Amor, de mis amores…

Pero no era tiempo de formalizar para el joven, quien a sus 25 años quería correr mundo, tener aventuras antes de sentar cabeza.  En 1897, Francisco decidió terminar el noviazgo con el clásico “no eres tú, soy yo”.  “Para ella fue un golpe terrible”, escribió Madero y para mi un motivo más de seguir mi vida disipada”.

Cansado de la vida de libertinaje, en 1902 Francisco recapacitó y se dio cuenta que Sara era el amor de su vida, además se enteró de que su amada era cortejada por un joven de buena familia.

Francisco dejó los vicios del cigarro, la bebida y los burdeles y se entregó por completo a la práctica del espiritismo.  Sabía que no sería fácil reconquistar a Sara.  Le rogó que volvieran durante un largo año.  Escribió decenas de cartas pidiendo perdón y una nueva oportunidad.

“Quiera Dios que esta separación no dure mucho tiempo y que pronto pueda volverte a ver y ser tan feliz como antes”, en estos términos recibía continuas cartas Sara que con la molestia de Francisco le llamaba  “señor Madero” en vez de “Pancho” como lo había hecho en años pasados.

Finalmente Sara abrió de nuevo su corazón, el 26 de enero de 1903 contrajeron nupcias por el civil y al día siguiente se realizó la ceremonia religiosa.

Duró su matrimonio diez años y Sara acompañó a Francisco en todas sus andanzas y a cambio recibió su amor y lealtad incondicionales.

El domingo 9 de febrero de 1913 fue la última vez que Sara vio con vida a su esposo, cuando el presidente fue notificado de que una parte del ejército había fracasado al intentar apoderarse del Palacio Nacional; ordenó que se alistara su montura.

Sin mucho tiempo dirigió una última mirada a su esposa, la abrazo amorosamente y le pidió que tuviera fe.  Días después el 23 de febrero, Sara supo del asesinato de su “Pancho”.

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