“Armando Herrera. El fotógrafo de las estrellas”, de Héctor Herrera, o lo que nos dejaron el espectáculo, el cine y el deporte del siglo XX

En la portada aparecen, en un fondo negro, las piernas torneadas de Yolanda Montez “Tongolele” y el título del libro, con una estrella de cinco puntas, dentro de la cual aparece el apellido del fotógrafo, un poco a la manera de los camerinos de las estrellas en los teatros de antaño –también, por ejemplo, como aparecían en las películas hollywoodenses de los años treinta del siglo pasado, del director y coreógrafo Busby Burkeley–. Al abrirlo, después de las guardas negras, aparece sonriente María Félix, casi sin parecer todavía “La Doña”, aunque la fecha probable mencionada de elaboración de la fotografía es 1953, tal vez antes de la muerte de su entonces esposo Jorge Negrete. Por eso, señalaba la emoción que significaba entrar a ver a una película a un cine de antaño, como el susodicho, o el Cine México, en Avenida Cuauhtémoc.

Después del retrato de María Félix –de quien pronto se cumplirá un centenario de su natalicio–, desfilan los de Pedro Infante, Silvia Pinal, Pedro Armendáriz, Emilia Guiu, Cantinflas, un aparador con publicidad del estudio del fotógrafo Armando Herrera y un retrato de Libertad Lamarque. Viene la página legal y de nuevo dos más de María Félix, en negativo y blanco y negro, este último retocado, pero que muestra a “La Doña” en toda la plenitud de su fascinante hermosura.

Posteriormente, está el texto de Monsiváis (quien también, como toda una estrella de la cultura mexicana, fue retratado por Herrera en 1994), “Armando Herrera retrata a las estrellas”; se suceden más retratos y luego sigue el texto de Mejía Madrid, “Las devociones de la mirada”. En seguida, otros retratos y autorretratos hasta llegar al apartado de “Retratos de lo invisible”, que inicia con Agustín Lara, el primero de varios, con texto a modo de explicación o de comentario que, supongo, fue fruto de Héctor Herrera al contar lo que a su vez le narró su señor padre. Rescatable el dato de que a partir de que retrata a “El Flaco de Oro”, su prestigio aumenta, así como los pedidos de otros artistas. O el de la noche que pudo cortar o truncar el futuro máximo mito del cine mexicano exportado internacionalmente: María Félix, “La mujer más hermosa del mundo” si Lara no falla un tiro…

A continuación, más retratos, que no enumero para dejar latente la curiosidad en el lector y acuda a conseguir un ejemplar de esta maravillosa obra iconográfica. Bueno, más adelante puedo proporcionar una lista (incompleta, por supuesto). Después, el apartado de María Félix. Nuevamente, un texto con anécdotas interesantes de la vida y la personalidad de la sonorense más universal, y retratos. Más retratos, maravillosos, y el apartado de Mario Moreno “Cantinflas”, con sus respectivos textos (que la verdad sea dicha, no se sabe con claridad quién habla o escribe: si Armando Herrera, Si Héctor Herrera ¿o…?).

El apartado de Jorge Negrete es muy interesante debido, además de las fotos, a que “El Charro Cantor” fue condiscípulo del fotógrafo en el Colegio Militar. Luego más retratos, fabulosos, hasta llegar a Pedro Infante. Interesantes las opiniones de Herrera respecto del “Ídolo de Guamúchil”. Más retratos y el apartado siguiente es dedicado a… “Tongolele”. Respetando a ésta y la decisión del artista y de los editores, infiero que ésta se debió principalmente a la amistad del fotógrafo (que ahí se consigna) y la bailarina, así como a que la siguió retratando durante muchos años más. Otros retratos y el apartado de Tin Tan. Magnífico.

Casi para cerrar el libro, hay otro texto de Mejía Madrid, “Algunos revelados y ciertos retoques”, en el que, después de darnos una especie de presentación de don Armando en su primer texto, nos brinda una interpretación de la importancia de su trabajo, que, sí, marca o cancela toda una época de la cultura en México (¿o qué el cine no es un producto cultural, además de una industria?). No por nada en la portadilla del libro se añade un subtítulo: “Retratos (1934-1996)”. Como colofón editorial, Héctor Herrera, en su texto, “La piel de plata”, nos brinda una visión panorámica de la fotografía, de la vida de su padre, de su técnica, de su estilo, de su legado.

En “Armando Herrera. El fotógrafo de las estrellas”, además de los ya mencionados, hay retratos de Los Panchos, Jesús Martínez “Palillo”, Antonio Espino “Clavillazo”, Francisco Gabilondo Soler “Cri-Crí”, Celia Cruz, Silvestre Vargas, Dámaso Pérez Prado, Consejo Valiente “Acerina”, José Ángel “Mantequilla” Nápoles, Miroslava Stern, Álvaro Carrillo, Jacobo Zabludovsky, Arturo de Córdova, Javier Solís… Muchos, muchos más. No se puede decir que haya omisiones, pero sí se extrañan otros rostros memorables y un índice onomástico. Claro, habría que saber qué se quedó en el tintero o “en el rollo”. No está de más imaginar que algún día se pueda contar con una edición más amplia y diversa del archivo que acumuló el fotógrafo en toda su carrera profesional.

Asimismo, en este libro se condensa –en los textos, en las fotografías, en las vidas ahí esbozadas– parte de la transformación que ha sufrido México, tanto en el aspecto artístico, deportivo y cinematográfico, como en las costumbres y modos; tal como lo ilustran o dejan entrever las propias de Herrera. En suma, un libro que bien puede coadyuvar a entender el cambio vertiginoso que ha ocurrido en el mundo –no sólo en México– en las últimas décadas, pues no hace mucho tiempo aún las estrellas del celuloide y la farándula eran asequibles para el resto de los mortales, por lo menos en fotos que iban a parar a la cartera o incluso a altares particulares, pues eran imágenes que automáticamente pasaban del imaginario colectivo al imaginario personal, exclusivo, como ocurría cuando se apagaban las luces y presenciábamos filmes en esos hoy vetustos, abandonados (como el Cine Cosmos) y desaparecidos edificios antiguos, donde ocurría la magia inefable del cine, similar a la que se siente al recorrer las páginas de este libro, esencial para los coleccionistas, interesados y nostálgicos.

Comentarios a esta nota: gregorio.martinez@azteca21.com

Foto: Las piernas de “Tongolele” adornan una portada que, cuando la bailarina estaba en marquesinas, escandalizaban a la entonces –¿y aún?– conservadora sociedad mexicana.
Cortesía: Fondo de Cultura Económica.

 

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