“Las siete vidas de Agustín Lara”, por June Kay, un valioso libro de colección

 

En principio, cabe decir que es una traducción del mismo libro de la escritora estadounidense, cuyo título original en inglés es “Agustín Lara’s Seven Lives”, la cual salió a la luz en Nueva York en 1959 bajo el sello de Fancy Press Editors Inc., que también la publicó en español en México en 1961 (sí, es primera edición, pues tengo noticias fehacientes de que hubo, al menos, una más en nuestro idioma) en traducción de J. S. Cabarrán. Según se consigna en la página legal, en Estados Unidos se agotaron ¡seis ediciones! Asimismo, destaca la ilustración de la portada, obra, se consigna en el colofón, del “artista mexicano Fausto Fernández”.

Dividido en 54 capítulos –algunos muy breves–, este libro pretendió ser, de acuerdo con las propias palabras de Kay, “un intento de biografía”. Para ello desistió de emplear la típica entrevista y hacerla con base “en lo que oiga… lo que vea”. El resultado es un ilustrativo retrato del artista nacido en el Distrito Federal y autodeclarado jarocho que permite a sus admiradores compartir (y entender) momentos fundamentales en la vida del ilustre compositor mexicano.

También es una amenísima recreación de época, del modo de vida a mediados de los años cincuenta, muy dentro de lo que se conoce en economía como “el milagro mexicano”. Lara, sin duda, su vida, es, son ejemplos de ese desarrollo acelerado y hasta inesperado. Hay que ver cómo y dónde vivía, qué comía y bebía, qué mujeres “conquistó” y de qué manera… Como si nunca se fuera a detener ese crecimiento ni su estro fuera a conocer la poca valoración de las nuevas generaciones (ya se dejan sentir los acordes del rocanrol), como, se infiere, comienza a suceder en esos ¿meses, años? que la escritora pasa cerca de “El Flaco de Oro”. Hay veces en que no sabemos si habla Lara o Kay, algunas imprecisiones de fechas, de lugares, de nombres…

A partir de acudir todas las noches al cabaret (aparentemente el Capri) donde actuaba “El Músico-Poeta”, Kay va tomando nota de la forma de ser del artista, de lo que acontece a su alrededor, de las pláticas que sostienen siempre acompañados del humo de cigarrillos, whisky y coñac. Además, como un Virgilio, tiene a su amiga Maruca (casi seguro es Maruca Pérez, intérprete lariana), que le abre las puertas de la ciudad y le descubre sus principales secretos. Probablemente también haya sido el puente entre Lara y Kay, pues, aunque ésta no lo dice, debió haber un acuerdo previo entre el músico y la escritora para emprender la aventura de la biografía.

Por cierto, dicho intento biográfico concluyó más bien en una especie de reportaje novelado de algunos aspectos de la vida Agustín Lara, sobre todo los más conspicuos y que más llamaban la atención del respetable, que ahora brinda luz sobre ciertos pasajes biográficos larianos y son una fuente de información inestimable, de primera mano, para conocer mejor al artista. Aunque, hay que decirlo, a veces se advierte la ingenuidad –real o aparente– de la biógrafa y la indudable inclinación del artista al misterio, su capacidad para construir su leyenda, su talento para mistificar, para cimentar su mito.

A final de cuentas tenemos en las manos un libro de lectura ágil, bien escrito, con notas interesantes sobre cómo nos ven o veían los extranjeros (gringos, en este caso) y acerca de una ciudad de México inimaginable con ¡cinco millones de habitantes! Asimismo, se incluyen datos que bien coadyuvan a conocer mejor la historia de la radio en México, la importancia del cine, la transformación o creación de los gustos musicales populares, la historia de la cultura en México a partir de las primeras décadas del siglo XX…

Un detalle: seguro Agustín Lara autorizó su publicación, cuyo principal motivo, advierte June Kay en la “Presentación”, era dar a conocer la vida cuasi increíble de ese músico cantante que llegó a ganar diez mil dólares por actuación en Nueva York y que recibió en su casa a Nat King Cole. Claro, le convenía la promoción y no se dañaba (ni daña) en nada su imagen. Es decir, el libro consolidaba su fama, su prestigio, su mito. Si de por sí ahora es una joya bibliográfica, mucho más lo sería si se hubieran incluido fotografías… Al concluir su lectura, no queda más que exclamar: “Qué hombre, qué genio, qué mujeres, qué vidas…”. Hasta la próxima entrega que, espero, será una curiosidad de imprenta sobre el mismo artista.

Comentarios a esta nota: gregorio.martinez@azteca21.com

Foto: Portada de un libro ameno, lleno de la resonancia de las palabras del compositor de “Amor de mis amores”.
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