El cineasta oaxaqueño Ignacio Ortiz adapta para teatro la célebre película de Ingmar Bergman, “Sonata de Otoño”

Dicha obra se presentará en los horarios habituales hasta el 15 de junio, con excepción del día primero de mayo, en el Teatro El Granero “Xavier Rojas” del Centro Cultural del Bosque.

Ortiz reconoció en entrevista que Sonata de otoño es, antes que nada, un guión cinematográfico. Sucede que todos los guiones de Ingmar Bergman son muy adaptables porque él le daba mucho valor a la palabra, afirmó.

Detrás de cada película suya, agregó Ortiz, subyace un texto casi teatral, por eso fue relativamente fácil hacer una adaptación al teatro de esta película creada en 1978.

Sonata de otoño, explicó el también director de cine, no es la excepción: es un texto bastante contemporáneo, en el sentido de que trata sobre la relación entre una madre y sus dos hijas. Originalmente Bergman lo había titulado Madre-hija-madre, pero él mismo reconoció que nunca supo por qué le puso Sonata de otoño. El título es bastante acertado para la proposición teatral.

Señaló que la relación entre madre e hija es universal y seguirá persistiendo mientras existan relaciones entre amor y odio entre madre e hija o entre padre e hijo. En sí, el tema es contemporáneo y universal, porque aborda problemas fundamentales del ser humano.

-¿Fue difícil adaptar una obra cinematográfica de Bergman al teatro mexicano?, se le preguntó a Ignacio Ortiz. “Antes que nada traté de respetar el conflicto. El problema radicó en la adaptación de un lenguaje (cinematográfico) a otro (teatral). El valor fundamental del primero es la imagen y el corte, que te permite manipular el tiempo y el espacio. Una vez dominado estos dos últimos fue relativamente fácil adaptar una película sueca al teatro mexicano”, afirmó el director de películas como El mar muerto (2010), Mezcal (2005) y Luna tierna (1988), entre otras.

Señaló que el cine y el teatro son dos lenguajes artísticos diferentes. El punto es conocer las reglas fundamentales de cada uno de ellos, ya que tanto el cine como el teatro son artes narrativas que transcurren en el tiempo y el espacio. Otro elemento a destacar son los actores, apuntó.

Comentó que la principal atracción de la película de Bergman fue el reto de poder realizarla en un espacio casi vacío. Al momento de ver la película, pensé que esto puede ocurrir  en un espacio vacío y esto fue una idea que empecé a trabajar desde hace cinco años atrás, dijo.

Añadió que el público del teatro, a diferencia del de cine, es heterogéneo, es generoso porque tolera y reconoce el esfuerzo y el trabajo de los teatreros, es un público fiel, lo cual es muy padre. En cambio, el del cine es otro público, es más difícil.

Ortiz apuntó que “en el teatro voy para abrevar. Entender. Para no anquilosarme en la idea. Conocer el conflicto. Trabajar con el actor. Desarrollar ese conflicto. Es mi abrevadero. Mi punto de referencia, para regresar al punto en que sí me siento muy cómodo, que es el cine.”

Dijo que con esa obra regresa a los escenarios como director luego de una ausencia de cinco años. Yo no montó una obra si el texto no me interesa, acotó.

Sobre la contemporaneidad de la obra, dijo: “Habla esencialmente sobre una madre que tiene que trabajar, una que ya no es la mujer que tiene simplemente que cuidar a los hijos. Esta es una realidad actual.

Para lograr una mejor caracterización, Ignacio Ortiz les pidió a las actrices Patricia Marrero, Aída López, Edna Figueroa y Diana Ávalos, así como al actor José Carlos Rodríguez, que no vieran la película de Bergman, con la finalidad de alejarlos de una imagen del director sueco.

Fuente: (bellasartes.gob.mx)

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