Erotismo, elemento vital en la prostitución de la época mexica: Raúl Guerrero Casarrubias, profesor del INAH

En entrevista, luego de dar una charla dentro del ciclo “La mujer en sociedad mexicana”, en el Museo del Templo Mayor, el profesor señaló que estas prácticas eran comunes entre las civilizaciones mesoamericanas, donde la sexualidad ha sido, como en todas las civilizaciones, una característica que va más allá de los rituales de procreación de vida o de carácter mágico-religioso, pues “también se ejercía para conseguir placer o exceso de placer”.

Cada acto sexual estaba precedido por la estimulación, donde no bastaba con una mirada, las palabras cobraban mucha importancia, para después llevar a cabo el coito y finalizar con un tiempo de relajación, “por lo que una relación sexual, a pesar de ser un contrato de compra-venta, demandaba su tiempo”, señala Guerrero Casarrubias.

Añade que esto se ha sabido mediante estatuillas que en diversas investigaciones arqueológicas se han encontrado, donde algunas son mujeres solas, pero con sus genitales detallados, así como algunas expresiones faciales. “Pero también hay figurillas de parejas, donde se muestran juntos al hombre y la mujer, abrazados y tocándose, con distintas expresiones, lo cual da cuenta de la felicidad que les producían sus relaciones, por todo lo que ellas implicaban”.

Detalla que las mujeres dedicadas a la prostitución eran diferentes a las otras, porque usaban el cabello suelto, maquillaje y tenían adornados sus huipiles con detalles florales u otros llamativos y de colores. Apunta que caminaban de una forma particular para llamar la atención, sonreían y se caracterizaban por mascar chicle.

También existe el “Canto de las mujeres de Chalco”, recopilado en Cantos y crónicas del México antiguo por Miguel León Portilla, donde las ahuianis realizaban cantos y bailes eróticos que incluso llegaron a impactar en las emociones de Fray Bernardino de Sahagún al presenciarlas, “de acuerdo con los registros que hizo en sus crónicas”, precisa Guerrero Casarrubias.  

Este canto inicia así: “Levantaos, vosotras, hermanitas mías, vayamos, vayamos, buscaremos flores, vayamos, vayamos, cortaremos flores. Aquí se extienden, aquí se extienden las flores del agua y el fuego, las flores del escudo, las que se antojan a los hombres, las que son prestigio: flores de guerra”.

Pero entre los mexicas, de acuerdo con el profesor, también las mujeres prostitutas tenían niveles; estaban las mujeres que eran compañía de los guerreros y se iban con ellos a los campos de batalla, y por otro lado estaban las mujeres que se ofrecían en las plazas públicas, ambas eran señaladas por la gente.

Apunta que en la literatura que existe al respecto se hacen metáforas de la mujer con elementos que necesitan de cuidados, como la flor de cacao, que debe estar bajo protección de alguien para conseguir buenos frutos. “Esto nos habla de cómo, dentro del contrato de compra-venta, resaltaba la protección que el hombre brindaba a su ahuiani”, propia de una pareja estable.

Raúl Guerrero Casarrubias explica que la palabra ahuiani significa en español alegradoras, con las que se etiquetó a las mujeres que no siguieron los consejos de la figura materna, dedicada a la educación de las hijas en el hogar.

Y agrega que el término se transformó en “huila” o “güila”, que fue el equivalente en Europa a una prostituta, cuya contracción era “puta”.

Sobre la prostitución, el hermafroditismo, la sodomía y homosexualidad, hay muchas investigaciones y evidencias, pero de acuerdo con el profesor, todas están dispersas y entonces “el trabajo de la arqueología es hurgar, sobre todo en la literatura”, para conocer estas prácticas de las civilizaciones mesoamericanas.

Asimismo, señala que realizar investigación al respecto es complicado, pues con la llegada de los frailes españoles, “todo registro de estas prácticas sexuales fueron destruidas, tal vez consumidas por el fuego, por la doble moral de los sacerdotes”.
Fuente: (cronica.com.mx)

 

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