mayor autonomía sus recursos materiales y simbólicos”.

Ejemplo de ese trabajo, es la crónica sobre la Fiesta a San Antonio de Padua, que narra el especialista en indigenismo, antropología médica, religiones, neochamanismo y antropología simbólica.

“Además de la fiesta de la Santa Cruz (3 de mayo), la otra importante que celebran los mexicaneros o nahuat de Santa Cruz de Acaponeta, Nayarit, es la de su santo patrón, San Antonio de Padua, que se celebra cada año el 13 de junio. Como en aquella, también en ésta las danzas juegan un importante papel ya que están presentes en la mayoría de los actos que componen las celebraciones. Con las danzas de arco se recibe al amanecer el día de San Antonio, bailando en el interior de la iglesia al son del violín”.

Mientras tanto, también dentro de la iglesia los santos son iluminados con velas y son sahumados con copal por la rezandera. Afuera, entre la niebla matutina, siguen las evoluciones dancísticas. De repente aparece el viejo de la danza provocando la sonrisa de la gente con sus gestos y actitudes, actuando en ocasiones como un animal con cola persiguiendo a los danzantes.

Un animado trío le toca Las mañanitas a la imagen del santo y le canta varias canciones en el oscuro espacio del templo. “Al mismo tiempo, afuera de la iglesia, se prepara una mesa con atole de chocolate (vestigio del antiguo uso ceremonial del cacao) y pan que primero se ofrece a la tierra y a los cuatro rumbos, y luego se distribuye entre danzantes y asistentes para combatir el hambre y el frío”, refirió Eugeni Porras.

A partir del mediodía, la gente se congrega junto a un enorme árbol al lado de la iglesia y se coloca una o varias mesas en las que se instalan las autoridades, identificadas por las varas de mando que cada una porta.

Se entregan cohetes, vino de agave y cigarrillos a la mesa para llevar a cabo continuas invitaciones entre las autoridades salientes y las que entrarán a reemplazar los cargos religiosos. El gobernador ofrece un discurso sobre el significado de la fiesta y bendice la tierra con el “agua de las verdes matas”. Todo ello en un ambiente alegre y festivo, animado siempre por los constantes corridos del trío musical.

En un momento determinado se acerca la tarima a la mesa de las autoridades para invitar al zapateado, “pero al menos en esta ocasión nadie se anima a usarla”, detalló el etnólogo. Nombradas las nuevas autoridades religiosas, éstas son presentadas ante las imágenes de los santos en el interior de la iglesia. Ahí, arrodillados frente al engalanado nicho de San Antonio, a cada uno se le entrega una corona sencilla envuelta en un paliacate  mientras que son, a la vez, generosamente sahumados con copal. Luego, les despojan las coronas y las unen todas a una de las cintas de colores que vienen del santo patrón.

Para acabar, cada quien besa el báculo de San Antonio para incorporarse ya como autoridades legitimadas, siempre entre cantos y alabanzas de los asistentes.

El etnólogo Eugeni Porras finalizó su narración con la tradicional cocina comunitaria de leña y con fogones de barro, donde se preparan los alimentos que se reparten a todos los asistentes para concluir la fiesta de San Antonio de Padua.

 

Fuente: (INAH)

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