Novelista, narrador, dramaturgo, guionista de cine, reportero, articulista, crítico e ingeniero civil, las facetas de Vicente Leñero quien cumple 80 años

Amor y crítica serían las palabras que definirían su obra: amor por lo que describe y por sus personajes, los cuales a veces quiere transformar y cambiar porque no está de acuerdo con su forma de ser, pero los respeta, ama y comprende. Crítica, porque cuestiona el ámbito de la prensa en México y la forma de escribir en el periodismo, además de su interés por hablar de la corrupción, agregó el también poeta, periodista, ensayista, filósofo y académico mexicano Jaime Labastida.

Vicente Leñero Otero nació en Guadalajara, Jalisco, el 9 de junio de 1933. Estudió ingeniería y periodismo. Se recibió de ingeniero en la Escuela Nacional de Ingeniería de la Universidad Nacional Autónoma de México en 1959 y de periodista en la Escuela Carlos Septién García en 1956. 

Es novelista, narrador, dramaturgo, guionista de cine, reportero, articulista,  crítico e ingeniero civil que se dio a conocer en el mundo de las letras en 1959 como cuentista con La polvareda y otros cuentos, un texto que de forma magistral retrató temas de la ciudad y del campo.

“Sin embargo son tres las facetas en las que ha destacado fundamentalmente: primero como novelista de tipo realista, casi, casi de no ficción, tipo Truman Capote. Después la de dramaturgo y finalmente la de guionista y adaptador, ya que toma una novela y la convierte en una película mexicana exitosa”, detalló también en entrevista el novelista, cuentista, ensayista, editor y catedrático mexicano Hernán Lara Zavala. 

Del cuento a la novela; de la novela al teatro; del teatro al periodismo y del periodismo al cine

A pesar de que los inicios de Vicente Leñero se dieron en el cuento, el escritor ha comentado que en algún momento renegó de este género y pensó que ya no escribiría más. Entonces se lanzó a escribir novela. Su primera obra fue La voz adolorida (1961) una pieza importante en su carrera literaria porque en ella Leñero encontraría su propio estilo: dejar paso abierto a la voz de su personaje que narra, vive, sueña.

“Esta obra fue la que permitió a Leñero descubrir la que para mí ha sido su mejor faceta: novelista, con una ágil prosa suelta, que en sus obras da vida a personajes populares, que escribe con pulcritud y sentido del humor, y que maneja una línea temática: la crítica a la sociedad contemporánea en sus diversos aspectos”, reveló en entrevista el escritor, dibujante, pintor, diplomático y académico mexicano Fernando del Paso.

Entre las obras de Vicente Leñero se encuentran: El Cordoncito (1997); Los Pasos de Jorge  Ibargüengoitia (2009); Teatro completo II (2011); Vivir del teatro (2012) y Más gente así (2013). Pero también: Los albañiles (1963); Estudio Q (1965); El garabato (1967); Redil de ovejas (1972); Los periodistas (1978); El evangelio de Lucas Gavilán (1979) y Asesinato (1985).

Para el director de la Academia Mexicana de la Lengua, de estas obras la más importante es Los albañiles, “que lo marcó para siempre ya que fue con la que le dijo al público mexicano la clase de magnífico escritor que es y mostró que era un hombre preocupado por los problemas sociales. Además de que en ella reflejó con mucha exactitud y con sentido crítico la vida cotidiana y su profesión inicial: ingeniero civil”.

Mientras que para Hernán Lara Zavala, son obras que muestran cómo Vicente Leñero “es el autor de novelas periodísticas de no ficción que dan cuenta de aspectos importantes en nuestra vida política, cultural y social de México de una manera muy sabrosa, en donde con sus personajes y lo que dicen te involucra en la lectura de forma profunda que te dan ganas de leerlo sin parar”.

Otro de los intereses de Vicente Leñero es escribir teatro, ya que siempre tuvo ese “cosquilleo” porque su padre era “muy de teatro” y lo llevaba a ver Don Juan Tenorio, obra de la que se sabía el primer acto de memoria. A partir de ese gusto empezó una carrera exitosa de dramaturgo en donde abordó el teatro histórico y de denuncia, el drama testimonial y urbano, y el de adaptación de sus propias novelas o de obras de otros autores.

Para Estela Leñero, hija del escritor, dramaturga, crítica, docente y directora teatral, esta faceta de dramaturgo de Vicente Leñero es la que más lo asemeja, porque retrata dos aspectos que siempre lo han identificado como persona: su generosidad y honestidad. Además de que es un género que le ha permitido expresarse y exponer los temas que le interesan: la realidad política y social que le ha tocado vivir, las relaciones humanas y los principios éticos.

“Es una faceta en donde vemos cómo ha sido un escritor que destaca en la experimentación, en la investigación y en la construcción de propuestas basadas en la creatividad y en la precisión en el lenguaje. Estos elementos me han inspirado, porque veo que dan vida a un trabajo intensivo y apasionado. Cuando hablo de ellos con mi padre tengo una relación enriquecedora que me ha abierto muchos caminos para poder investigar en mi dramaturgia”, expresó Estela Leñero.

Entre sus trabajos en esta área se encuentran: La noche de Hernán Cortés, Los albañiles, La Carpa, Estudio Q, Los hijos de Sánchez del libro homónimo de Oscar Lewis; Las noches blancas de la novela de Dostoievski; Compañero basada en la vida, actuación política y muerte de Ernesto Che Guevara; El juicio, síntesis de las versiones sobre el juicio popular seguido a José de León Toral y a Concepción Acevedo de la Llata, acusados del asesinato de Álvaro Obregón.

“Estas son obras –añade Estela Leñero– en donde se muestra la pluralidad de sus propuestas que lo hacen un hombre importante, con un lugar en la literatura. Pero también ver cómo su mayor aportación sería la posibilidad de experimentación desde lo más arriesgado y formal, hasta lo más profundo y personal”.

A las anteriores obras se añaden: La mudanza; Martirio de Morelos, Nadie sabe nada, censurada por el gobierno ya que  aborda el tema de la relación prensa-poder y de la corrupción en el medio periodístico, El Infierno una versión de la Divina Comedia hecha como homenaje a Dante y Pueblo rechazado, obra que Vicente Leñero comentó en diversas entrevistas, fue el inicio titubeante de su carrera teatral.

“Al final es una obra fallida, de estructura indecisa. La estrenamos el 12 de octubre, poco después de Tlatelolco, cuando había un hervidero muy grande. Armó mucho escándalo: el papa, la autoridad eclesiástica, imponiéndose y prohibiendo el psicoanálisis”, comentó en diversas entrevistas Vicente Leñero.

“Son obras –añade Jaime Labastida– en donde el escritor aborda los temas que desde entonces ha desarrollado en sus trabajos: la crítica de las costumbres y de la vida del periodismo en México, sobre los valores religiosos, el amor y la amistad. También son obras en donde vemos que lo que ha aportado a la literatura mexicana es ese vigor de las clases bajas del pueblo y ha hecho un retrato muy cabal de la sociedad mexicana”.

Hace unos meses Vicente Leñero reveló a Christopher Domínguez Michael autor del texto Entrevista a Vicente Leñero. El realista en el mundo publicado en la revista Tierra Adentro que comenzó a estudiar periodismo porque pensaba que ahí le enseñarían a escribir.

“Me costaba un gran esfuerzo escribir, siempre me ha costado, no soy un escritor aunque he escrito muchas cosas, la mitad debí no haberlas escrito. Y sí, aprendí a escribir porque había clases de redacción y fui autodidacta, me esforcé por aprender los secretos del lenguaje escrito”.

De esta manera comenzó su carrera como periodista, en la cual comenta Hernán Lara Zavala “ha destacado porque tiene un oído y un ojo muy agudo que le ha permitido encontrar y retratar los elementos dramáticos de nuestra sociedad”.

Esta faceta de Vicente Leñero lo  ha llevado a colaborar en publicaciones del país y del extranjero, entre los que destacan: los diarios El Heraldo de México y Excélsior, y en las revistas Claudia y Revista de Revistas, de las que fue director de 1969 a 1972 y de 1973 a 1976, respectivamente, y subdirector del semanario Proceso desde su fundación en 1976 hasta hace unos años en que se retiró del ejercicio periodístico diario. 

Para el escritor, investigador literario y periodista Alejandro Toledo, Vicente Leñero ha hecho aportaciones importantes al periodismo, “con esos juegos en los que aplica a la información la libertad imaginativa, como en aquella crónica sobre Pátzcuaro o el relato de un concierto del cantante español Raphael en la Alameda.

“En el fondo, me parece, son textos en donde están inmersas una serie de preguntas sobre la condición mexicana, pues reincide en señalar aquello que nos define para mal, como la corrupción, que es hermana de la malicia como rasgo oscilante, positivo a veces y negativo casi siempre”.

Vicente Leñero ha realizado varios guiones para televisión y cine, entre los que destacan: Los de abajo (1976); Cadena perpetua (1978); El callejón de los milagros (1995); La ley de Herodes (1999), El crimen del padre Amaro y La habitación azul (2002).

“Ha destacado como creador de guiones cinematográficos –añade Hernán Lara–  porque tiene un buen oído para retratar cómo habla la gente, algo que también es parte de su formación periodística, y luego, su habilidad para crear argumentos cinematográficos ya que tiene una concepción muy clara de la estructura interna, es decir, de porqué o cómo una novela puede funcionar en términos de una película”.   

Reconocimientos a una larga trayectoria

Vicente Leñero Otero fue becado a España por el Instituto de Cultura Hispánica de Madrid en 1956. Fue también becario del Centro mexicano de Escritores (1961-1962, 1963-1964) y de la Fundación Guggenheim (1967-1968). En 1958 obtuvo el primer y segundo lugar en el Concurso Nacional del Cuento Universitario.

Ha recibido diversas distinciones; Premio Seix Barral en 1963 por su novela Los albañiles; Premio Juan Ruiz de Alarcón a la mejor obra estrenada en 1969 por Los albañiles y en 1979 por La mudanza.

El primer premio otorgado por la Agrupación de Periodistas Teatrales de México por Nadie sabe nada (1988); el Premio Manuel Buendía en 1994 por su trayectoria periodística; el Premio Xavier Villaurrutia (2000) y el Premio Nacional de Ciencias y Artes en Lingüística y Literatura (2001).

Fue nombrado miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua y tomó posesión de la silla XXVIII el 12 de mayo de 2011 con el discurso “En defensa de la dramaturgia” y el 21 de septiembre de 2011 fue galardonado, junto a José Agustín, con la Medalla Bellas Artes que otorga el Instituto Nacional de Bellas Artes.

Estos reconocimientos permiten ver que Vicente Leñero es “un hombre amable –añade Alejandro Toledo– un espíritu crítico y autocrítico; hay quien no entiende ese sentido suyo de la sinceridad y la honradez, el modo como observa su propia escritura, por ejemplo, pues estamos acostumbrados a los autores que todo el tiempo son promotores de sí mismos.

“Leñero no es así, y acepta sus desvíos narrativos, en la época en que se contagió del ‘conductismo’ y el ‘nouveau roman’, como también reconoce con humildad sus logros, que son muchos”, apuntó Alejandro Toledo.

Fuente: (CONACULTA)

 

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