Pabellón de México en la 55ª Bienal de Venecia es inaugurado por el embajador de México en Italia, Miguel Ruiz-Cabañas Izquierdo

“La Bienal es un ámbito inigualable para debatir las propuestas de vanguardia y apreciar la creatividad y multiplicidad de los lenguajes artísticos de diversas partes del mundo. Nos interesa que los artistas mexicanos tengan una presencia constante en esta Bienal, porque estamos conscientes de la trascendencia del arte y la creatividad de los países que aquí participan”.

En la inauguración, a cargo de Miguel Ruiz-Cabañas Izquierdo, embajador de México en Italia, estuvieron presente Stefano Tositti, cónsul honorario de México en Venecia; Federico Mollicone, presidente de la Comisión de Cultura de Roma; Alessandro Maggioni, concejal de Obras Públicas de la Comuna de Venecia, y Xavier Guzmán Urbiola, subdirector general de Patrimonio Artístico Inmueble del INBA.

La primera vez que el arte de México estuvo representado en este importante foro para las artes visuales, recordó María Cristina García Cepeda, fue en 1950, cuando David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco, Diego Rivera y Rufino Tamayo mostraron al mundo la fuerza de la creación mexicana. “Vinimos a la Bienal de Venecia con nuestra tradición plástica en permanente cambio, con el talento de los creadores y con la voluntad de mostrar una parte del pensamiento artístico mexicano, así como de conocer lo que se genera en otras latitudes para ampliar nuestros horizontes. Celebramos que este año la Bienal de Venecia esté inspirada en la idea del Palacio enciclopédico, que se propone mostrar los puntos de encuentro del conocimiento y la imaginación universales”.

Para el INBA, añadió su titular, es una satisfacción poder darle continuidad a este espacio para el arte mexicano, participar en este diálogo y promover la presencia de nuestro país, cuyos creadores siempre han tenido mucho que aportar a la discusión global sobre al arte contemporáneo.

En esta ocasión, agregó María Cristina García Cepeda, México ha contado con el experto conocimiento de la curadora Itala Schmelz, quien propuso la participación de Cordiox, de Ariel Guzik, obra que resulta especialmente acorde con el tema de la Bienal, ya que busca ampliar la comprensión del hombre acerca de su entorno.

“Las sensaciones que origina esta obra provocarán el asombro y la reflexión de los espectadores. En el propio significado de Cordiox se encuentra el sentido de la máquina artística que ha creado Guzik: cuerdas y corazón resonando en todos nosotros para pensar en el sonido como un lenguaje universal entre las criaturas que habitamos el planeta”.

Cordiox es un trabajo contundente, único y original, construido con la finalidad de emocionarnos y ponernos en contacto íntimo con el entorno y sus sonidos naturales, para darles la atención que nunca les prestamos, aseguró.

“Esta máquina sonora busca, asimismo, vincularse con las múltiples resonancias de la antigua iglesia de San Lorenzo. Como sabemos, la magnífica acústica de esta construcción, iniciada en el siglo VI, hizo que Antonio Vivaldi realizara aquí algunos ensayos, y por esto Cordiox se encuentra en el escenario ideal para lograr su propósito: abrir nuevos campos de conocimiento humano y activar potencias sensoriales del entorno invisible, capaces de vincularnos con la vida en todas sus manifestaciones. En una palabra: de relacionarnos con el cosmos”, finalizó la directora general del INBA.

Cordiox, que se exhibirá hasta el 24 de noviembre del presente año en Venecia, es una compleja máquina que describe, a través de sonoridades, el espacio y su entorno. La cadencia tonal que genera es cristalina, sutil y expansiva, y está estrechamente relacionada con el espacio mismo. Está pieza produce en el espectador un recorrido auditivo por un espacio que no se puede circular dadas las características del edificio.

La obra de Guzik mide cuatro metros de alto, y pone en juego el encuentro de dos elementos complementarios: 180 cuerdas tensas distribuidas en tres arpas y un cilindro de cuarzos de grandes dimensiones; a su vez, internamente contrapone dos expresiones de un mismo fenómeno, los campos eléctricos y magnéticos.

En la factura de esta pieza el artista ha logrado una importante síntesis de elementos y sencillez funcional. Cordiox, por su naturaleza de descriptor sonoro de espacios, tiene la capacidad de abarcar toda la superficie interna de la antigua iglesia de San Lorenzo. El sonido del instrumento, sin ningún tipo de bocinas, amplificadores o aplicaciones digitales, se propagará en el espacio reverberante de la antigua capilla para producir una inmersión sonora, una experiencia de escucha excepcional.

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