La “Feria del Libro Teatral” rinde homenaje a la recientemente fallecida titeretera Mireya Cueto

La mesa en la que participaron Pablo Cueto, Rolando García, Nadia González Dávila, Adriana Martelli, Oswaldo Martín del Campo y Carmen Solís, más que solemne, estuvo marcada de principio a fin por la imaginación y la inteligencia de la artista fallecida el pasado 26 de abril. Llevó el singular título de “La puesta en escena de Mireya Cueto: recuento de un trabajo artístico colaborativo”.

Pablo Cueto, quien desde ayer se hace llamar Jerónimo Bravo, contó las aventuras al lado de su madre en la creación de espectáculos, como El Quijote, título homónimo del libro que entre los dos han leído 11 veces. “Ocho ella y tres yo”, aclaró, sin dejar de admitir que es su libro de cabecera.

Recordó que en 1975,  Mireya Cueto se propuso hacer una adaptación de la obra maestra de Cervantes para Radio Educación, “pero se tardó años” en la creación de los personajes. “El Quijote se revitaliza a sí mismo”, señaló.

Apuntó que el personaje favorito de la creadora del Teatro El Tinglado era Dulcinea, de ahí que “ella misma se daba el permiso de enamorarse de alguien más”. Al igual que el Caballero de la Triste Figura, Mireya Cueto “siguió peleando las batallas que pudo perder, pero al final fue vencedora de sí misma”, aseveró.

El titiritero Rolando García, quien entró a trabajar con Mireya Cueto en 1984, dijo que la artista fallecida hace seis meses “siempre tuvo una consecuencia con la sociedad que le tocó vivir, es decir, que le tocó una época de resistencia y esta es permanente”.

Señaló que la primera ocasión que vio un espectáculo de Cueto fue en el CCH- Oriente hace 29 años. A partir de ahí comprendí la magia de los títeres y un mundo rico e infinito se abrió para mí, admitió el titiritero profesional.

Indicó que el juego siempre fue un elemento muy apreciado por la ganadora de la Medalla Bellas Artes 2012. “Su trabajo nos enriquecía por su bagaje cultural. Era una militante del arte, al grado de no ver nunca la televisión y preferir escuchar música clásica mientras creaba sus títeres. El arte se respiraba en cada rincón de su casa en San Jerónimo”, recordó García.

Tras reconocer que cada títere creado por Cueto es una obra de arte, comentó que los espectáculos teatrales de esta excelente artista “invitan a la reflexión. La gente quedaba maravillada y extasiada en cada uno de sus montajes, debido a la calidad plástica de sus escenografías, por citar solo un ejemplo”.

Finalmente opinó que Mireya Cueto, una anarquista convencida, “era militante del arte y la inteligencia”.

La teatrista Nadia González dijo que las obras maestras de Cueto son sus títeres y su pensamiento: Nos enseñó a pensar en grande, a ir más lejos. A mí, en lo personal, me enseñó a usar el corazón y la cabeza al momento de hacer teatro para títeres. Su huella es indeleble.

Por su parte, “la aprendiz de maga” brasileña Adriana Martelli comentó que la creadora del libro Apuntes sobre la experiencia artística le daba un supremo valor a la imaginación. Como sacerdotisa del ámbito poético, Cueto “nos enseñó el arte de la vida a través de la creación”, afirmó.

Sobre el aspecto místico de Cueto le tocó hablar a Carmen Solís, quien participó en los montajes Nahui Ollin, la leyenda de los siglos, San Juan de la Cruz y Quetzalcóatl, entre otros. La homenajeada “tenía un sentido ritual en todo lo que hacía. De todo ella, me quedo con su misticismo y su sensibilidad”.

Al final, el compositor Oswaldo Martín del Campo aseguró que la primera vez que vio los títeres de Mireya Cueto sintió la misma sensación al escuchar la música de Bach: la presencia de algo único.

 

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