TLCAN: ¿Cuándo la unión económica y monetaria?

Tendríamos que realizar  un ensayo profundo para analizar punto por punto y concluir cuál de las tres economías implicadas ha sido la más beneficiada del tratado, a pesar del avance del tiempo, parece más un marco de reducciones arancelarias que un verdadero acuerdo común capaz de transitar de esta fase hacia otras a favor de crear una unión económica y monetaria.
Lo cierto es que en dos décadas México logró despetrolizar su balanza comercial, un acierto reconocible debido a las constantes inestabilidades de los petroprecios en el mercado internacional.
La balanza comercial muestra un rostro predominantemente a favor de las manufacturas mientras el aparato productivo ha visto expandir el sector servicios dentro del PIB.
Por supuesto,  buena parte del  camino de la transformación del aparato productivo mexicano (protector, reticente a la competitividad, receloso de la empresa nacional y decantado en el paternalismo de Estado) ha sido sinuoso porque ha implicado abrir una economía hacia el mundo  y prepararla en firme para competir.
Podemos decir que lo más difícil en la evolución de la sustitución de importaciones hacia una economía exportadora se logró en parte gracias  al TLCAN.
Sin embargo, veinte años después, el tratado ha ido perdiendo vigor en muchas otras aristas que van más allá de lo meramente comercial.
Durante dos sexenios, el del presidente Vicente Fox, de 2000 a 2006; y del presidente Felipe Calderón, 2006-2012, el TLCAN quedó relegado a un tercer plano debido  a que dejó de tener interés en el Despacho Oval.
El presidente George W. Bush enfocó toda su política hacia una agenda de seguridad, economía de guerra, lucha contra el terrorismo, y Estados Unidos escaló peldaños proteccionistas.
La falta del respaldo y respuesta que Bush esperó del gobierno mexicano entonces representado por Fox se tradujo en una indiferencia absoluta hacia profundizar el tratado.
Con el presidente Calderón y su persecución hacia narcotraficantes,  carteles y sicarios, a los dos años de la intención de controlar calles y devolver la seguridad en las vías de comunicación, cuando el gobierno se vio rebasado permitió entonces internarse en territorio mexicano a personal de la CIA, FBI y DEA; se dijo, para coadyuvar en la búsqueda   y detención de cabecillas y personas peligrosas. Pero también quedó hasta allí.
En la actualidad, con el joven presidente Enrique Peña Nieto en el poder tras más de un año cumplido en el gobierno, la prioridad en su agenda es el reposicionamiento del país en el exterior.
No se trata únicamente de un lavado de imagen tras  18 desastrosos años llenos de desatinos en la diplomacia mexicana sino también insertar a  México en otros mercados, profundizar los acuerdos existentes, avanzar en éstos e incluirse en otros nuevos.
México es la décima cuarta economía del mundo con una población que en 2050 será superior a los 150  millones de personas, se estima que su clase media ensanchará entre un 30% a un 35% después de 2030; toda vez que el bono demográfico de hoy en día terminará su curva ascendente dentro de cuarenta años.
A COLACIÓN
En definitiva el tratado tiene que escalar hacia un nuevo grado de integración entre México, Estados Unidos y Canadá. ¿Qué falta? voluntad política y visión.
El oportunismo de Estados Unidos y Canadá por hacer acto de presencia como socios de “primera línea” del gobierno mexicano de sobra esconde el interés del tema energético.
Desde que inició el año, en Europa se llevan a cabo diversos foros en torno a la reforma energética con carácter histórico emprendida en México, los empresarios europeos relacionados con la industria de energías fósiles y renovables están ávidos en hacer negocio.
Hasta los árabes saben lo qué representa el mercado mexicano en el renglón del negocio de la energía.
Así es que en esta reciente reunión entre el  presidente Peña Nieto y sus homólogos de Estados Unidos y Canadá se habló de proyectos comunes de transporte, seguridad y energía.
Aunque dicho sea de paso, hasta la misma prensa europea  hizo eco de un encuentro cargado de reproches bilaterales entre México y Canadá; y Estados Unidos y Canadá.
Tampoco se hizo alusión a reforzar el TLCAN ampliarlo para transitar hacia una unión económica y de allí a una unión monetaria. No hay el interés de los dos socios más poderosos y la enorme brecha económica tampoco permite que México lleve la voz de liderazgo.

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