Tauromaquia, por derecho propio a la UNESCO

Pero así como se le veneraba y admiraba por su fortaleza y fertilidad, construyendo sobre su figura toda una universalidad de símbolos que aún persisten en nuestros tiempos, también en torno a él se crearon juegos y competiciones practicados en ceremonias religiosas, en los que el Toro era el protagonista, y el hombre quien arriesgaba su vida para demostrar sus aptitudes, valor y cualidades guerreras.

Hoy cuando nuestra Cultura Occidental sufre una grave crisis económica y de valores que la atraviesa de este a oeste, desde Chipre hasta América, tenemos que recordar que fue justamente el año 1900, a comienzos del pasado siglo, cuando Sir Arthur Evans descubrió en Creta, cuna de la prehelénica civilización minoica, una de las primeras de Europa, el palacio de Knossos, en cuya ala este aparecieron  mosaicos que datan de los siglos III-II A.C., que recrean los enfrentamientos del hombre con el Toro. Algunos de ellos evidencian lo poco que ha cambiado lo que aquellos cretenses practicaban en sus ceremonias religiosas y lo que hoy hacen nuestros recortadores.

Eran los tiempos anteriores a la aparición de las religiones monoteístas que hoy conocemos en los que el Toro constituía un símbolo de grandeza y poderío. También los tiempos en los que la mitología griega, con su extenso imaginario, elabora temas que tienen al Toro como elemento central, tales como la figura del temido Minotauro, del que cuenta la Bibliotéca mitológica, fue muerto con una espada por Teseo en el Laberinto de Creta, construido por Dédalo para el Rey Minos, o como el Rapto de Europa, la princesa fenicia, quien por cierto presta su nombre a ese Continente.

Con la expansión del monoteísmo el Toro y otras deidades son sustituidos por los Dioses pregonados por los profetas, existiendo episodios bíblicos que reflejan ese desplazamiento. Por sólo citar uno, la salida del pueblo judío de Egipto y el rechazo de Moisés a la adoración del Becerro de Oro son parte de aquella ruptura.

La Tauromaquia está presente justamente allí, en la cuna de la filosofía, de la ética, la estética y de los valores que luego van a constituir la base de nuestra Civilización Occidental, y en ella se van a resumir muchos de los principios que son recogidos posteriormente como positivos por todos los pueblos de nuestro entorno cultural, la honestidad, la capacidad para afrontar situaciones límite, el sacrificio, el sobreponerse al dolor y a la adversidad y por supuesto, el valor, ese que hace a unos hombres diferentes de otros, hasta llegar a convertirlos en algunos casos en auténticos héroes o heroínas sociales.

En aquellos tiempos también la mujer participaba en esos eventos, y en los mosaicos que recoge la llamada Taurocatapsia Minoica son muchas las que aparecen saltando o burlando a los Toros. Sobre todo esto recomiendo ampliamente ver y escuchar la brillante e ilustrativa conferencia de nuestro buen amigo Alberto de Jesús, director de la revista Bous al Carrer.

Desde sus orígenes remotos la Tauromaquia se extendió por ambas orillas del Mediterráneo y llegó a la península Ibérica, donde se instaló para siempre esta mezcla de rito y sacrificio, para alcanzar con el Arte del Toreo las cotas estéticas mas sublimes jamás vistas, después de mas de veinte siglos de evolución. No es de extrañar, ya en las Cuevas de Altamira, de origen prehistórico, el Toro es el centro de sus registros pictóricos.

La presencia en la península por una parte del pueblo hispano, con un temperamento racial único, y por otra, la del Bous Taurus Ibérico, como máxima expresión de poder y fiereza, fueron los factores que contribuyeron al tránsito cultural de aquellas manifestaciones taurinas originales, que con el Toreo se transformaron en una de las fuentes de inspiración de artistas de las mas bellas artes, y que con el Descubrimiento de América atravesaran el Océano Atlántico para instalarse también en nuestras tierras formando parte de su mestizaje cultural.

Es por tales razones que la Tauromaquia como expresión del Patrimonio Cultural Universal, tiene toda la legitimidad para aspirar a formar parte de las Listas de la UNESCO, pues difícilmente habrá otro elemento  con valores tan profundos y arraigados en nuestra identidad cultural como éste.

El ser humano que incansablemente busca respuestas a las interrogantes que plantean la existencia de Dios y la suya propia, continúa aún en nuestros tiempos “idolatrando” al Toro a su manera, ese precioso animal que sigue siendo parte de un rito en algunos pueblos, que como ningunos otros,  mantienen vivas aquellas expresiones de nuestra manera de ser y sentir.

Por tal motivo, cuando presenciamos actitudes de algunos políticos que tienen la responsabilidad de conservar y proteger nuestro genuino Patrimonio Cultural y los vemos sumidos en complejos absurdamente aceptados, en intereses partidistas, o en la ignorancia, no podemos menos que rechazarlas de manera rotunda, pues con ellas le están dando la espalda a nuestra historia, a nuestra cultura y al origen de lo que somos y nos pertenece.

Hoy, cuando la imagen de Europa, la princesa fenicia, ha sido incorporada en los nuevos billetes de cinco euros que circularán a partir del próximo mes de mayo, vemos con preocupación como una parte del  Continente se desentiende confundida y atribulada, de los que han sido sus eternos valores.

Fuente: (torosenelmundo.com)

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