Coca-Cola reorientación latina

Desde hace más de un mes, en España, Coca-Cola Iberian  Partners anunció el cierre de cuatro plantas en el país ibérico en Fuenlabrada, Alicante, Palma de Mallorca y Asturias.
Un nuevo varapalo para el gobierno del presidente Mariano Rajoy que se afana en dar una salida al enorme desempleo acumulado desde 2008 hasta la fecha.
Cualquier recorte, tanto en el sector público como despido laboral en la iniciativa privada, cae como “agua fría” para la cúpula gubernamental y primordialmente para la gente porque el malestar social se levanta como una ola.
La gente en España no quiere más despidos, no quiere saber más del paro, ni de largas filas para cobrar el seguro de desempleo o perseguir un trabajo como un conejo detrás de la zanahoria.
Hay hartazgo e incredulidad sobre todo porque la tarea macroeconómica ya se hizo y también con el erario público se rescató todo lo que se pudo rescatar.
La situación del mercado laboral es compleja y como economista me atrevo a advertir la existencia de un desempleo estructural en el país ibérico que demorará muchos años, sino es que  más de una década en retornar a los niveles de empleo previos a 2008.
Quizá por ello despertó tanta rabia el anuncio de cierre y consecuente liquidación del personal por parte de Coca-Cola. Todos los trabajadores se volcaron a tomar las calles con cartelones de protestas y panfletos que buscaban concienciar a la ciudadanía.
Uno de ellos llegó a mis manos, uno que rezaba lo siguiente: “No bebas Coca-Cola. Esta empresa tiene unos beneficios de 920 millones de euros y ahora pretende dejar a 1 mil 253 familias en la calle y afectar a  tres mil  personas que tienen puestos indirectos”.
¿Cómo una empresa que obtiene tales niveles de beneficios decide cerrar cuatro de sus plantas?. La respuesta de acuerdo con los directivos en España obedece a un proceso de reestructuración: de once plantas de envasado, el nuevo plan organizacional de la empresa cuenta solamente con siete.
Tanto gobierno, sindicatos, personal de las propias plantas han tratado de mediar con los directivos convencerlos del mal momento máxime cuando la empresa obtiene ganancias.
No se justifica de ninguna manera, cuesta mucho entenderlo y también digerirlo.
Es cierto, que España no es precisamente un gran consumidor de las llamadas “aguas negras del imperialismo” y que en cualquier bar es más barato consumir una copa de vino tinto de la casa que una bebida de cola.
No obstante, la empresa opera en números negros bastante holgados en España, lo que bien podría cambiar en 2014 debido a la reacción de gran parte de los españoles que están descontentos por los despidos anunciados.
En solidaridad, aquellos consumidores de Coca-Cola han dejado de hacerlo, es verdad no todos, pero la prensa española reporta que en dos meses,  enero y febrero, bajaron  40% las ventas netas del refresco.
Hasta Hacienda está detrás de los huesos del fabricante estadounidense por la sospecha de elusión del pago de impuestos.
Y la llama podría crecer después de que Coca-Cola cumpliera la primera de sus amenazas con el cierre de Fuenlabrada y el consecuente despido de dicha plantilla, 253 personas.
A COLACIÓN
Mientras en España hay reestructura de la multinacional estadounidense, desde su sede en Detroit, los nuevos planes de expansión apuntan hacia la consolidación en América Latina.
Emular la fórmula de éxito en México, el principal consumidor per cápita de la llamada “chispa de la vida”.
El tridente elegido son Perú, Colombia y Ecuador, en cada uno Coca-Cola invertirá 1 mil millones de dólares en el lapso de cinco años para construir nuevas plantas de producción y distribución de la bebida gaseosa.
Cuestión de enfoques mientras del otro lado del océano retumban los tambores de guerra contra la actuación de la empresa y se pide que aumente el boicot de los consumidores.
Del lado de América Latina hay regocijo por el volumen de empleo que será detonado en Ecuador, Perú y Colombia gracias a la mayor apuesta de  Coca-Cola en la región; los números también apuntan hacia un crecimiento esperado en  la demanda de los consumidores locales.
Sin duda es el mejor ejemplo de lo qué es la globalización, esa facilidad con la cual puede deslocalizarse una multinacional o bien reestructurar y reducir costos en un sitio para utilizar dinero para llevarlo a otro  lugar con mejores perspectivas de consumo.

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