México, el drama de la obesidad

No obstante, mil millones de seres humanos más, estaban catalogados de tener sobrepeso (un IMC mayor de 25) y las estimaciones apuntaban a un mayor incremento de la población obesa con el paso de los años.
Entre los diez países con mayor población obesa, por desgracia, México destaca en segundo lugar una realidad que treinta años atrás hubiera sido impensable.
El banco de datos de la OMS  presenta la siguiente dimensión: Estados Unidos más del 45% de su población es obesa; México, el 34% de la población es obesa y en cinco años, justo cuando concluya el sexenio del presidente Enrique Peña Nieto, podría aumentar el ritmo de obesidad poblacional hasta el 40% de sus habitantes.
Después de México, le sigue Australia con el 29% de la población con problemas de obesidad; Reino Unido, con el 26%; Canadá 24%; Rusia, el 22%;  Polonia 22%; Hungría con el 21%; Brasil con el 19% y República Checa con el 18 por ciento.
La obesidad como enfermedad no tiene distingo social, ni económico, cultural o tecnológico, la padecen desde los países más industrializados hasta los menos desarrollados.
Lo que tiene en común es toda una serie de estragos que ésta provoca tanto en su afectación a las políticas públicas, el presupuesto y la política de salud  nacional como el daño a los colectivos que desarrollan una serie de enfermedades.
Quizá por ello la OMS en los últimos años ha hecho un mayor hincapié en sus recomendaciones a los países para que mejoren su salud pública y que, a la vez, dediquen más dinero y esfuerzo para incentivar la investigación científica  en aras de encontrar fármacos, tratamientos invasivos y no invasivos mucho más eficaces para luchar contra este enorme mal que se extiende en todo el globo terráqueo.
Y es que, en un mundo que experimenta una coyuntura tecnológica tan trascendental como propulsor de grandes cambios para los seres humanos y su convivencia, lo más esperado y deseado es que pronto pueda darse con la fórmula exacta para prevenir la obesidad o bien combatirla eficazmente si ya se padece.
Hay estudios científicos que intentan demostrar que la obesidad es genética, se nace por ende, con esa precondición hacia la gordura. De confirmarse la hipótesis una vez que los investigadores den con el gen se podría dar un segundo paso, crear un frente más eficaz para prevenir la futura obesidad en los nuevos seres humanos que pueblen el planeta.
Aunque no es la única línea de exploración debido a que también están los factores externos, exógenos, los del medio ambiente y el medio donde nace, crece y se desarrolla la persona. En suma, un conjunto de variables.
¿Pero, y los que ya están? ¿Los bebés, niños, adolescentes y adultos que viven día con día con este flagelo?
A COLACIÓN
Presiones para la salud pública, para el presupuesto y el gasto público. La obesidad derrama en una serie de enfermedades, la diabetes es casi siempre la primera manifestación, empero, no es la única.
¿Qué ha pasado en México para que su población de casi 118 millones de seres humanos, poco más de un tercio padezca obesidad?
Me queda claro que son varias las cosas que se han hecho mal: primero, cambios en los gustos, modas y tendencias en la alimentación, en las últimas décadas se ha extendido la comida chatarra en México, ligada muy de la mano con las cadenas de alimentación casi todas de etiqueta fast food pero al mismo tiempo bastante accesibles para el bolsillo de los mexicanos.
No son las tortillas sino el alto consumo de carbohidratos los que afectan la salud de los mexicanos; la tortilla de maíz, es base original y ancestral de la alimentación indígena una herencia que más que afectar a la población actual le beneficia.
El problema es que con el tiempo se ha perdido su calidad, como ha sucedido con la leche y otros muchos alimentos que hoy en día no saben igual si los comparamos con años atrás.
El sabor de los alimentos, su relación precio-calidad, el poder adquisitivo, el precio de la canasta básica y la asimilación transcultural de esa vertiente de consumo que aplican los estadounidenses al caso de México llevan implícitas muchas transformaciones visibles en la barriga de 40 millones de mexicanos.
Atajarlo no es únicamente cuestión de hacer ejercicio, sino de enseñarle a la población a alimentarse mejor, orientarle para que su ajustado ingreso quincenal o mensual le rinda para que coma lo más saludable posible tanto él como su familia.
Y si, tarde o temprano los científicos encuentran un gen estaremos todos con algarabía, pero insisto, urge cuidar la calidad de los alimentos y verificar el fast food.

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