El método Corbacho

La vez más reciente que hablé con él fue por teléfono (cuando presentó al novillero colombiano Sebastián Ritter en Las Ventas éste año) hablamos para comentar que me había impresionado el valor y actitud del sudamericano ante el novillo y me dijo  “ya sabes, está preparado con mi concepto”.

Los métodos de Antonio Corbacho para entrenar a sus toreros eran peculiares. Como él. Aceptaba que eran férreos y que incluían disciplinas distintas al toreo como el atletismo (por ejemplo, la carrera de los 100 metros con vallas), el ballet o el yoga. Ésta última las usaba para controlar la respiración  y fomentar la concentración. “De todas las artes se puede aprender algo” me comentaba. Desde luego no era muy abierto para explicar su método,  tal vez en México Arturo Macías, Nacho Garibay, Marcial Herce o El Cuate Enrique Espinoza, discípulos de él, pudieran ser más claros, sin embargo no dejaba Toño de dar algunas pistas que hoy traigo a cuento para recordarlo.

A sus discípulos les recetaba largas caminatas por el campo, alejarse de los medios modernos de comunicación, pastorear las ovejas, al mismo tiempo les pedía estudiar los códigos de los guerreros samuráis, lo que de acuerdo con Toño; “les ayuda a aceptar el riesgo y comprender las claves del valor frío, no todo es condición física, el toreo es quedarse quieto, perder pasos es una mamarrachada”

El esfuerzo físico y el sufrimiento les permiten hacer frente “a las ásperas situaciones que les esperan, para la mente, charlamos, hablamos mucho, para conocerles y ayudarles a que encuentren su propio camino” Él los llevaba en España (de eso debe saber bien Alejandro Talavante que por muchos años fue su alumno o Arturo Macias) a su refugio entre Sevilla y Mérida, en la sierra de Aracena en Alcornocosa. Entre la espesura verde de encinas y jaras, el Castillo de las Guardas. Pasado el pueblo, ovejas, gallinas, gansos,  burros, potrancas, un loro que habla por teléfono iba Antonio con sus toreros para hablar al unísono de samuráis y de toreros, en un lugar con muy mala cobertura telefónica, lo cual hasta parecía a propósito para el retiro.

Él fue subalterno pero fue capaz de contribuir a forjar a un torero de época como lo es José Tomás o a una figura del toreo como Alejandro Talavante por dar algunos nombres que prueban que su método de corte asceta, funciona. Entiendo que su familia paterna lo sacó de la escuela para trabajar y sobrevivir, fue mensajero de oficina, pintor de brocha gorda y vendedor de cachitos de lotería en el Madrid de los sesenta.

Posteriormente como torero, fue novillero y subalterno, pero trascendió mucho más como maestro, una persona que pretendía que el torero infundiera un alto respeto hacia su investidura como era el caso de los samuráis en Japón cuando su tiempo y aun hoy en día, son apreciadas sus maneras de cultivarse y su actitud ante la vida y la muerte.

Quienes conocieron a Manolo Martínez entienden que no era fácil que otorgará su respeto hacia alguien en el mundo del toreo, pero Manolo viendo la manera en la que conducía a José Tomás, le pidió a Toño llevara a un torero en ciernes al que le observó enormes posibilidades de ser figura como fue el caso de Enrique Espinoza El Cuate, tal vez muy pocos recuerdan que Toño lo llevó a España para hacer campaña novilleril a el regiomontano.

Perlas de la historia de un hombre convencido de sus ideas para algunos hasta la necedad, pero que tenía algo que le ganaba el respeto creía en lo que transmitía, en un mundo tan difícil como el toreo, como diría José Alfredo Jiménez “un mundo raro” eso que parece tan fácil, pocos tienen la congruencia con los que pensaba como la tuvo Antonio Corbacho.

Su visión para el toreo era rotunda; o el triunfo clamoroso o la enfermería lo cual es crudo y desde luego polémico, pero en eso creía y les hacía creer a los que preparaba para el futuro. A sus deudos, un abrazo nostálgico desde México a la memoria un hombre que aportó tanto al toreo y del que vamos a extrañar su presencia física.    

Fuente: (suertematador.com)

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