5 de Mayo de 1862, poesía épica de Gregorio Torres Quintero

Escuchen ese redoble de tambores
El clarín rompe en el aire con su acento
Los jardines suspenden sus olores
Y ni un pájaro cruza por el viento

Se agitan con orgullo las banderas
Del campo se levanta un ronco grito
Se estremece el soldado en las trincheras
Se siente palpitar el infinito

Algo grande y tremendo se prepara
¿Por qué el cañón corona las alturas?
Ya la opalina atmósfera se aclara
Y se tiñen de rojo las llanuras

¡Ellos son!, ¡allá vienen! Son los zuavos
que deslizan su cuerpo entre las grietas
Avanzan sobre Puebla como bravos
Y brillan con el sol las bayonetas

¡Qué momento de expectación Dios mío!
Allí la suerte de la patria juega
Se agita el corazón callado y frío
Porque el aliento de la muerte llega

Y de repente la erizada cumbre del
Fuerte Guadalupe se ilumina
Brilló bramando la rojiza lumbre
Y estremeció sus flancos la colina

El soldado francés, valiente y fiero
Por la falda subió con arrogancia
Lleva en su diestra el matador acero
Y en su pecho el recuerdo de la Francia

Ocultó la humareda el panorama de
Aquella cruenta y gigantesca lucha
Y solo del cañón se ve la llama
Y solo el trueno retumbar se escucha

¿Qué sucede? Habrá vencido el zuavo?
¿Habrá vencido el mexicano arrojo?
¿Huyó el francés irresistible y bravo
Dejando el campo ensangrentado y rojo?

Y al aclarar la niebla que arrebuja
A los fuertes cual capa mortuoria
La enseña mexicana se dibuja
Mecida por el viento de la gloria

Saludo Patria!! Tu pujanza admiro!!
Tu valor, tu nobleza y osadía
Tu cielo esplendoroso de zafiro
¡En donde brilla refulgente el día!

Con tus glorias mi pecho se avasalla
Y de placer mi corazón reboza
¡Mexicanos! ¡Qué viva la batalla
En que triunfó el valiente Zaragoza!

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