“Toda la sangre”, novela de Bernando Esquinca, expone a un asesino que evoca ritos mexicas lanzando los corazones de sus víctimas en zonas arqueológicas

“Se me ocurrió esta idea de que iba a haber un lunático que arrojaba corazones en las ruinas prehispánicas con la idea de que regresaran los antiguos dioses”, lo que desataría “una destrucción apocalíptica”, explicó Esquinca (Guadalajara, 1972) en entrevista.

Casasola, un periodista cultural devenido en policíaco que ya protagonizó “La octava plaga” (2011), regresa a su novela “Toda la sangre” (2013, Almadía) para seguir el caso del “asesino ritual”, que “arranca corazones” de sus víctimas y los tira en zonas prehispánicas.

El criminal “realiza ritos que tienen una significación en sus asesinatos y que buscan (…) con el poder mágico de la sangre que los antiguos dioses regresen a gobernar la ciudad que antaño les perteneció”, abundó.

Admirador del escritor John Connolly, Esquinca sostiene que sus novelas también combinan “la novela policíaca con la fantástica” como hace el autor irlandés con su detective Charlie Parker, capaz de hablar con los muertos.

Tlatelolco, el Templo Mayor y los sótanos de la Catedral Metropolitana son algunos de los escenarios donde aparecen los restos de los seres humanos asesinados.

Residente en el centro histórico desde 2007, Esquinca confesó que recorriéndolo se enamoró de él. “Es como un palimpsesto, capas de capas de capas de historia”.

“Tienes las pirámides, los edificios de tezontle (un tipo de piedra) que son del color de la sangre, coloniales, los edificios más modernos como la Torre Latinoamericana”, señaló.

Una de las intenciones de la novela fue abrir un diálogo entre el lector con el pasado prehispánico, que su opinión sigue siendo “una cosa muy desconocida para buena parte de los mexicanos”.

“No nos hemos reconciliado con él. Nos cuesta trabajo y, sobre todo, la parte más difícil de ese pasado es la de los sacrificios humanos. Hay mucho prejuicio y desconocimiento”, apuntó.

Esquinca recordó que muchos mexicanos dicen que los españoles se inventaron la leyenda negra de los sacrificios humanos “para justificar la conquista”, pero en realidad “cuando investigas un poquito más a fondo (…) te das cuenta de que las pruebas, incluso forenses, están ahí”.

Por ello, en el libro busca “poner sobre la mesa este tema de qué pasa con nuestro pasado prehispánico, por qué nos cuesta tanto entenderlo”, sobre todo la negación de los sacrificios en el inconsciente colectivo.

Para Esquinca, uno debe entender aquellas muertes como resultado de “una cosmovisión del mundo muy particular”, en la cual “el tiempo cíclico de los mexicas era destruir vidas” para luego “volver a generar a vida”, no eran en absoluto actos gratuitos de barbarie.

“Ahí hay claves para entender por qué somos como somos. Si el mexicano se reconcilia con sus raíces y las logra entender mejor, no sé si seremos mejor país, pero de entrada nos comprenderemos mejor a nosotros mismos”, agregó.

Aunque el final del libro es abierto, Esquinca invita al lector a lo largo de la obra a pensar en asuntos como la raíz de la violencia que vive México.

El escritor reconoció que los mexicanos tienen “una herencia de sangre” surgida de un pasado truculento que abarca numerosos episodios como “la conquista de Tenochtitlán” de 1521, la Guerra de Independencia (1810) y la Revolución (1910-1917).

Esquinca es autor de otras novelas como “Belleza roja” (2005) y “Los escritores invisibles” (2009), así como de cuentos recopilados en “Los niños de paja” 82008) y “Demonia” (2012).

Fuente:  (Agencias)

 

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