Notas breves sobre el escritor sinaloense Dámaso Murúa en su ochenta aniversario

Pero, quizás, sobre todo, por el empleo de un lenguaje cuya frescura lo mantiene vigente a casi cincuenta años de su debut literario (Doce relatos escuinapenses, su primer libro, fue impreso en 1964 y en éste nació a la literatura El Güilo como personaje). De hecho, en la más reciente edición de El Güilo (UAS, 2013), conmemorativa por el aniversario de su natalicio, se añadieron tres relatos que no aparecen en las dos ediciones distintas que tengo, además de un prólogo canonizador de Eduardo Antonio Parra. Entonces resumo, tenemos un personaje entrañable, un retrato de la sociedad que le tocó vivir y un lenguaje más vivo que Soterillo, otro de sus personajes.

En Escuinapa debió permanecer hasta la adolescencia, pues estudió Contaduría en el Instituto Politécnico Nacional, en la ciudad de México. Se desarrolló profesionalmente en el sector público, especialmente en los ramos pesquero y financiero (su biografía está incluida en los diccionarios de escritores de la UNAM y del INBA). Como dije, publicó su primer libro en 1964, en el que hizo debutar a su máxima creación, como personaje y como título (en Sinaloa se dice entre los “leídos” que El Güilo Mentiras es un bestseller), a quien años más tarde le dedicaría un libro entero, primero, hasta donde lo dejan inferir los libros que tengo, con treinta historias, luego otra edición de cuarenta y la última y más difundida, la que editó la Universidad Autónoma de Sinaloa, que incluye más de cincuenta relatos y aún se encuentra a la venta en aquel estado, en cualesquiera de sus ediciones, con ilustraciones de Rogelio Naranjo. Según el escritor, es el único libro que ha ilustrado el artista michoacano.

Tan prolífico y ¿desconocido?

Posteriormente brotarían muchas hojas de sus manos: El mineral de los cauques, El Güilo Mentiras, Colachi, Tiempo regiomontano, Vacum Totoliboque, Amor en el Yanqui Stadium, Las playas de las cabras, Romy Schneider y Alain Delon en Copala, Cafión Castro, detective tropical, Palabras sudadas, entre otros. La mayoría, inconseguibles actualmente. Quizás la edición más asequible sea Las mujeres primero. Antología personal, publicada en coedición por la ya desaparecida Dirección de Investigación y Fomento de la Cultura Regional (DIFOCUR) y el Fondo de Cultura Económica en la colección señera Letras Mexicanas en el año 2000. Así, entonces, es lamentable que casi nadie se acuerde de este gran escritor mexicano, autor de aproximadamente una treintena de libros y creador (perdón por la insistencia) de un personaje sui géneris en nuestra literatura: El Güilo Mentiras y muchos otros entrañables (hay multitud en sus libros, la mayoría, antisolemnes). Pero tal olvido u omisión resulta comprensible si pensamos que es un escritor desconocido. Tú, lector, ¿acaso has leído alguna obra o cuento suyo? ¿Sabías de su existencia? Pareciera que nadie lo conoce. Sin embargo, Murúa ha realizado una labor extraordinaria en nuestra literatura: en su vasta obra se aprecia el elemento más vivo de una comunidad: el uso del lenguaje como marca de identidad, de pertenencia. En pocos autores podemos encontrar un manejo y conocimiento del habla de los sinaloenses, en primer lugar, y de los mexicanos, en segundo, como los que muestra él. No obstante, su obra ha ido trascendiendo poco a poco. Así, fue muy apreciada por Juan de la Cabada (que le prologó un libro) y lo es por Eduardo Galeano, quien se ocupa de él en un relato incluido en Memoria del fuego III: El siglo del viento. Alguna ocasión, Dámaso me refirió que el chileno Poli Délano lo incluyó en su antología Cuentos mexicanos, publicado por la editorial Andrés Bello en 1996, y Gustavo Sainz en Jaula de palabras: una antología de la nueva narrativa mexicana, de 1980. Además, un cuento suyo aparece en una antología de cuento fantástico latinoamericano publicada en Varsovia, en 1975. Algo bueno debe de tener su obra, ¿no?

¿Oculto o de culto?

Es cierto, desde hace muchos años Dámaso Murúa no es muy afecto de las actividades (¿extra?) literarias. Se dedicó más a trabajar y a escribir. Pero ¿cuáles son sus méritos literarios? Intentaré una aproximación. Creación de personajes caracterizados magistralmente con pocos actos y palabras, humor, ironía, fantasía, lenguaje popular transmutado en materia literaria –con las debidas distancias y reservas, recurso similar al que usó Juan Rulfo en sus creaciones–, descripción vívida de usos y costumbres, crónicas urbanas y políticas que reflejan una época histórica determinada, énfasis en prescindir de las normativas de la Real Academia de la Lengua, empleo de regionalismos, cultivo del género negro… Por decir algo obvio, pero poco conocido por los posibles lectores y menos analizado por los estudiosos de la literatura regional norteña, la obra de los escritores César López Cuadras, Élmer Mendoza y Juan José Rodríguez no se comprendería cabalmente sin la influencia o el trabajo literario del creador de El Güilo.

Por último, su postura ético-literaria es algo de lo que Dámaso Murúa se ufanaba y la que pocos escritores mexicanos podrían presumir o imitar: nunca vivió de becas ni ensalzó a priori la violencia. Además, rechazó el Premio Sinaloa de las Artes en 2008. Considero que, por éstas y las susodichas razones enumeradas, es un escritor mexicano de culto, ni más ni menos, al que, como único homenaje verdadero (dado que, hasta donde estoy enterado, no se le hizo ningún homenaje o acto conmemorativo ni por el INBA ni por el CONACULTA ni la UNAM, entidades culturales y educativas relacionadas con la literatura; no sé en Sinaloa, aparte de la edición de la Universidad Autónoma de Sinaloa ya señalada) pero es que… Murúa debiera ser conocido en todo el país y trascender su espacio geográfico natal y natural) debemos leer, si por suerte encontramos uno de sus libros en alguna librería o biblioteca. Ojalá que con motivo de este cumpleaños se editaran sus obras selectas o completas o una nueva antología o algún inédito. Es justo y necesario. Que se sepa, al menos.

Comentarios a esta nota: gregorio.martinez@azteca21.com

Foto: Dámaso Murúa en 2005.
Gregorio Martínez M./Azteca21.

 

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