Analizan iconografía indígena en el arte conventual y pintura mural del siglo XVI

Dichas reminiscencias fueron motivo de la ponencia Arte conventual y pintura mural en el siglo XVI novohispano, dictada por el historiador del arte José Luis Pérez Flores, durante su participación en el primer ciclo de conferencias Perspectivas artísticas en la Nueva España, que se realiza en el Museo de El Carmen hasta diciembre próximo.

El especialista, adscrito a la Escuela de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, explicó que algunos de los rasgos netamente prehispánicos más comunes eran la colocación de ojos frontales y no laterales en rostros de perfil, manos volteadas (izquierda por derecha), un solo diente en las figuras de ancianos como característica de su avanzada edad, y nula perspectiva con los trazos.

José Luis Pérez enlistó algunos de los códices en los que dichas características son apreciables, entre ellos: Florentino, Telleriano-Remensis, Lienzo de Tlaxcala, Mendocino, y en las imágenes de los textos Historia de las Indias de Nueva España e Islas de Tierra Firme, de fray Diego Durán.

“También en el arte plumario es notorio el trabajo y habilidad de la mano indígena; por ejemplo, en la obra Misa de San Gregorio (1539), del Museo de los Jacobinos en Auch, Francia, se observan dos sacerdotes hincados frente a un altar y en medio de ellos el Papa, quien porta una capa pluvial con una cruz en el centro adornada con círculos, los cuales parecen chalchihuites, representaciones prehispánicas de cuentas de piedra verde”, describió el historiador del arte.

De igual forma, de mano indígena es el género decorativo conocido como grutesco, originado en Italia (1480), que fue traído a la Nueva España (siglo XVI) por las órdenes religiosas que se dieron a la tarea de enseñar el motivo ornamental a los pobladores evangelizados.

El experto mencionó que “las expresiones artísticas se transforman conforme se asimilan en cada región, por ello no es difícil creer que los grutescos novohispanos estén mezclados con características prehispánicas.

“Dicho género —añadió— se caracteriza por construir imágenes de personajes imposibles, seres monstruosos o irreales y situaciones fantásticas, tales como centauros, tritones o roleos en forma de vegetales exagerados”. Los sacerdotes, dijo, enseñaron y permitieron a los indígenas hacer los grutescos siempre y cuando no hicieran figuras consideradas como idolatrías.

El mestizaje artístico en la Nueva España se logró gracias a las escuelas conventuales de artes y oficios fundadas por distintas órdenes, entre las que sobresalieron dos: una en la Ciudad de México, a cargo del fraile franciscano Pedro de Gante, adjunta a la Capilla de San José de los Naturales del Convento de San Francisco El Grande, cuyas actividades iniciaron hacia 1527. La otra estuvo ubicada en Tirepitío, Michoacán, donde los padres agustinos enseñaron las artes mecánicas desde 1538, bajo la influencia de Vasco de Quiroga.

“Entre los ejemplos de pinturas conventuales y grabados hechos por indígenas se encuentran la pila bautismal del siglo XVI, del Ex Convento de San Juan Bautista, en Yecapixtla, Morelos, que posee como elemento decorativo la cabeza de un personaje con rasgos felinos; asimismo, la torre de las escaleras del Templo y Ex Convento de San Nicolás Tolentino, en Actopan, Hidalgo, donde está representado un demonio con características prehispánicas, como lengua bífida y sosteniendo un sahumerio de tipo prehispánico.

La siguiente conferencia dentro del ciclo, organizado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia, se titula Consolidación de los mercados en la Plaza Mayor de México a través de sus pinturas, que impartirá la investigadora María Teresa Suárez el próximo 29 de agosto en el Auditorio Fray Andrés de San Miguel, del Museo de El Carmen, ubicado en avenida Revolución, No. 4 y 6, esquina Monasterio, colonia San Ángel, Coyoacán. Horario: 17:00 horas. Entrada gratuita.

Fuente: (INAH)

 

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